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ISSN 1989-4163

NUMERO 131 - MARZO 2022

 

Lecturas Inactuales (XXV) - La Doble Muerte de Unamuno

Luis Arturo Hernández

MEMORIZACIÓNHISTORIADA:
 EL (DOBLE) CRIMEN DE LA CALLE DE BORDADORES 
(LA DOBLE MUERTE DE UNAMUNO,  L. GARCÍA JAMBRINA Y M. MENCHÓN.)

                                                                            Para Juan. A. Serrano.

RAZÓN VS.MEMORIZACIÓNHISTÓRICA

   “Durante un tiempo, aquella triste fauna de los magister dixit la utilizaron [la memoria]  haciendo correr sangre, recordarás o morirás, muchacho, decían con la porra en alto y disfrazados de demonios con sus levitas negro verdosas. Luego sobrevino la otra flora contraria, los detractores que la insultaron, la amordazaron, la arrastraron atada al lazo por los pedregales de la locura: hacer recordar una regla, una fecha, una tabla pitagórica y hasta un poema era pecado.”
Armonía Somers, Sólo los elefantes encuentran mandrágora [Península, 1988, p. 169.]

   «Como veremos, el comunismo estalinista consiguió perfilarse como la auténtica antítesis del fascismo, o más bien del nacional-socialismo. Sin embargo, en los escritos de líderes comunistas como Palmiro Togliatti o Antonio Gramsci existe cierto grado de racionalidad, pese a la lucha partidista. Hoy no; el fascismo adquiere, en sus detractores, un/ perfil grotesco y, sobre todo, antihistórico, que, en el fondo, tan sólo persigue estigmatizar a los enemigos políticos. Se identifica con el machismo, la homofobia, la negación del cambio climático, la antiecología, o el antifeminismo. De ahí que haya podido hacerse referencia al “cristoneofascismo”, “islamofascismo”, “ecofascismo”, “feminazismo”, etc., etc. »
 Pedro Carlos González Cuevas, Antifascismo. Mitos y falsedades [San Sebastián, La Tribuna del País Vasco, 2021, pp. 14-15.]

   «“pero los libros encierran y expresan el mundo” había protestado Jaime
   “[…] no es tan pequeño el mundo como para poder ser encerrado en un libro…”»
 Andrés Ibáñez, La música del mundo [Barcelona, Seix Barral, 2003, p. 67]

   Hemos pasado 40 años escuchando que había que desterrar el aprendizaje memorístico y reemplazarlo por un conocimiento comprensivo basado en el razonamiento, y más cuando “todo, todo, todo [no] está en los libros”, que rezaba la sintonía de Munárriz y Aute para S. Dragó, sino en Internet. Y, ahora que han conseguido que las nuevas generaciones tengan una memoria de pez y sean analfabetas funcionales ante tal alud informático, el gobierno por persona interpuesta del Estado  dicta desde el Poder (y la autoridad de sus expertos) una Memoria Histórica (Republicana) Democrática ( en sentido RDA), unívoca, monosémica, monolítica (y cuyo debate, disidencia o raciocinio incurre en delito), que debe aprenderse de Memoria (memorieta, los filoterroristas, o carrerilla,  los titulados universitarios) toda la “ciudadanía”, y cuyo único argumentariohistoriado (ilustrado)es el del Poder, correctoren Internet de toda incorrección política, sin más.
Y así, ante el a/doctrina/miento de la Memoria, da igual que uno use o tenga (la) Razón.

                LA DOBLE MUERTE DE CADA UNO O MEMORIA HISTOLÓGICA

 “Porque he de confesarte, Felipe mío, que cada día me forjo nuevos recuerdos, estoy inventando lo que me pasó y lo que me pasó delante de mí. Y te aseguro que nadie pueda estar seguro de qué es lo que le ocurrió y qué es lo que está de continuo inventando que le había ocurrido.”
Miguel de Unamuno, La novela de Don Sandalio, jugador de ajedrez [en San Manuel Bueno, mártir y tres historias más, Barcelona, Bruguera, 1985, p. 102.]

      “El lenguaje procura la definición a nuestras memorias y, al traducir las experiencias en símbolos, convierte lo inmediato del deseo o el aborrecimiento, del odio o del amor, en principios fijos de sentimiento y conducta. De un modo del que no tenemos plena conciencia, el sistema reticular del cerebro selecciona de una incontable multitud de estímulos esas pocas experiencias que tienen importancia práctica para nosotros. […], bajo la influencia de palabras mal elegidas y aplicadas, sin comprensión alguna de su carácter meramente simbólico, a experiencias que han sido seleccionadas y extraídas a la luz de un sistema de ideas erróneas, tenderemos a comportarnos con una diabólica y organizada estupidez, […]”
AldousHuxley, “Educación para la libertad”, en Nueva visita a Un Mundo Feliz [BB.AA., Sudamericana, 1975, pp. 130-131.]

“Y ahora me percato de nuestro grande error de haber puesto la cultura sobre la civilización o mejor sobre la civilidad. ¡No, no, ante todo y sobre todo civilidad!”
Miguel de Unamuno, Cómo se hace una novela [Bilbao, Asociación de Amigos de Unamuno, 1986, pp. 64-66.]

  «Y es que el antifascismo no es sólo una postura política o cultural; es un lenguaje, una retórica, un modo de argumentación. Se trata de una forma unidireccional de usar el lenguaje en que los actos performativos de poder definen un entorno en el que no cabe ninguna réplica; a esto denomina J. A. G. Pocock “politics of badfaith”, cuyo fundamento es la relación amigo/enemigo. Es un lenguaje revolucionario, porque define al “otro” de un modo que no admite réplica y con ello le confina a su destrucción. A partir de esta fundamentación lingüística se desarrolla, como hemos dicho, una retórica y un modo de argumentación. Tanto en su vertiente política como ideológica o historiográfica, el antifascismo desarrolla una dialéctica que ya Arthur Schopenhauer denominaba erística, es decir, orientada al único objetivo de obtener la victoria en las disputas sin tener en cuanta para nada la verdad.»
Pedro Carlos González Cuevas, Antifascismo. Mitos y falsedades [p. 33.]  

“Memoria histórica” es un crimen de lesa semanticidad. La doble muerte de cada uno. Puesto que la memoria, conciencia verbal de la identidad de cada cual, es individual. Y, consciente y/o inconscientemente es manipulable —el olvido reparador o esa nostalgia, por ejemplo, que no es, ha escrito alguien, sino una recreación restaurada del pasado—. Si, además, se pretende “histórica”, es decir colectiva, y de aquello que uno no tiene por qué haber conocido, reescrita al dictado de otraDictadura, no es memoria sinoHistoria.
Y si, para colmo, por arte de prestidigitación (de dedos que se hacen huéspedes igual ante el escamoteo de un concepto que ante unpresupuesto público), o desprestigiación, “histórica” se transmuta en “democrática” en virtud (o defecto) de una reducción de su significado que restringe lo memorable a lo “democrático” (en ese sentido que limpia y fija el dueño de las palabras), entonces a esa “doble muerte” se le añadirá el descabello, con traumatismo mnemoencefálico en los tejidos orgánicos de una identidad desnucada.
   La Memoria Democrática, antes Histórica, se torna en ese casoHistológica, por cuanto que consiste en el estudio (¿en escarlata?) de la textura del organismo político, textos del tejido social cuya inoculación, presencial o tecnológica, se impone por textículos, a fin de eliminar la memoria (en un “me moría” psicobiográfico) para insertaren el disco duro la historia (psicología social o simplemente sociología globalitaria), reemplazando en ese palintexto la identidad individual (el “yo” libre en virtud de la dignidad humana que pervierte la Revolución Francesa en nombre del igualitarismo)por el colectivismo, en un estado sociológico permanente.

PALABRAS PARA UN FIN DEL MUNDO(DE ANTEAYER)

   “Al final de la guerra, aunque cansada
la gente no juzgaba necesario
vivir de nuevo en paz: las emociones
de los últimos años no debían
concluir tan aprisa. Tiene mérito
ese canibalismo fraternal
rojo y negro, matarse
perseverantemente
con la alegría propia de la raza,
mientras el tiempo pasa sin sentir
y a lo pasado se le llama Historia
(había un amasijo de rencores
cada vez más espeso, como engrudo).
Carlos Pujol, Conversación (1998), en Poemas [Granada, La Veleta, 2007, p. 244.]

 «La mayoría de los jóvenes del pueblo también se marcharon. Algunos regresaron cuando terminó la guerra, otros no. La mayor parte de los talleres mecánicos de la calle situada detrás de la calle Mayor se quedaron vacíos. Las puertas de muchos colmados y tiendas estaban cubiertas con tablas, y en los escaparates estaba escrito: “Cerrado mientras dure la guerra”.»
          John Kennedy Toole, La Biblia de neón [Barcelona, Anagrama, 1989, p. 73.]

   “No puedo sufrir que mis escritos sean censurados por soldadotes analfabetos a los que degrada y envilece la disciplina castrense y que nada odian más que la inteligencia. Sé que después de haberme dejado pasar algunos juicios de veras duros y hasta, desde su punto de vista, delictivos, me tacharían una palabra inocente, una nonada para hacerme sentir su poder. ¿Una censura de ordenanza? ¡Jamás!”
Miguel de Unamuno, Cómo se hace una novela [1986: 48.]

“Sólo un talento evidente hace que le perdonen sus ideas al reaccionario, mientras que las ideas del izquierdista hacen que le perdonen su falta de talento.”
         Nicolás Gómez Dávila, Breviario de escolios [Girona, Atalanta, 2018, p. 105.]

“La pedagogía cinematográfica, suprema expresión de la fatal frivolidad.”
Miguel de Unamuno [en Luis García Jambrina y Manuel Menchón,,La doble muerte de Unamuno, Madrid, Capitán Swing, 2021, p. 69.]

En Palabras para un fin del mundo, apocalíptico título del documental escrito y dirigido por M. Menchón[RTVE, 2020] con resonancias de El fin de la historia y el último hombre [Francis Fakeyama, 1992] y al que bien pudiera apostillarse“(de anteayer)”— parafraseando las memorias de Stefan Zweig, o la “historia de un otoño de la edad mass media” (por hacer lo propio hibridando a J. Huizinga con J. Jiménez Lozano), en vísperas del “invierno de Occidente” (comoya escribiera el escoliasta colombiano N. Gómez Dávila) de Miguel de Unamuno— y, tras una pseudo(y)posmoderna sentencia sobre la “verdad histórica” (plural, parcial, “discutible por el filtro traicionero de la memoria”) —que circunvalala senda (del cementerio) de los elefantes de unT(r)uñón de Lara pero resulta tan sectaria que hace del “maniqueísmo” Millán Astray un juego de niños, del tipo: “¿Paul Preston?, me gusta; ¿Hugh Thomas?, no me gusta; y el tercero en discordia, ¿Stanley Payne?, ¡quién?”—, el realizador Menchón. va aventurando sospechas, dejando caer opiniones incriminatorias e insidiosas en todo tipo de pormenores no probados, en flecos y cabos sueltos del fallecimiento del intelectual, entre reticencias y preguntas retóricas, que llevan al espectador a colegir que Unamuno murió asesinado por su última visita, el falangista Bartolomé Aragón, sicario al servicio de MillánAstray —cuyos “¡Muera la intelectualidad traidora!” y “¡Viva la muerte!” se traducen del castellano al español como “¡Viva Franco!, Viva España!”—, que vengabala insolencia de Unamuno en el acto universitario del Día de la Raza de 1936. (Y faltaba solo, como banda sonora,“Viva la muerte, la hay donde quiera que vas, viva la muerte, es lo que nos gusta más”.)

                           LA VIDEOTECA (INFINITA) DE BOBELIA

     “Acabo de escribir infinita. No he interpolado ese adjetivo por una costumbre retórica; digo que no es ilógico pensar que el mundo es infinito. Quienes lo juzgan ilimitado, postulan que en lugares remotos los corredores y escaleras y hexágonos pueden inconcebiblemente cesar —lo cual es absurdo—. Quienes lo imaginan sin límites, olvidan que los tiene el número posible de libros. Yo me atrevo a insinuar esta solución del antiguo problema: La Biblioteca es ilimitada y periódica.”
           Jorge Luis Borges, “La Biblioteca de Babel”, [en Ficciones, Madrid, Alianza, 1993, pp. 99-100.]

Infinita, no. Ilimitada, quizá. “Incontable”, lo más seguro. Como esa trinchera infinita española, aquejada también de la superlatividad característica del revival guerracivilista.
Y recogiendo el testigo de los emparedados de cuando entonces, en la trinchera infinita [covíd.La trinchera infinita, de Jon Garaño, Aitor Arregi y Jose Mari Goenaga, 2019]que es Españamientras dure la guerra (ídem, de Alejandro Amenábar, 2019), los topos de penúltima generación, cegatos a plena luz del día pero inasequibles al desaliento, no se dan por vencidos, en pos de una ucrónica victoria, 80 años después, que permita reescribir el último bando —“En el día de hoy, cautivoy desalmado el Ejército “Azul”,han alcanzado las fuerzasfrente-populares sus últimos objetivos culturales. La guerra, ahora sí,ha terminado”—, de donde se sigue la versión revisitada de la muerte del escritor:
   Bartolomé Aragón (B.A., ¿buena acción?) propina a Unamuno,narcotizadoya por la perorata del facha, una colleja que le provoca “hemorragia intracraneal en el bulbo raquídeo” con conato de incineración inquisitorial mediante brasero como hoguera votiva.
El presunto sicario abandona el escenario de los hechos y desaparece definitivamente, con destino al frente de Bilbao, para continuar el exterminio vizcainicida (aunque según parece no pudo erradicarlos a todos y con el tiempo brotaron más nazionalistasvascos), en el marco de la planificación genocida formulada por Gonzalo de Aguilera en 1936 —“Nuestro programa consiste en exterminar un tercio de la población masculina de España. Con eso se limpiaría el país. No volverá a haber desempleo en España”—, como si la prórroga de la guerra no hubiera sido alentada por Stalin ysus testaferros del PCE (y su guerrita intestina en marzo del 39 en Madrid) en una maniobra de distracción del III Reich, antes de echarse el oso ensus (a)brazos, ante la II G.M,  con el pactobolchenazi.
   Entretanto, el forense, republicano “subyugado” por el Movimiento Nacional, firma el parte de defunción, sin autopsia, para evitar tener que confirmar el fallecimiento “por o con Covid” (todo menos atribuirlo a los efectos adversos de la vacunamuna de la gripe),  pues el septuagenario había padecido un fuerte catarro en el gélido otoño salmanticense.
   El despojo humano (no el finado, ojo (al parche), sino Millán Astray, el mando único o mono-mandode Prensa y Propaganda, monomaníaco de una sola mano, y negra) monopolizó las honras fúnebres  a fin de adueñarse del cuerpo (del delito), dejando la conducción del “eximio escritor y extravagante ciudadano”  (enmendando al dictador sobreR. del Valle-Josafat) a cargo de cuatro camaradas que le echaron una mano (cada uno).

                                  [¿SECUELA O CREAR ESCUELA?
   El expeditivo procedimiento —del falso discípulo que se cuela en casa del Maestro y será su quebradero de cabeza— creó escuela y así, pocos años después, otro viejo chivo bolchevique era apiolado en Coyoacán por otro agente (doble) ¿FalanGPU?, émulo de Bartolomé Aragón: Ramón Mercader, avatar de Santiago Matatoros (Jacques o Jacson, Jac), quien bajo la custodia de su Señora Madre (de la Caridad), que lo amadrinó en su alternativa en la plaza de México, hizo el mataLeón (de Judea) de rotundo estoconazo. Cuesta creer, no obstante, que tan infalible modus operandi, a decir de los criminólogos García y Cía, esos kremlins de andar por casa, no lo conocieran ya los kremlinólogosde la GPU (protoKGB) y expusieran al ridículo al agente anacleto Jacques Mornard, años después, pertrechándolo con un piolet bajo la gabardinaen el ardiente verano mejicano.
(Esperemos que el neo-estalinismo rampante en España sepa preservar la memoria del Padrecito de todas las Rusias, empañada por el criptonazismo nacional-sindicalista instrumentalizado por la Legión, dando al zar lo que es del zar y a Dios, pues eso: adiós.)]

APOCALIPSIS  GUERRACIVILISTA
                                                                   O
PALABRAS PARA UN FIN DEL MUNDO MIENTRAS DURE LA GUERRA

La doble muerte de Unamuno, de Luis García Jambrina y Manuel Menchón [2021], con su precuela“El último café”, de Luis García Jambrina [en Muertos S.A., 2005].

—¿Cuál es su hipótesis?
    —Nunca la sabrá si no se revela ser la verdad. Es una hipótesis demasiado grave, sabe usted, para presentarla, mientras no sea más que una hipótesis.
GastonLeroux, El misterio del cuarto amarillo [Madrid, Anaya, 1981, p. 79.]

   En esa campaña por monopolizar la Memoria y vencer en la “batalla (del frente) cultural”, al Frente Popular (reconstituido) le quedaba pendiente la revancha de Unamuno. La “ofensiva” mnemotécnica debía jugar aún esa prórroga retrospectiva que permitiera dar un paso al Frente (Agit-)Propular y ganar la Unamuníada. Dar vuelta al marcador del partido (del Partido, por antonomasia), así que pa(sa)sen(ochenta y) cinco años, y cobrarse, con efectos retroactivos, tan discutida pieza incorporando a la Causa al liberal conservador filo-golpista del otoño de 1936, al intelectual español por unamunomasia—“Siempre lo dije y fui –creo- sincero: Unamuno el primero”, tal como sentenciara su paisano Juaristi[Suma de varia intención (1987), Poesía reunida, Visor, 2000, p. 63]—.
Y el triunfo de la Alianza de Intelectuales Antifas debía darse por unanimidad, valdrá decir por unamunidad. En unaescalada progresiv(ist)a en todos los frentes que permitiera a las tropas (y/o tropos) lealeshaber “alcanzado sus últimos objetivos culturales”.
De ese modo, y mediante la operación combinada de faction/fiction (ficción basada en hechos reales graduable a documental pseudo-ficticio y/o investigación ficcionalizada), Alejandro Amenábar preparó el terreno, desde la recreación histórica, situando el teatro de operaciones en Mientras dure la guerra [2019]. Y donde la película (¿esa nueva piel para la vieja ceremonia?), pielecilla(decía Azorín) historiada, se detenía —“sometido a vigilancia policial, [Unamuno] murió de un infarto dos meses después”—, tomó el relevo un año después Manuel Menchón con Palabras para un fin del mundo (“versión definitiva y única autorizada y fin de la Historia” pudiera subtitularse), con la coartada de  la incorporación de “documentación inédita” que venía a esclarecer,¡por fin!, “el caso”. Un caso, que era no sólo el rescate de Unamuno para la Alianza Intelectual Antifascista, que también por su/puesto, sino la hipótesis de su “ejecución” bajo la “ley del silencio”.
Y, como no hay dos sin tres, ahí “remata” la jugada Luis García Jambrina,“El Doctor García” [diría Almudena Grandes (2017 y Premio Nacional de Narrativa 2018),que en paz (nos) descanse], en La doble muerte de Unamuno [2021], dándole consistencia de ensayo científico o estudio de investigación con empaque universitario a la andanada,agitada y tendenciosa de Menchón, a la sazón colaborador necesario del/a pesquis/a, y que instruye con circunspección y rigor de comisario deInstrucción Pública el sumarioabierto contra el último testigo que viera con vida a Unamuno en su incriminación por el presunto homicidio del escritor, en una pieza muy bien construida, con minuciosidad  digna de mejor causa y la imaginación novelesca como abogada de los imposibles, que tras haber abocado al lector, ¿miembro jurado del tribunal popular de la III República?, al veredicto de culpable (difama, que algo queda), da la espantada por falta de pruebas.
Más que “nuevas pruebas sobre los últimos meses de Miguel de Unamuno”, Non plus ultra podría haber sido el reclamo comercial de semejante pareja de detectives privados con patente de corso pública (“detectives salvajes”, los habría llamado Roberto Bolaño), puesto que, con su baladronada audiovisual, Sherlock Menchón, y su taimada escritura, el Dr. García Watson, van más allá de donde nunca llegaron los Rabaté, Salcedo o González Egido , Juaristi o Trapiello, quienes ya se hacían eco de los rumores, en su día, en plena guerra, de la muerte por envenenamiento del escritor, sin darles el menor crédito.
(En fin, que han visto demasiadas películas (y han leído demasiadas novelas) y se han animado a hacer la suya (o de las suyas) y a no saber acabarla lo llaman “final abierto”.)
Sin embargo, como el que la sigue la consigue (o “el que la persigue la mata”, mejor dicho) el Dr. Gª ya había aventurado en el cuento “El último café” [Muertos S.A., 2005] la hipótesis de la intoxicación a cargo de  agentes al servicio del Gral. Millán Astray ¿o filonazis? sin identificar, para volver 15 años después, a las anda(na)das, con la versión, corregida y aumentada, de que fuera desnucado por el falangista que lo visitó la tarde de Nochevieja (¿toreo de salón (o despacho) con pases de muleta antes de entrar a matary salir por la puerta de servicio, una tarde cumbre fuera de temporada?), que amaga pero no atina, se retira al burladero y masculla, entre sí, que un diagnóstico detraumatismo craneoencefálico sin autopsia sobre el hule es un timo encriptado del secreto del mulé.

 EL (DOBLE) CRIMEN DE LA CALLE DE BORDADORES 

 —“Tal como me lo cuenta parece muy sencillo —dije, sonriendo—. Me recuerda al Dupin de Edgar Allan Poe. No imaginaba que tales individuos pudieran existir fuera de las novelas.”
Arthur Conan Doyle, Estudio en escarlata, [Barcelona, Debolsillo, 2012, p. 26.]

   La memoria histórica de la Guerra Civil (durante la cuarentena de aprendizaje memorístico de la Transición prescrito ¿o pre-escrito? por la Izquierda) va inseparablemente asociada, identificada,confundida con el cine español (del que Amenábar y Menchón son sus penúltimos frutos). La doble muerte de Unamuno,en la calle de Bordadores, nº 4, de Salamanca, el día 31 de diciembre de 1936, tal como la reconstruye Luis García ¿Berlanguina? en el procedimiento instruido o construido contra el pretendiente inoportuno, se antoja un refrito (a la brasa, en brasero de mesa camilla) de otro misterioso asesinato, El crimen de la calle de Bordadores [1946], rodado (en la cuaresma dictada en la Postguerra) porEdgar Neville (otro pez gordo del régimen, en todos los sentidos menos el alimenticio) y basado en el  crimen de una viuda principal de envidiable posiciónde la calle Fuencarral de Madrid (a fines del s. XIX) —y cuyas sospechas planean para el ministerio fiscal sobre un tal Miguel, último pretendiente, amén de una florista—. Algo que, en el modo en que se cargan las tintas contra el“presunto implicado” antes de conocerse su inocencia, recuerda al joven Bartolomé Aragón, con su meritoria pretensión acaso de beneficiarse del prestigio del anfitrión para el prólogo de  un mamotreto de su autoría y presentado  por el Dr.García poco menos que con el homínido perfil lombrosiano del gorila de  El doblecrimen de la calle Morgue (E. A. Poe versusla salmantina morgue domiciliaria), con que se estrenan este Dupin y el narrador de tan negra crónica.
[Y las comparaciones ofenden, obviamente, porque mantener la analogía entre ambos crímenes de  sendas calles de Bordadores, haría recaer la autoría real de Petra, la criada respondona por razones intrahistóricas, del asesinato de Neville, en la leal y abnegada Aurelia, de Unamuno (en lugar del mayordomo borderline de los puños y las pistolas).]

MUERTOS (MUERTAS) Y MUERTES S. A.
                                                             (O
LA DOBLE PAUTA)

   —“¡Oh! ¡Oh! —dijo—. ¿Qué me pasa? ¿Me habrán envenenado? […]
   Ahora no parecía sufrir, pero su cabeza, pesada, descansaba sobre su hombro y sus párpados caídos nos escondían su mirada. Rouletabille se inclinó sobre su pecho y le auscultó el corazón…
   Cuando se incorporó, mi amigo tenía una cara tan tranquila como trastornada se la había visto hacía un momento. Me dijo:
   —Duerme.”
GastonLeroux [1981:191 y 192.]

“Y sé que iba de maravilla
nuestro castizo garrote vil
para ajustarle la golilla
al pescuezo más incivil.”
                  Javier Krahe, “La hoguera” [Valle de lágrimas (1980)]

“DON HILARIÓN – El aceite de ricino,
ya no es malo de tomar.
DON SEBASTIAN – ¡Pues cómo!
DON HILARION – Se administra en pildoritas,
y el efecto es siempre igual, igual, igual
DON SEBASTIÁN – Hoy las ciencias adelantan,
que es una barbaridad.
DON HILARIÓN – ¡Es una brutalidad!
DON SEBASTIÁN – ¡Es una bestialidad!
¡Es una bestialidad!”
                       Ricardo de la Vega (y Tomás Bretón), La verbena de la Paloma  [1894.]

   Lo cual no quita para que, sobre los posos de “El último café” [Muertos S.A., 2005]el Dr. borde (¡que lo borda!), tres lustros después, ese ejercicio límite de personalidad que es La doble muerte de Unamuno, como Muertos (muertas y muertes) S.A. demandaban.
   Y es que, si se trata de dar matarile al Maestro para alzarse con el santo y la limosna, nada más seguro que la “doble muerte” (‘doble pauta’ en neo-lengua española global): intoxicación —Arséni(c)o (Lupin, no confundir con Dupin), por compasión—, seguida de traumatismo craneal —el garrote (inci)vil de la pelea a garrotazo(s) con El verdugo (y no confundir con el garrotín, ni con el garrotán del palo (que también) flamenco)—. Aunque, a estas alturas del Partido, cuando “las ciencias adelantan,/que es una barbaridad”, resultaría infalible, y a la tercera va la vencida, el diagnóstico “muerte por Covid”.

                        LOS PACIENTES DEL DOCTOR GARCÍA  (JAMBRINA)
O
PACIENCIA Y SEGUIR BARAJANDO (HIPÓTESIS)

   Haciendo nuestro el título de la conocida y reconocida novela de Almudena Grandes, pues sus palabras son “matrimonio del pueblo de Madrid” y, por extensión, español y de la Humanidad toda, acompañemos pues al Dr. García, homónimo de aquel galardonado de  la mamá Grandes en su infiltración en el fascinazinante Cuartel Gral. de Salamanca a verpacientes que,muertos (S. L.) hace ya una eternidad, “gozan de excelente salud”.

¿MANUEL DE INSTRUCCIONES
                                                                 O
                                    MANUAL DE INSTRUMENTACIONES?

   “—Sólo quiero decir, AntonAntonovich, que yo voy derecho por mi camino, que detesto los rodeos, que no soy intrigante y que, si se me permite decirlo, puedo estar justamente orgullosos de ello…”
                F. M. Dostoyevski, El doble [Madrid, Alianza, 2003, p. 96.]

   “No hay una única verdad histórica. Sólo relatos del pasado diversos. Unos mejor fundados que otros”, sentenciaba la voz narradora de la investigadora en elagit-docPalabras para un fin del mundo [2020]—, escrito y dirigido por Manuel Menchón, en una declaración de principios que hace del relativismo un axioma de carácter absoluto. Para matizar acto seguido la declarada “verdad” parcial (o una más, en el pluralismo de la Historia): “La verosimilitud es discutible por el filtro traicionero de la memoria”, que rebaja la verdad a credibilidad y, precisamente, en nombre de la memoria, “traicionera” (no por frágil, sino por interesada), en una nueva relativización de la verdad ya relativa, mientras apuntala la reconstrucción monolítica, por ley, de la Memoria Histórica oficial.
    “Tampoco pretendemos ofrecer la verdad”, apostilla un año después, en comandita ya con Luis García Jambrina, por colleras (por collejas, diría más bien un castizo, a la vista de la faena) en la doble suerte de “Nota de los autores” a La doble muerte de Unamuno. “Se trata, en última instancia, de/ provocar el debate y la reflexión desapasionada sobre un asunto polémico, como casi todo lo que tiene que ver con este gran escritor e intelectual. […] tan solo hacemos uso de nuestro derecho a discrepar de la versión oficial y a poner en cuestión un relato de los hechos que, como mínimo, habría que calificar de insuficiente y confuso, cuando no de contradictorio y falaz. […] así que ya sabemos a lo que nos arriesgamos. Como siempre, será el lector el que habrá de sacar sus propias conclusiones, como habría deseado el propio don Miguel” [2021:7-8]. Declaración de intenciones en que, primero se degrada de nuevo la verdad parcial cuasi inverosímil a coloquio sobre un presunto tema de discusión que abund(i)e en su argumentarioen la mente del lector(trabajándoselo en el libro-fórum) y a disparador del mantenedor de los fuegos florales para un pseudo-debate (de “asamblea abierta” de Facultad de Fía.(te) y Letras) que rebañe más de lo mismo con persuasión y adoctrinamiento; una partitura parcial (particella) donde los silencios retumban más que las notas al pie; el texto como pretexto  para una posmoderna semiosis inagotable; después, se invoca el derecho a la disidencia respecto de la “versión oficial” (vale decir toda la bibliografía precedente), a la que acaba calificando, tras gradación descendente (o sea degradación), de “mentira”, a la vez que se asume “el riesgo” (ignoramos si por la animadversión ajena o por incapacidad propia) y, por último (no te digo que te vistas, pero ahí tienes la ropa), se deja la última palabra al lector, delegando en un brindis a la teoría de la recepción el corolario propagandístico.Una tarea, en fin, mediatizada por las valoraciones subjetivas que acotan el corpus documental—instrumentalizado al servicio de una autopsiade hermenéutica forense que confirma en el diagnóstico los prejuicios de la exégesis previa— y que condenan a Aragón in pectore desde el “minuto (Unam)uno” haciendo planear sobre él la sombra de la sospecha, como persiguiera a Luis Rosales la más alargada de Gª Lorca.Y anticipada, quoddemostrandumerat, por el mal augurio de una predicción autocumplida o, mejor dicho, una profecía de portera (después de visto, todo el mundo es muy listo): “Y eso fue lo que pasó el 12 de octubre de 1936; así que nadie dudaba que don Miguel podría volver a hacerlo desde su confinamiento si no lo callaban” [2021: 79].
NUEVA VISITA A LA BIBLIOTECA DE BOBELIA
  “La aquí llamada versión oficial de la muerte de Unamuno no es, pues [sostiene la voz cantante], más que un relato claramente propagandístico que pretende apropiarse de su figura y secuestrar su memoria”, “con intención aviesa”, “convirtiéndolo en/ un falangista, como siempre habían deseado”  [2021: 55-56]. Y la analogía con el borgiano final de “Emma Zunz” le devolverá, con efecto boomerang, el eco de la cita: “La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta” (que es el riesgo de buscar el respaldo, como testigo de parte, de un gigante universal, pues con el espaldarazo la cita se te va por el lado contrario: “sustancialmente era cierta” [56]. Y más cuando, tras el gatillazo de  un discurso persuasivo de tesis dialécticasin síntesis, la falta de datos objetivos pasa el testigo a la invención subjetiva, el científico Dr. García  entrega los trastos de inventar a su sosias novelista, Sr. Jambrina, coronando, como en el más reaccionario Romanticismo germánico, el Conocimiento científico con la Poesía.

EL (DOBLE) AUTOR DEL CRIMEN DE LESA UNAMUNIDAD

   “Quien ahora estaba sentado enfrente del señor Goliadkin era el terror del señor Goliadkin, la vergüenza del señor Goliadkin, su pesadilla d3e la víspera, en una palabra, era el propio señor Goliadkin.”
 F. M. Dostoyevski, El doble [2003: 71.]

  Y a ese tenor, no extrañará que “Luis Manuel” (valga decir el autor y su alter ego, o su doble), reconozca que “El relato, claro está, es absolutamente falso o fantasioso, pero no deja de tener su lógica narrativa” [2021: 32], a propósito de la información de laprensa republicana sobre la muerte de Unamuno, haciendo de la necesidad virtud  y arrimando el ascua a su jambrina, lo que se compadece bien con un relato ayuno de la documentación definitiva para rematar la tesis (porque quien hambre documental pasa con propaganda sueña, y a falta de faction, buena es la fiction, o la facción, y mejores son tortas).

 “El hombre bueno trata de vivir honradamente y no de cualquier modo y, además, nunca tiene un doble.”
F. M. Dostoyevski, El doble [2003, p. 131.]

                                             ANTICIPO EDITORIAL
O
                     ¿HACER ESPOILER, ESPOLEAR O HACER EXPOLIO?

     —“Se lo explicaré más tarde, cuando me parezca llegado el momento; pero no creo haber pronunciado palabras más importantes acerca del caso, si se justifica mi hipótesis.
    […]
—¿Tiene, por lo menos, alguna idea del asesino?
    —No, señor, no sé quién es el asesino, pero no se preocupe, señor Darzac, lo sabré.”
GastonLeroux [1981: 79.]

    “Seguimos sin saber qué sucedió exactamente la tarde del 31 de diciembre de 1936 en casa de don Miguel. No lo sabemos y lo más seguro es que nunca lo sepamos con absoluta certeza. Los pocos que podían haberlo revelado no lo hicieron. Uno porque ya no pudo contarlo y el otro porque se llevó su secreto a la tumba, tras pasarse la vida sosteniendo un relato, en nuestra opinión, engañoso, contradictorio y tergiversador.”
Luis García Jambrina y Manuel Menchón[2021:139.]

 “¡HAY QUE COGER LA RAZÓN POR SU LADO BUENO!”
GastonLeroux [1981: 69.]

ESTUDIO  EN ESCARLATA EN EL CUARTO AMARILLO
O
EL MISTERIO DEL ESTUDIO ROJIGUALDA(D)

   “Estudio en escarlata, ¿no? ¿Por qué no utilizar un poco la jerga artística? En la madeja incolora de la vida encontramos la hebra escarlata del asesinato, y nuestro deber consiste en desenredarla, separarla de las restantes y sacar a la luz hasta el menor de sus detalles.”
Arthur Conan Doyle [2012: 52.]

   «Durante meses el mundo entero buscó la solución a aquel oscuro problema, el más oscuro, a mi parecer, que jamás se haya propuesto a la perspicacia de nuestra policía y planteado a la conciencia de nuestros jueces. Cada cual buscó la solución a aquel problema desesperante. Fue como un dramático rompecabezas sobre el que se encarnizaron la vieja Europa y la joven América. La verdad —me permito decirlo, “ya que no podría haber en todo esto amor propio de/ autor” y no hago más que transcribir hechos sobre los cuales una documentación excepcional me permite aportar nueva luz—, es que no creo que, en el campo de la realidad o de la imaginación, en el mismo autor de Los crímenes de la Rue Morgue, o hasta en las invenciones de los sub-Edgar Poe y delos truculentos Conan Doyle, se pueda encontrar algo comparable, EN CUANTO AL MISTERIO, “con el misterio natural del ‘cuarto amarillo’”.» 
GastonLeroux [1981: 7-8.]

    Se conocen el detective y el doctor y, pese a susdiferencias, inician su colaboración en un caso de presunto asesinato, que “puede ser el comienzo de una gran amistad”. No hay sangre en la habitación, no hay heridas en el cuerpo, ni el presunto homicida estaba en la ciudad. En la pared, escrito con sangre, está la palabra «Rache» que significa 'venganza' en alemán. Deduce el detective que la víctima murió envenenada. No, no es, como habrá adivinado el instruido lector, el Estudio en escarlata, de Arthur Conan Doyle, y primer caso del detective Sherlock Holmes y el Dr. John Watson, sino La doble muerte de Unamuno, el caso en que traban conocimiento el detective Menchón y el Dr.García (,supongo), a quien el primero describe cómo cree que era el asesino: joven y dicharachero, uniformado de azul y correajes y con nociones de alemán por afinidad al Reich. Al fin, la trama sacará a la luz el cripto-protestantismo de la víctima —el anti-mormón por antonomasia: monógamo de filial e inveterada “costumbre”—, el hereje Unamuno.
    Retrato de estudio, relato de cámara cerrada y pastiche de El misterio del cuarto amarillode GastonLeroux (no el derrochón Lerroux), pero con el autor yéndose de rositas.

   «—No he entrado en el “Cuarto Amarillo” —prosiguió FrédéricLarsan—, pero me imagino que tienen la prueba de que no se podía salir de él más que por la puerta. El asesino salió por la puerta. Ahora bien, pues es imposible que sea de otra forma, así tiene que ser. Cometió el crimen y salió por la puerta. ¿En qué momento? En el momento en que le resultaba más fácil, en el momento más explicable, tan explicable que no puede haber otra explicación.»
GastonLeroux [1981: 112.]

EN CAMPO DE SABLE, UN HAZ DE GULES

     “Gracias a las notas apresuradas que sacó a lápiz, pudo reproducir casi textualmente  las preguntas y las respuestas.”
GastonLeroux [1981: 76.]     

Novela policíaca, ensayo detectivesco, relato (en blanco y) negro, con actitud incriminatoria, tendenciosa, con juicios de valor (subjetividad coloquial) machihembrados con el objetivismo formal de la documentación, y la absoluta presunción de culpabilidad del principal sospechoso: Bartolomé Aragón Gómez, intendente mercantil y Catedrático de la Escuela de Comercio, a la sazón profesor auxiliar de la Facultad de Derecho, y camisa vieja falangista, de vuelta de Huelva (tras su bilocación en el frente de Jaca y su desintegración en el de Córdoba, para materializarse en “Prensa y Propaganda” de la FE onubense, según el sabueso Luis Manuel), en semejantemisión especial —y “Lo más probable, pues, es que participara en algunas tareas de forma ocasional y secreta”[Gª y Menchón, 2021: 102]— y puesto en la picota con la letra escarlatA (y puede h/ojearse Nathaniel Hawtorne, 1850), infamado de por vida (pormuerte civil)con la A de Aragón Asesino, un haz de flechas en escarlata sobre fondo negro—“¡A Dios pongo por testículo, que nunca más volveré a pasar jambrina!”, pareciera habersejurado Gª,parafraseando a Escarlata Ojaláen Lo que el viento se llevó [Victor Fleming,1939; adap. de la novela deMargareth Mitchell, 1933], tras la Guerra Civil por antonomasia—: ¿Por orden de Millán (sel)Astray? ¡Ca! ¿De la Falange? ¡Quia! ¿O del III Reich? ¡Conspiranoia?

                    ENTRE (TO)DOS LO MATARON Y ÉL SOLO SE MURIÓ
(O SEA NI CASO)
Porque la piedra en el zapato de El doble crimen de la calle Bordadores —doble, por Gª y Menchón, no por personalidad múltiple de Unamuno, que no hubo más que uno—, el escollo es la franqueza manifiestade Unamuno hacia Franco ¿cisne blanco o patito feo?,  cuando reniega de Mola, Millán Astray y de la brutalidad de los conmilitones del golpe: “Es verdad que siguió confiando en las buenas intenciones de Franco hasta casi el final, pero ya hemos dicho que este era muy astuto, lo que le permitía presentarse con piel de cordero cuando en realidad era el macho cabrío de la jauría [2021: 16]” (¡sobre todo con su voz atiplada, que suena más a McKarraElejalde que al agudo rector encarnado por el actor!)—“Franco, que amén de astuto, era una persona muy cautelosa y sibilina”[2021: 65]—, haciendo bola con tan indigerible sapo (“sapo iscariote” llama León Felipe al Caudilloen El payaso de las bofetadas) y atragantado ante el tabú de madrugarlo (dicho en honor de su sucesor el vicerrector Madruga) creando un nuevo Gª (Lorca): “No obstante, eso no significa que no lo desearan”  [2021: 25)], para cargar la suerte en las notas que el propio Bartolomé Aragón, único testigo de la muerte de U., toma esa misma noche en el hotel: “Para estar tan afectado, la verdad es que Aragón se preocupó mucho de dejar constancia escrita cuanto antes de lo que había pasado. ¿Acaso temía olvidarlo?” [:30](ocomo si se tratara de escritura automática de un homónimo Aragón surrealista francés).

AUTODE FE
O
NO HAY DOS(IS) SIN TRES

   “La ruina moral de un edificio racional, sumada a la ruina real de la visión fisiológica cuando los ojos siguen viendo claro, ¡qué golpe tan horrible en el cráneo!”
GastonLeroux [1981:157.]
                         I
                           DE JOVEN INCENDIARIO Y DE MAYOR, BOMBERO
   “Pero dejadme, ay, que yo prefiera
la hoguera, la hoguera, la hoguera.
La hoguera tiene qué sé yo
que sólo lo tiene la hoguera.”
       Javier Krahe, “La hoguera”, Valle de lágrimas [1980]

   «Joseph Rouletabille me consideró con lástima, se sonrió negligentemente y no dudó más en confiarme que yo razonaba siempre “como una zapatilla”.»
GastonLeroux [1981: 169.]

  “’oh, jugo avinagrado de la raza, […]”
Jon Juaristi, “El sitio de Bilbao”, Diario del poeta recién cansado [Pamplona, Pamiela, 1985, p. 54.]

 ¡Qué tentación para los mnemo-correctores del agit-tank de la Historia, en el laboratorio de photoshopde la Memoria,el auto de fe  de un “Hereje solitario”, en la hoguera, y a manos de un autor de (mala) FE (“creer en lo que no se ve” y hacer algo que se vea) en la fogata de las navidades  con el fuego fatuo de las vanidades! Pues tras el envenenamiento (placebo) y la hemorragiAcRaNeal (con mensajero encriptado), no hay dos(is) sin tres. Y, para matar al mensajero, una dosis de refuerzo y tr(i)aca final de la hoguera.
En la nochevieja de 1936, hace ahora la friolera de 85 años, y a media tarde, encarnación del liberalismo satánico, Miguel de Unamuno y (en su) Jugo comienza a asarse en el brasero, como un chivo expiatorio de San Silvestre en honor de Abraxas, el dios del fuego, al calor del brasas de esa visita, Bartolomé Aragón, que “no deja de echar leña al fuego que comienza a arder bajo sus pies” [2021: 23],  hasta que empieza “a salir humo del brasero”, con olor a chamusquina, más bien, a cuerno quemado o, mejor, a pezuñas de cabrito asado. (Como si lo hubiera mirado un tuerto. ¿Susto o muerte? ¡Si no es sino
un matasuegras).“Se levantó”, “el hombre que quemaba libros” [sic, 2021: 91], el familiar del Santo Oficio (Ofidio, mejor), el sayón(sic)ario del brazo (secular) en alto de losTorquemada, a atizar el (Fran)cisco (Franco) del fuego purificador al pie del Heresiarca de capirote, y“retirarlo y vio que se quemaba una de las babuchas de don Miguel” [:28-29] —más tacaño que Torquemada en la hoguera, más polígrafo que el Tostado, quien fuera catedrático en aquella— para que no se ahumara, acecinado, antes de inhumarlo.
Qué ceremoniatan catártica la quema del Unamuninot, falla de la Civilización Occidental, en plenamascletá del I Año Triunfal, sambenitado con la muceta, encapirotado con el birrete por coroza, andando sobre ascuas por el infiernillo bibliotecario o purgatorio doméstico del brasero con zapatillas de paño, en un holocausto a domicilio y en olor de santidad,  en el  propio pebetero olímpico—olímbico,si estaba dormido en los laureles—del Premio in-Nobel, que va que ARDE,  “que viene  (antes de irse) el coco” —y mucho coco, no por su afición a la cocotología  (de las pajaritas de papiroflexia al zoo de los “tigres de papel” de su parque judásico) precisamente—,protestón en la fogata, en pos de (Atilano) Coco, el húnicopastor protestante, pasado por las armas (de fuego).

                                      II
                                             AUTO DE FE (Y DE LAS JONS)

  “Ese sistema que consiste en partir de la idea que se tiene del asesino para llegar a las pruebas que se necesitan es muy peligroso, señor Fred, pero que muy peligroso… ¡esto podría llevarlo lejos!... Cuidado con el error judicial, señor Fred; ¡lo está acechando!...”
GastonLeroux [1981: 83.]

   Y los m(n)emoingenieros ceden la palabra a Aragón, “el hombre que quemaba libros”(epíteto villano por antomonasia con que se lo rebautiza en La doble muerte), invocando la autoridad de don Miguel (de Cervantes) en “el donoso escrutinio” de la biblioteca de Alonso Quijano a manos del cura y el barbero —y cuando las barbas de tu vecino veas pelar, echa las tuyas a remojar—, un barbero contrahecho por el bachiller Aragón en el desdeñoso escrutinio de don Miguel (de Unamuno), abogado (y profesor de Derecho) del diablo con un ardor censor de acendrada—en honor al etimológico‘hacer cenizas’— tradición, yUnamuno a la brasa, en carne y hueso, genio y figurahasta la quemaduraen póstuma “Agonía del Quijotismo”, echando leña al fuego, avivando el  ardor guerrero de los atizadores de la Guerra —“Pero nunca había ocultado lo que pensaba de ciertos militares, del nazismo, del fascismo italiano y de los falangistas españoles, que no eran más que un vulgar remedo de aquellos, como Aragón sabía de sobra” [2021: 110].

                                      III
                                                    AUTO(R) DE FE

    —“Ya sé —replicó mi amigo, con una voz burlona que me sorprendió—, ya sé que ahora habrá que comer matanza.”
GastonLeroux [1981: 86.]

   «Esas notas divulgaron el golpe del “hueso de cordero” y por ellas supimos que el análisis había confirmado que las marcas dejadas en el hueso de cordero eran de “sangre humana”.»
GastonLeroux [1981: 121.]

   Pero, al punto, la falla resulta fallida, indultada in extremis, para insinuar un procedimiento más expeditivo, descartada la ponzoña, que es inversión a corto o medio plazo:agarrotado vilmente, acogotado, apuntillado. ¿Descabellado? Más descabellada, nunca mejor dicho, es la misteriosa pata de corderodel “cuarto amarillo”—de cabrito o, más castizo, hueso de jamón: ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, de Almodóvar, 1984—.
En fin, no era un “falso discípulo” Bartolomé, como se presentaba, sino el agente secreto Judas que entrega al Maestro —se entrometen, entremeten, malmeten ambos pesquisidores—, bajo la advocación de “San Judas” (el santo patrón de la policía), precursor del piolet de Ramón Mercader y la revolución permanente, este Aragón Mercantil que apiola al disidente en nombre de la revolución pendiente, a Unamuno a manosde Paco con la rebaja otra tarde de san Bartolomé: “¡Alibote, alibote,hugonote el que no bote!”

 GOLPE DE MANOE(INTER)CAMBI(AZ)O DE ROLES
(O
                                   A OTRO SABUESO CON ESE HUESO)

«Me veo más abyecto, más vil en la escala de la inteligencia que esos agentes de la Seguridad imaginados por los novelistas modernos, agentes que han adquirido su método leyendo novelas de Edgar Poe o de Conan Doyle. […] ¡has leído demasiado a Conan Doyle, amigo mío!... Sherlock Holmes te hará cometer tonterías, tonterías de razonamientos más enormes que las que se leen en los libros… Te harán detener a un inocente…[…] ¡Esperas una última prueba…, una última1 ¡Di mejor la primera, desgraciado! […] También yo me he inclinado sobre las “huellas sensibles”, pero para pedirles únicamente que entren en el círculo que había dibujado mi razón. ¡Ah1 Muchas veces el círculo fue tan estrecho, tan estrecho… Pero por estrecho que fuera, era inmenso, “¡porque no contenía más que la verdad!”… sí, sí, lo juro, las huellas sensibles nunca han sido más que mis criadas…, no han sido mis dueñas… No han hecho de mí esa cosa monstruosa, más terrible que un hombre sin ojos: ¡un hombre que ve mal!»
GastonLeroux [1981: 166.]

     Por si el ensayo no fuera ya suficiente amaño tendencioso (de parte) —en canónigo homenaje a Canon Doyle (y doyle al Doctor el epíteto épico de Conan el Bárbaro)—,el “interludio literario” (nivola ni bulo), de recreación imaginaria —fantaseo malintencionado y delirante a lo Edgar Allan Poe— , refuerza, por efecto del contraste, el presunto objetivismo documental (más que “docu”, “mental”), a la vez que prepara el golpe de mano (blanda) final al encausado, invirtiendo los parlamentos de ambos interlocutores, al atribuírsele el “Dios no puede volver la espalda a España. España se salvará porque tiene que salvarse” de Unamuno —“versión oficial”recogida del propio Aragón por elperiodista y biógrafo Emilio Salcedo [Rabaté, 2019:  64]—al falangista [Gª y Menchón, 2021: 111] y, trocando el “drama de mesa camilla” no en una “tragedia borgiana, quijotesca, shakesperiana y sofocleana” (demasiado aval de autoridades, se antoja,para cosa buena), sino en un  melodrama social, García se sale con la suya, pegando el cambiazo que ya apuntaba manerasdesde el ensayo, consumándolo por finsub specieinventionis.

¿VOLVER LA ESPADA A DIOS (EL ÁNGEL EXTERMINADOR)
O
                     UNAMUNO ENTRE LA ESPAÑA Y LA PARED?

“—Hay que seguir confiando en Dios, que para eso está de nuestro lado —indicó entonces el joven profesor.
    —La verdad es que a veces pienso si no habrá vuelto Dios la espalda a España disponiendo de sus mejores hijos —comentó Unamuno con gesto de desaliento.
—¡Eso no puede ser, don Miguel! —exclamó Aragón—. ¡Dios no puede volverle la espalda a España! ¡España se salvará porque tiene que salvarse! —añadió de forma enérgica.
—¡Cómo puede usted seguir hablando de Dios y de salvar a España, después de las atrocidades que los suyos están llevando a cabo? —replicó Unamuno sin poder contener su santa ira.”
 Luis García Jambrina y Manuel Menchón [2021:111.]

   He aquí la versión corregida y aumentada, la recreación reconstruida de sus últimas “palabras para un fin del mundo”, el remake ¿o refake? de la conversación que García, suponiendo, proponiendo y, como colofón, imponiendo ese prejuicio maniqueo de que la “salvación de España por la gracia de Dios” fuera patrimonio nacional exclusivo del nacional-catolicismodel “fajista” Aragón, como si tal unidad de destino en lo universal no fuera piedra angular del hispanismo de Unamuno, que, sin ir más lejos, en el discurso de despedida en el Paraninfo de la U. de Salamanca, en 1934, con motivo de su jubilación (y, por tanto, sus  últimas voluntades universitarias), había pedido al alumnado la salvación de ese destino común con sus “palabras para un fin de” carrera docente:“Salvadnos por España, por la España de Dios, por el Dios de España” [Trapiello, 2019: 52].
 Y, así, con malas artes de thrillero —que en su saca intelectual, malmete y entresaca y, entre dimes y diretes, donde dice digo, digo Diego— y una instrumentalizacióntorticeraproverbialen el lumpen-intelectuatde género negro, L. García (Jambrina) enmienda (¿o enmierda?) la plana al L. González (Egido)  de aquellas glosas literaturizadas de angustia existencial postrera de su Agonizar en Salamanca[1986]y en las cuales, frente a loshunos y los hotros, M. de Unamuno, entre la España y la pared, se muestra más Humanuno que ninguno —y véase, si no, el penoso escrutinio de la votación para presidente de  la República en 1931: Alcalá-Zamora, 362 vs. Unamuno, uno: unamúnico voto  (y para colmo tal vez no fuera ni el suyo) que lo condenaal ostracismo por unamunidad— en su particular comunión patria. Y motivo este, de la atracción y el interés que ya despertaba en Falange: “[…] además, los intelectuales de Falange admiraban a Unamuno, al que consideraban un pensador nacionalista-revolucionario” [Juaristi, 2012: 446] .

EL CABALLERO DEL PUNTO FIJO: 16 AÑOS ANTES
TANTO MONTA, MONTA TANTO, DESATAR COMO CORTAR

 —“Las enojosas coincidencias —le respondió mi amigo— son las peores enemigas de la verdad.”
GastonLeroux [1981: 131.]

Tras el ensayo preliminar de “El último café” [2005], cuento de carácter testimonial, asistimos ahora al ensayo generalcon todo —el que la sigue la consigue y, si sale con barba, envenenao, y si no, pues desnucao— y al clímax o desenlace del nudo gordiano del drama (y nunca mejor traído el mote cortar o desatara propósito del yugo y las flechas de los RR.CC., en cuyo nombre se habría “desnucado” a Unamuno): o de cómo un Dr. en Filología Hispánica enmendó la plana a un Dr. en Medicina forense (tanto monta, monta tanto) , refutándolo para exponer un deliberado cripto-diagnóstico de muerte naturalsospechosa —de “algo oscuro, tal vez de índole criminal […] -y esto es solo una hipótesis muy aventurada por nuestra parte-”, y tanto monta, monta tanto, Manuel como Jambrina—, de la hipotética,hipopoética “carta robada” de un homicidio encubierto —amañado por el Doctor Adolfo Núñez, “notorio republicano y que había sido de alguna forma castigado por ello” [:120]— que incrimina a su última visita, el “único testigo”.

“¡Luego dentro del círculo tengo un personaje que es dos, es decir, que, además de su personaje, es el personaje del asesino!... ¿Por qué no me había dado cuenta antes’? Sencillamente, porque el fenómeno de la duplicidad del personaje no había pasado ante mis ojos.”
GastonLeroux [1981, p. 241.]

   En sus últimas Palabras para un fin del mundo [2020], la voz investigadora de Manuel Menchón diagnosticaba “fallecimiento por hemorragia bulbar” (certificada sin autopsia),  glosando tan repentinamuerte súbita (¿hoy ya normalizada como repentinitis) como sospechosa de criminalidad (hoy en día, y en los años 30) y sólo diagnosticable mediante autopsia, por cuanto no deja marcas o, si acaso, muy escasas señales externas. Algo que se compadece bien con el presunto acogotamiento del septuagenario escritor a manos de un sicario de (San) Millán -Astray- (de la Cogolla, y a los clavos del herrero jugaba (San) Millán, (San) Millán, que era guerrero, tríquili, tríquili, tras) o, en su defecto,de Santo Domingo de (a)Silos, otro santo de  la devoción del régimen de “la lengua compañera del imperio”, por el confinamiento domiciliario del venerable anciano.
Y que Luciano González Egido, nada sospechoso de colaboracionismo con el Régimen —y cuya exaltación y estilo apasionado, entre conmovido y patético, no tiene nada que envidiar en su recreación introspectiva a la vehemencia “facha” que tanto ridiculiza —despachaba en una frase. “Los médicos certificaron su muerte por congestión cerebral.”, en la “Introducción” a su Agonizar en Salamanca [1986: 17].
  García (y Cía), por el contrario, cicatero, calculador, taimado en su reinvención —que en tiro parabólico dispara por lo alto, hacia Borges, a quien tan poco debe Unamuno, y más por santo de su devoción que porque Unamuno lo fuera del argentino—: j’accuse,
perosirviéndose del proverbial expediente de quien lanza la piedra y esconde la mano:
“Como hemos visto, carecemos de pruebas concluyentes que certifiquen que la muerte de Unamuno no fue natural. […] En nuestro contrarrelato hay, pues, una importante elipsis narrativa, un ostensible vacío, una patente omisión. Pero este libro no es un alegato jurídico [¡ah!] y los autores no somos quiénes para acusar ni juzgar a nadie [¡no?], ya que, a diferencia de los que construyeron el relato oficial, nosotros no pretendemos estar en posesión de la verdad y lo único que buscamos es aclarar, hasta donde [¿?] sea posible, las circunstancias que rodearon la muerte de Unamuno” [Gar&cía, 2021: 127].
  Y “dato mata relato”, que  apostillaría Un murciano encabronao.

LAS PRISAS ¿PRISAY/O PRI S.A? SON MALAS CONSEJERAS

“Hay que buscar, pues, entre las cinco y las seis y cuarto. ¡Qué digo las cinco!”
GastonLeroux [1981: 253.]

    “El hombre seguía muy alterado, mucho más que las hijas y que la propia Aurelia, aunque a veces daba la impresión de que sobreactuaba o exageraba un poco, como si quisiera dejar bien claro que él no había sido, que él no había tenido nada que ver. ¿Y por qué habría de haberlo matado?, se preguntarían Felisa, María y doña Pilar [vecina]. Eso era algo que no les cabía en la cabeza” [:112]. Quien se excusa, se acusa, insinúa el ministerio (de cultura) fiscal, apelando al magnánimo garantismo de laaboGa(r)cía del Diablo —con escandalizado asombro y regodeo de afectada exculpación, entre recurso de falso amparo y protestas de obvia presunción de inocencia—, a la sazón abogado. Y, acto seguido, sitúa el objetivo en el progresivo y “sospechoso” adelanto (al merme, al merme) de la hora del fallecimiento, hasta el punto (y hora) de que en esa cuenta atrás —del cálculo aproximado de los testigos (entre las 5y las 6), pasando por la hora que consta en el certificado de defunción (entre 4 y media y 5), hasta la del certificado de inhumación (entre las 4 y 4 y media), del “urgentísimo” entierro del día siguiente— el óbito se habría producido antes incluso de la llegada de Bartolomé a la C/ Bordadores.
Si a tales prisas se suma la celeridad con que el propio falangista deja constancia esa misma noche en unas notas por escrito sobre  las circunstancias de la fatal visita —¿en calidad de novio de la muerte?, le falta apuntillar a García—, a fin de conjurarcualquier sospecha—y fijando su testimonio para la versión oficial que, en forma de prólogo de J. Mª Ramos Loscertales (ex-rector, a la sazón decano de Fªy Letras y rival declarado del homólogo vizcaíno) al dichoso trabajode Bartolomé Aragón, ya a principios de 1937, lo exculparía para los restos—, se abona el terreno al gato (a falta de dato) encerrado. Y, así, se pretenden tan malas consejeras las prisas para la necrológica radiofónica de Giménez Caballero —“Pero ¿a qué venía tanta prisa y tanto celo en una fecha como esa [Nochevieja]?” [:55]—, comopara la inhumación en Año Nuevo  —“¿a qué tantas prisas? ¿Por qué tanta celeridad para enterrar a don Miguel, dado que se trataba del primer día del año? [:124]—, cuando se acaba de aplaudir, para encarecer una de las novedades que justifican La doble muerte,  la diligencia del catedrático de Derecho Civil Ignacio Serrano, “que estuvo presente en el acto [del “Día de la Raza”]y que por la tarde tomó buena nota de lo que acababa de ver y escuchar en el paraninfo” [¡Ojo!, “buena”, dice;  ¿tanta prisa tenía?, diría Gª],“oculto durante más de 80 años y dado a conocer de forma facsimilar” [:58] enEl resentimiento trágico de la vida [Rabaté eds., Pre-textos, 2019].

Y, ENTONCES, ¿TÚ POR QUÉ NO TE CALLAS?

   “Su silencio acerca de los puntos que ya conocemos se volvió contra él y parecía indudable que ese silencio iba fatalmente a aplastarlo.”
GastonLeroux [1981: 222.]

   —“En este mundo no importa demasiado lo que uno haga —replicó mi compañero con amargura—. Lo importante es de lo que uno es capaz de convencer a la gente que ha hecho.”   
Arthur Conan Doyle, Estudio en escarlata, [2012: 151.]

Tanto monta, monta tanto, sediciendocomo callando. Y el que la sigue la consigue…Pero, al fin, el parto de los montes. Tanto monta tanto como tonto (y viceversa).La parida exculpatoria de un trabajo de documentación digno de mejor Causa (General), que no empresa (PSOE S.A.), por parte de un ñaque que desempeña todos los papeles en la junta de la sala del crimen: de brigadilla de inspectores antifas o detectives-consultores al servicio del comisariado de Prensa y Propaganda, a abogados de la acusación y fisgales del Tribunaldel Pueblo (antes Frente Popular) contra Bartolomé Aragón (guerra psicológica indirecta de Gila: “Aquí alguien ha asesinado a alguien”), en esta causa particular seguida contra él como pieza suelta (¡y vaya pieza!) de la Causa General contra el Gral. Millán Astray y el franquismo en General (Franco). Pero todo ello sin más afán que el noble y leal compromiso de exhumar los restos mor(t)ales de M. de Unamuno en aras de una memotécnica Defensa de la Memoria Democrática (antes Histórica) Oficial.

                    REEDICIÓN (CORREGIDA Y AUMENTADA) DE UN BULO
O
RENDICIÓN  EN/CUBIERTA

   —“Si este hombre fue asesinado, ¿cómo lo hicieron? —preguntó el primero.
   —Veneno —dijo Holmes lacónicamente, mientras echaba a andar—.”
Arthur Conan Doyle [2012: 43.]

   “Yo no pido a los signos exteriores que me enseñen la verdad; ¡simplemente les pido que no vayan contra la verdad que me ha señalado el lado bueno de mi razón!...”
GastonLeroux [1981: 244.]

    “Seguimos sin saber qué sucedió exactamente la tarde del 31 de diciembre de 1936 en casa de don Miguel. No lo sabemos y lo más seguro es que nunca lo sepamos con absoluta certeza. Los pocos que podían haberlo revelado no lo hicieron. Uno porque ya no pudo contarlo y el otro porque se llevó su secreto a la tumba, tras pasarse la vida sosteniendo un relato, en nuestra opinión, engañoso, contradictorio y tergiversador.”
Luis García Jambrina y Manuel Menchón [2021:139.]

   “[…] igual que este jueves por la tarde.”
              Rafael Reig, Manual de literatura para caníbales [Barcelona, Debate, 2006, pp. 66.]

  En una época en que “maldito bulo” es sinónimo ¿o pseudónimo? de newtralidad, viene que ni pintiparada la reedición del bulo guerracivilista —«la alarmante noticia de que la “radio roja” estaba difundiendo la noticia de que Unamuno había sido envenenado» [2021: 42] — de la muerte del “hombre que era jueves”—siempre en medio como el… ¡qué coinsidensia!—, aquel jueves (¿qué no era nada de otro jueves?) 31 de diciembre del 36—“Treinta y uno de diciembre…, fun, funesto, funeral—, de su última Nochevieja —“La Nochevieja se viene, la Nochevieja se va, y nosotros nos ireemos y no escribiremos más”—,nocheviajedefinitivo del viejUnamuno al que se lleva la Trampa—Miguel Quijano, rodeado de Bartotomé(Cecial), escudero de guardia del bachiller Aragón Carrasco, y su figura de apego, el ama Aurelia— la víspera del Año Nuevo… Reedición…y rendición en/cubierta, pues fueron capaceslos implicados de morir antes que dejarle a GarCía pruebas del fallecimiento por… ¿una reacción adversa sobre patologías previas provocada por la vacuna(muna) antigripal española? (covíderecriptoactade defunción).
En suma, se newtraliza un bulo con un maldito bulo mayor, para acabar desinformando al lector pues,  para El Caso, “no hay caso”, sino fallo judiciosofallido. O sea, ni caso.

EXCULPATIO NON PETITA, ACUSATIO MANIFESTA
                                                             O
LO QUEDOCUMENTANON DA, SALAMANCA NON PRESTA

—“Ah, señor presidente, la razón tiene dos lados: el bueno y el malo. No hay más que uno sobre el que poder apoyarse con solidez: ¡el bueno! Se lo reconoce en que, hagas lo que hagas,/ digas lo que digas, nada puede hacer que ese lado se resquebraje.”
GastonLeroux [1981: 240-241.]

    “Hay que salvar la civilización occidental, la civilización cristiana, tan seriamente amenazada.”   
Miguel de Unamuno [25 de julio de 1936.]

    « “A él [Unamuno] le hubiera satisfecho. A José Antonio Primo de Rivera también. Y basta” […] Con esas palabras tan tajantes termina el exrector[Ramos Loscertales] su escrito, como afirmando “lo digo yo, y basta”, que es como suelen imponer su opinión y zanjar las discusiones las personas autoritarias y los sargentos cuarteleros […] Solo eso debería ser suficiente para no otorgarle a su prólogo ninguna clase de credibilidad; todo en él parece tener una clara intención propagandística.»
 Luis García y Manuel Menchón [2021: 132-133.]

    Y para este viaje no hacían falta alforjas. Haciendo de la necesidad (o necedad) virtud, aquí había dato encerrao. Y como escolio, tras meter cizaña—infama, injuria, inventa, que algo que(d)a—, aquiescente, equidistante —vale decir izquierdistante—, el dúo “sacapuntas”se despacha exculpando a la hoz (y al martillo, de la justicia popular):  
“Por desgracia, el espíritu inquisitorial no es exclusivo de la Iglesia o del franquismo. También anida, a veces, en el lado opuesto. En nuestra opinión se ha sido muy injusto con el último Unamuno, al que algunos estudiosos e historiadores todavía siguen acusando de haber colaborado con los sublevados; lo que hasta cierto punto es cierto; eso nadie puede negarlo. Sin embargo, no se le reconoce que muy pronto se dio cuenta del terrible error cometido, del que él mismo logró redimirse con un acto heroico; de ahí que acabara como terminó”[2021: 147]—. Antes devolver a afilarla guadaña y la cizalla, entre reticencias y sobreentendidos, en un desmentís “en nuestra opinión, engañoso, contradictorio y tergiversador” que aguija en el yugo y remacha las flechas en el yunque en la segundade “la doble muerte” que titula la exhumación del “pas(e)ado”: “Un final antiheroico, carente de grandeza y heroísmo, que, en lugar de redimirlo y rehabilitarlo ante los demás, lo confirmaba en su condición de traidor a la República y lo convertía para siempre en algo que nunca fue y que siempre combatió, un filofascista” [:53-54]. 
 Y a falta de la documentación concluyente,y bajo la socorrida advocación de “literatura del conocimiento” —más cerca del kitsch-prop (o, incluso, del padrecito Propp, en un ejercicio estructuralistoy funcional de variaciones del cuento popular “soviético”), que de Broch—, este meritorio esfuerzo de desinformación de un estrambótico mnemotécnico del Frente Cultural“ante el túmulo de don Miguel de Unamuno en Salamanca” —“Es verdad que su cuerpo no yace en una cuneta ni en una fosa anónima, sino en un nicho del cementerio de Salamanca perfectamente numerado e identificado” [:147]—,  que no exhuma sus restos mortales, sino sus arrestos morales endesagravio por la presuntapatrimonionacionalización que de él pretendió hacer la intelectualidad falangista —y que se compadece bien con el estrambote de aquel soneto de Miguel de Cervantes:
     “Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada,
miró al soslayo, fuese y no hubo nada.”
¿Pero quién dijo estrambote? Alibote, alibote, facha el que no me vote Vale. “Y basta”.

DONDE SE PRUEBA QUE NO SIEMPRE SE PIENSA EN TODO :
MAKEABELICISMO                
O
EL FIN JUSTIFICA LOS MASSMIEDOS

 “Los que no creemos en las casualidades hemos de pensar que fue algo intencionado.”
                    Luis García y Manuel Menchón [2021: 87.]

   “No hay crimen que descubrir; a lo sumo alguna torpe fechoría con un móvil tan transparente que hasta un funcionario de Scotland Yard puede reparar en él.”
Arthur Conan Doyle [2012: 27.]

   Malintencionado, malicioso y maquiavélico—valdrá decir maquinabélico—ensayo (o tentativa) de discurso “oficioso” de  truculenta,malsina y rocambolesca reconstrucción “narrativa” de los hechos del relato en el escenario del teatro de operaciones del día de autos rematado con su invertebrada, lumbrícida tesis blandiblup,vale decir blandibluff.   

RESUMEN DE LOS ANTERIORES EPISODIOS (NAZIONALES)
(PARA QUIENES HAN LLEGADO TARDE Y MAL AL TREN DE LA HISTORIA)
O
ALGO HUELE A PODRIDO EN SALAMARCA
(PRECUELA DE OCHO APELLIDOS VASCOS)

   “A costa de los demás españoles, [“dos pueblos industriales y disidentes, y por tanto imperialistas: los catalanes y los vascos”, “explotadores del nombre y el hombre y del hombre españoles”] han estado viviendo hasta ahora en medio de este mundo necesitado y miserable de una postguerra, en un paraíso de fiscalidad y de altos salarios.”
Francisco Maldonado de Guevara [Paraninfo de la U. de Salamanca, 12/10/1936.]

   “Habría que inventar, primero, un personaje central que sería, naturalmente, yo mismo. Y a este personaje se empezaría por darle un nombre. Le llamaría U. Jugo de la Raza; U. es la inicial de mi apellido; Jugo el primero de mi abuelo materno y el del viejo caserío de Galdácano, en Vizcaya, de donde procedía; Larraza es el nombre, vasco también […], de mi abuela paterna. Lo escribo la Raza para hacer un juego de palabras —¡gusto conceptista!—, aunque Larraza signifique pasto. Y Jugo no sé bien qué, pero no lo que en español jugo.”
Miguel de Unamuno, Cómo se hace una novela [1986: 45.]

“Y aquí está el señor obispo Plá y Deniel, catalán, para enseñaros la doctrina cristiana que no queréis conocer. Y yo, que soy vasco, llevo toda mi vida enseñándoos la lengua española que no sabéis.”
Miguel de Unamuno [Paraninfo de la U. de Salamanca, 12/10/1936.]

     “Y si de vez en cuando perpetro un vizcainismo,
que a nadie se le ocurra venir a darme vaya,
y menos a vosotros, pecheros del idioma,
que soy hidalgo viejo, del Fuero de Vizcaya.”
Jon Juaristi, “En torno al casticismo”, Arte de marear [Madrid, Hiperión, 1988, p. 32.]

 «Recordé que en Nueva York habían encontrado a un alemán con la palabra “Rache” escrita junto a él, y que los periódicos de entonces habían atribuido el crimen a las sociedades secretas.»
        Arthur Conan Doyle [2012: 147.]

   Tras un rifirrafe,en el acto del Día de la Raza del paraninfo de la Universidad salmantina , entre el hidalgo vizcaíno de Unamuno (que representa al Gral. Franco, a la sazón jefe del estado, “mientras dure la guerra”, según la apostilla del Gral. Kindelán)y el Gral. Millán Astray, resentido el rifirrifeño fundador de la Legión, muy en particular por el elogio de Unamuno (U. “Jugo de la Raza”, como bautizara a su alter egoen Cómo se hace una novela)al hispanismo de José Rizal —antiguo compañero de estudios de la carrera, “héroe filipino”[Gª y Menchón, 2021:58] y enemigo íntimo de José Millán Astray, quien recibiera su bautismo de fuego combatiendo en la antigua provinciaoriental a aquel punto filipino, por rizar el rizo de (san) José Rizal hasta volverlo liso, donde se hicieron “Baler” los últimos de Filipinas—, eso por no hablar de la desautorización de la idea de “Antiespaña” (¿y qué otra cosa era sino el “internacionalismo proletario?) o de la insultante refutación del  agravio de los nacionalismos vasco y catalán; y, aunque la rivalidad entre el guerrero y el clérigo, atrabiliarios personajes ambos ,ya veníade mucho tiempo atrás, Millán Astray se encargará de poner bajo custodia domiciliaria a Unamuno—“ se ahogaba en el encierro voluntario de su casa, que rompía de vez en cuando, impulsado por su curiosidad y su avidez de vida” [G. Egido, 1986: 240.]—, que confía exclusivamente en Franco y es cortejado por Falange Española , a fin de  evitar que se pase a la zona republicana, y trama al parecerun plan para silenciarlo.
Y reaparece en escena, a finales de año —en una intriga Jambletina(¿tras tomar conciencia social el deshumanizadoHamlet García (de Paulino Masip)?) en la “que huele a podrido en Salamarca”—,tras blanquear su paso por el frente de Andalucía —sin más noticias suyas que una quema de libros en La Rábida, ya jefe de Propaganda de Huelva(labrándose un currículum, en su hoja de servicios, como  discípulo de Pepe Goebbels)en el aniversario de la fundación de FE)—,un joven profesor falangista con quien el ex-rector apenas había tenido algún encuentro (o, más bien, encontronazo), antes del viaje de este último a Italia a un cursillo de “corporativismo” fascista, y captado por el Legionario —si bien no descartan los cazanazis que trabajara para el Reich ¿¿Rache?), cuya Inteligencia ya había conseguidoen 1935 que el Nobel de Literatura para un Unamunonobelizable, junto a Chesterton y Valéry, se declarara desierto—, se hace el encontradizo, logra colarse en casa del escritor el día de Nochevieja con una pretexto bibliófilo y, durante dichavisita, Unamuno muere de “hemorragia intercraneal del bulbo raquídeo”. Blanco y en botella, dicen los sabuesos García y Menchón. A partir de ahí, mientras el escritor es inhumado, el presunto autor del unamunicidio se esfuma, dejando la versión oficial de su  inocencia, y sus camaradas se hacen cargo del homenaje a un Unamuno filofalangista, Millán Astray, a la sazón, jefe de Prensa y Propaganda, encarga a Giménez Caballero la campaña laudatoria y la definitiva adscripción del escritor al régimen.

EPÍLOGO: APAGA Y VÁMONOS

   “Cien sospechas no constituyen una prueba.”
F. M. Dostoyevski, Crimen y castigo.

 “Probablemente ya no se conoceránnunca los detalles del caso, aunque sabemos de buena fe que el crimen ha sido consecuencia de una antigua y romántica enemistad.”
      Arthur Conan Doyle [2012: 156.]

   “amigo mío, había replicado Hálifax y Farfán, rápidamente, yo entre los libros distingo dos clases: los INÚTILES, que son casi todos, y particularmente los amigos de la fantasía y la superstición, tales como comedias y novelas, y los ÚTILES, que son escasos, y la mayor parte de los cuales están aún por escribir”
      Andrés Ibáñez, La música del mundo [2003: 67.]

Derrotapírrica —y de derrota en derrota, hasta la victoria final—, pues, en la batalla  cultural —la otra, la guerra bélica, la de veras, la ganó, como no cesa de repetir Trapiello, la derecha, para perder la de los manuales de Historia de la Literatura—, de la Prensa de “cámara  amarillista”, de esta camarilla de intelectuales (dizque) izquierdistasque, sin aclarar “el misterio del estudio amarillo”, tiñe de sombras el cuartel gualdaescarlata.
   Y así, La doble muerte de Unamuno se nos queda en “el (doble) crimen de la(y no se me diga que) calle deBurladores”(de sendos (trans)bordadores de documentación de lo más burdo), el doble crimende calumniay su consiguiente ‘pena aflictiva o infamante’: 1) en lo relativo a la muerte mortal de Don Miguel, ya que, como en el “Cuarto Amarillo”, “cuando despertó el dinosaurio”, el asesino ya no “estaba allí”, pues fue su propio organismo (que no organización homicida y, menos aún, suicidio del egotista “Yo para mí”)elque, en lalucha agónica entre razón y corazón, cedió ante las Parcas (o bordadoras),en su muerte mortal y 2), en cuanto a la muerte memorial, ladel “Yo que soy para los demás”,en su “Estudio Escarlata”, por eximir al eximio ex-Maestro de su crimen de lesa traición a la República —incriminandoa título póstumo, para los restos de su muerte civil, al “falso discípulo”, homínido ¿u homúnculo? Bartolomé,con la insidiosa autoría del homicidio, desnudando así a un santo varón de la FE para vestir a un Heresiarca.
Quizá porque, más allá de pirasbibliófobas, trituradoras editoriales o cancelaciones de la Cesura, no hayalibro inútil o reciclable, sino demasiados autores vanos y  ociosos.

“El rumor de que había sido asesinado cruzó la ciudad como un relámpago y se asentó en las conciencias dispuestas a creerlo. Lo habían envenenado” [González Egido, 1986: 270].

QUE LE DEN CAFÉ O ¡CUÉNTAME UN CUENTO Y VERÁS QUÉ CONTENTO ME VOY A LA CAMA Y TENGO MALOS SUEÑOS!” O ya no pego ojo, después de “El último café”, con Luis García Jambrina [Muertos S.A. Almería, El Gaviero, 2005].
   El régimen de confinamiento domiciliario de Unamuno se ha endurecido en lo que va de siglo XXI. Y, mientras en La doble muerte lo presenta prácticamente secuestrado —   “Desde hacía dos meses y medio vivía secuestrado en su propia casa. Por supuesto [¡?], podía salir o recibir visitas, casi siempre bajo vigilancia” [Gª y Menchón, 2021: 106]—, en “El último café” [Muertos S. A., 2005], 16 años atrás, “En contra de lo que muchos pensaban, tras el incidente del 12 de octubre, don Miguel de Unamuno no está secuestrado en su propia casa. Se trataba tan sólo de un encierro parcial y voluntario. Para demostrarlo, salía todas las tardes, de tres a cuatro, a dar un pequeño paseo y a tomar un café en la plaza Mayor. [...] Esa tarde, la última de 1936, don Miguel acudió puntual a su cita” [2005: 103 y 104]. Un agente secreto (en 2021, y por alusiones (e) indirectas “sospechamos” que sicario de Joseph Millán Astray/o a las órdenes de José Goebbels, jefe del ramo), “sentado en un taburete”, “llevaba puesto el sombrero y vestía un sombrero elegante y unos guantes de piel de cabritilla que no se había quitado” (ojo al dato). “Filomena [a la sazón, niña, y abuela después de la coeditora de El Gaviero] vio cómo el hombre del abrigo elegante abría una pequeña bolsa de papel y dejaba caer un polvillo blanco [descartamos la sacarina] en la taza de la bandeja”. “De modo que observó con resignación cómo Unamuno echaba el azucarillo en el café y le daba vueltas con mucha parsimonia. Mientras lo hacía, el anciano no dejaba de mirar al hombre del abrigo elegante, que permanecía de espaldas, absorto en la lectura del periódico. No era la primera vez que Filomena lo veía por allí, siempre en el mismo sitio, con el cuello del abrigo levantado y el sombrero calado hasta las orejas” [104-105], al autor del envenena/miento —y no porque con inocencia la nena “mienta”, ni mentarlo (avalada por el estatus del ente de ficción), sino porque quien miente, a lo Jamesbrina,es el narrador.
    De la niña sabemos, hoy, que estaba en casa aquejada también de catarro gripal (que todavía no se llamaba “Covid”, pues tal sinónimo aún no la había inventadola OMS).
De vuelta en casa, a las 4, Unamuno recibe a Bartolomé Aragón, un admirador falangista (a quien la niña no identifica, en el cuento, con el misterioso cliente camuflado), que hora  y media más tarde “no paraba de repetir entre sollozos, que él no había sido, que él no lo había hecho, que no lo había matado” [106-107], recriminándose con protestas de inocencia poder ser incriminado mutatis mutandis por único testigo, y a quien exculpan deudos y vecinos, amén del narrador/alter ego del comisario de Prensa y Propaganda del Frente Popular (reconstituido): “Pero bien pudieron ser otras las manos asesinas” [108].
“Al día siguiente, [Filomena] creyó ver, de repente, al hombre del sombrero elegante; estaba de espaldas, hablando con un militar que llevaba un parche en un ojo” [109]. El  sicario dando el parte de novedades (ojo al parche), al jefe de  Prensa y Propaganda de los sublevados, Gral. MiilánAstray—don Millán, “un asesino español”, R. J. Sender—. “En ese momento, el hombre del abrigo elegante [de ahora en adelante: el HdAE] se dio la vuelta […] Tenía una mirada fría y cortante como una navaja de afeitar. [obsérvese el contraste con el ojo avizor del Azor, ]. Era él, seguro que era él”. “Me tortura la idea de que podría haber evitado su muerte o, al menos, haber señalado a su presunto asesino. […] Al HdAE no volvía a verlo nunca. Es muy probable que se lo llevara el viento frío de la guerra; aunque también es posible que haya estado conviviendo entre nosotros, sin enterarnos, durante mucho tiempo.” Y “[…] puede usted utilizar esta carta para la biografía que está escribiendo sobre don Miguel. Ojalá sirva para aclarar su muerte, después de tantos años, y hacerle un poco de justicia, aquí en la tierra” [2005: 109 y 110].

“El caso es que, para entonces, Unamuno se había convertido en una figura muy peligrosa a la que no convenía mantener como rehén durante mucho tiempo, ya que se mostraba dispuesto a hablar a/ toda costa y a decir a quien quisiera escucharlo lo que pensaba, aunque eso supusiera un riesgo para él; de hecho, lo único que lo frenaba era el que pudiera correr su familia. Unamuno era, por tanto, una bomba de relojería que podía estallar en cualquier momento y provocar un daño incalculable a la causa de los sublevados” [García y Menchón, 2021: 66-67].

«En cuanto al caudillo —supongo que se refiere al pobre general Franco— no acaudilla nada en esto de la represión, del salvaje terror, de la retaguardia. Deja hacer. Esto, lo de la represión de retaguardia, corre a cargo de un monstruo de perversidad, ponzoñoso y rencoroso. Es el general Mola. Ese vesánico no ha venido —al revés de Franco— si no (sic) a vengar supuestos agravios de tiempos de la dictadura primo-riberana (sic) […]
   »Qué cándido y qué ligero anduve al adherirme al movimiento de Franco, sin contar con los otros, y fiado —como sigo estándolo— en este supuesto caudillo. Que no consigue civilizar y humanizar a sus colaboradores. Dije, y Franco lo repitió, que lo que hay que salvar en España es la “civilización occidental cristiana” puesta en peligro por el bolchevismo, pero los métodos que emplean no son civiles, ni son occidentales, sino africanos —el África no es, espiritualmente, Occidente— ni menos son cristianos. Porque el grosero catolicismo/ tradicionalista español apenas tiene nada de cristiano. Eso es militarización africana pagano-imperialista: y el pobre Franco […] se ve arrastrado en ese camino de perdición. Y así nunca llegará la paz verdadera. Vencerán, pero no convencerán, conquistarán, pero no convertirán» [carta a Quintín de Torre, 13/XII/36, en G. Egido, 1986: 227-228.]
  Última versión de su “guerra (in)civil”, glosada por Juaristi [2012: 458]: «Tenía suficientes datos para saber que a Franco no le arrastraba nadie, y que como jefe supremo de la rebelión era directo responsable del “salvaje terror2 ejercido sobre los republicanos. […] Creo que de esto, precisamente, de tener la certeza de que las cosas eran así, nacía la desafiante insolencia de Miguel ante la censura y las libertades que se tomaba, impensables en otro cualquiera, a la hora de insultar a los falangistas, a Millán Astray, […], a todos menos a Franco; en la seguridad de que el Caudillo había decidido que él, Unamuno, tenía que vivir; de que Franco era quien había evitado que su antiguo compañero legionario se resarciera del discurso del paraninfo de la única manera que sabía cobrarse las ofensas.»  

«Acaso por gratitud [por haber sido confirmado en el cargo de rector vitalicio por la Junta de Defensa a los pocos día de su destitución por el propio Presidente M. Azaña] Unamuno hizo donación de cinco mil pesetas al bando nacional en una de las “suscripciones” habituales entonces para sostener los gastos de la rebelión. Una fortuna: el sueldo de seis meses de un catedrático. Dada la proverbial tacañería del rector, su biógrafo Rabaté supone (sin pruebas) que se trató únicamente de un señuelo, sin efectos crematísticos, para despertar la solidaridad de otros patriotas» [Trapiello, 2019: 56]. Rectorado que le volverían a madrugar (dicho sea en honor del amigo) pocos días después del Día de la Raza a favor del vicerrector Esteban Madruga. Y en sus propias palabras, “con ayuda de cierta inclinación a la avaricia que me ha acompañado siempre y que cuando estoy solo, lejos de mi familia, no halla contrapeso” [Unamuno, 1986: 62].

“Su gresca en el paraninfo, lejos de disgustarles, había entusiasmado a muchos de ellos, porque se había atrevido a plantar cara a la derecha tradicional. Así que se acostumbraron a visitar al viejo réprobo y a acompañarlo en sus paseos, sin preocuparse del policía que los seguía a prudente distancia. González Egido es algo injusto con ellos cuando afirma que sólo querían sacarle un material de primera clase para sus futuras memorias de guerra. Eso también es cierto, pero vendría después. Víctor de la Serna, Antonio Obregón y una nutrida cohorte de escritores falangistas asediaron amorosamente a Unamuno después de que éste cayera en desgracia” [Juaristi, 2012: 444].

  “Ni que decir tiene que todas aquellas palabras de erudición histórica y de civilización eclesiástica, rehogadas por la pasión política del ambiente, producían un efecto vasodilatador sobre las conciencias cainitas de la gente apezuñada en el Paraninfo […]”; «[…] respondieron, premiosos y contundentes, a las urgencias gregarias del rito falangista con los gritos habituales de la rebelión, […] y todos expectoraron la contestación requerida, espontánea a fuerza de repetición pavloviana [¿del Dr. Pavlov o de la Pavlova?] y coacciones belicosas […]»; “Como estaba programado, desde el primer tiro de la rebelión, los aplausos se atropellaron por hacerse evidentes y sonoros, acelerando la circulación de la sangre, que congestionaba los cerebros apezuñados en el Paraninfo del nacionalismo y el odio” [G. Egido, 1986: 133-134-135].

“Conocidos estos antecedentes, ¡qué podemos esperar del relato de Loscertales sobre la muerte de Unamuno? Exagerando un poco, sería como si encargáramos el obituario de una persona a uno de sus rivales o enemigos” [García y Menchón, 2021: 33].

“Soy un detective-consultor, si usted entiende lo que es esto. Aquí en Londres hay un montón de detectives del gobierno y un montón de detectives privados. Cuando estos señores andan desorientados, acuden a mí, y me las ingenio para ponerlos en la pista acertada. Me suministran todas las pruebas, y generalmente soy capaz, con ayuda de mis conocimientos de la historia del7 crimen, de indicarles el camino a seguir” [Conan Doyle,2012: 24-25].

Se refieren García y Menchón a “los rumores insistentes sobre el envenenamiento de Unamuno que circulaban por la ciudad, difundidos por una emisora republicana” [Rabaté, 2019: 555], que, sin embargo, más adelante, y contradictoriamente, rebaten a los Rabaté  negando que esa noche transcendiera la noticia al bando leal, cuya información sobre el “caso Unamuno” por lo demás, reconocen, incurría en errores de bulto.

Título del 28º y penúltimo capítulo de El misterio del cuarto amarillo, de GastonLeroux [1981].

“En 2018, el matrimonio Rabaté, máximos especialistas en Unamuno, llegó a la conclusión de que la versión del incidente del paraninfo que circuló durante 70 años había sido ficcionalización más o menos épica del periodista republicano en el exilio Luis Portillo, a partir de estas crónicas y testimonios [de los intervinientes y algunos testigos más]” [Trapiello, 2019: 57]. 

“Cierto, nunca conoceremos cuáles fueron las palabras exactas que se pronunciaron el 12 de octubre en aquel paraninfo, únicamente las cuarenta, sueltas, inconexas, inconexas que escribió Unamuno en aquel sobre” [Trapiello, 2019: 58]. 

“Jefe de la Sección de Prensa y Propaganda de la comisión de Cultura y Enseñanza de la junta técnica del Estado”, que regía con autoridad castrense, el fundador de la Legión era “Persona culta e inteligente”, pero “Unamuno, […], representaba todo lo que él más despreciaba, y, por lo general, no se molestaba en ocultarlo. Y algo parecido cabe decir de don Miguel” [Gª y Menchón, 2021: 70 y 71]. Orador y defensor, tal para cual. 

Y así lo cuenta, de su puño y letra, en carta a su amigo Quintín de Torre (1/XII/36): “[…] le escribo desde una cárcel disfrazada, que tal es hoy esta mi casa. No es que esté oficialmente confinado en ella, pero sí con un policía —¡pobre esclavo!— a la puerta que me sigue a donde vaya a cierta distancia. La cosa es que no me vaya de Salamanca, donde me retienen como rehén no sé de qué ni para qué. […] Resolución; que se me destituyó del rectorado y se me tiene de rehén”. “Y aquí me tiene usted en esta Salamanca, […] donde se fragua la falsificación de lo que pasa y donde se le encarcela a uno en su casa por decir la verdad a aquellos a quienes se adhirió y en una solemnidad en que llevaba la representación del caudillo del movimiento” [G. Egido, 1986: 210 y 212].

Sobre la actitud de Falange hacia Unamuno el 12 de octubre opina Juaristi: “La huida del paraninfo no debió de ser tan precipitada como se ha descrito. […] Ahora bien, lo más sorprendente son los ademanes de los falangistas que lo rodean levantando el brazo. Es evidente que están gritando (¿o cantando?), pero sus rostros no miran, salvo alguna rara excepción, al viejo rector. Sus rostros no están crispados; en todo caso, algunos reflejan preocupación. ¿Y si lo estuvieran protegiendo, evitando que se pusiera al alcance de los legionarios o de la furia vengativa de los franquistas salmantinos? Tal vez esta hipótesis explique lo que fue la conducta posterior de los falangistas hacia Miguel.”  Y, a la recíproca, en la de este hacia aquellos, en su versión de mediados de diciembre: «Los falangistas han desaparecido del escenario; ahora son Mola y los carlistas los responsables de la locura asesina en la retaguardia. De hecho, ya había comenzado a atenuar las responsabilidades de Falange en la primera carta a Quintín de Torre: “Parece que los desgraciados falangistas empiezan a reaccionar y a avergonzarse, si es que no a arrepentirse, del papel de verdugos que han estado haciendo, pero la hidrófoba jauría ahulla (sic) más que nunca”. Era indudable para él que, cualquiera que fuese el resultado de la guerra, seguiría a ésta una dictadura brutal» [2012: 442- 457]. 
   El unamunólogo vizcaíno descarta, pues, en dicha fotografía en blanco y negro el conflicto entre la FE (no la FET, sino la fetén) y laRAZÓN. (aumentativo de “raza”, como “corazón”  lo sería de ¿“coraza”?).

 

«[…] El individuo fue detenido, al parecer, en las habitaciones de un tal señor Sherlock Holmes, que ha demostrado, como aficionado, cierto talento detectivesco, y que, junto a estos maestros, podría adquirir con el tiempo hasta cierto punto su misma destreza. Es de esperar que se ofrezca algún/ tipo de homenaje a estos dos detectives de Scotland Yard, como justo reconocimiento a sus servicios.
—¿No se lo dije desde el principio? —exclamó Sherlock Holmes, echándose a reír—. Este es el resultado de nuestro “estudio en escarlata”: ¡que les hagan un homenaje!»     
Arthur Conan Doyle [2012:156-157.]

 

 


 

 

Luis Arturo

Rolando Revagliatti

Foto: Mirta Dans

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

BIBLIOCRACIA

CONAN DOYLE, ARTHUR [2012]: Estudio en escarlata, Barcelona, Debolsillo.
GARCÍA JAMBRINA, LUIS y MENCHÓN, MANUEL [2021]: La doble muerte de
Unamuno, Madrid, Capitán Swing.
GARCÍA JAMBRINA, LUIS [2005]: “El último café”, en Muertos S.A. Almería, El
Gaviero.
GONZÁLEZ EGIDO, LUCIANO[1986]: Agonizar en Salamanca. Unamuno (julio-
diciembre 1936), Madrid, Alianza.
JUARISTI, JON [2012]: Miguel de Unamuno, Madrid, Taurus.
LEROUX, GASTON [1981]: El misterio del cuarto amarillo, Madrid, Anaya.
MENCHÓN, MANUEL (dir.) [2020]:Palabras para un fin del mundo, RTVE.
RABATÉ, COLETTE y JEAN-CLAUDE [2019]: Miguel de Unamuno: biografía,
     Barcelona, Galaxia Gutenberg.
TRAPIELLO, ANDRÉS [2019]: Las armas y las letras, Barcelona, Destino.
UNAMUNO, MIGUEL DE [1986]: Cómo se hace una novela, Bilbao, Asociación de Amigos de Unamuno.

NOTAS

“El rumor de que había sido asesinado cruzó la ciudad como un relámpago y se asentó en las conciencias dispuestas a creerlo. Lo habían envenenado” [González Egido, 1986: 270].

QUE LE DEN CAFÉ O ¡CUÉNTAME UN CUENTO Y VERÁS QUÉ CONTENTO ME VOY A LA CAMA Y TENGO MALOS SUEÑOS!” O ya no pego ojo, después de “El último café”, con Luis García Jambrina [Muertos S.A. Almería, El Gaviero, 2005].
   El régimen de confinamiento domiciliario de Unamuno se ha endurecido en lo que va de siglo XXI. Y, mientras en La doble muerte lo presenta prácticamente secuestrado —   “Desde hacía dos meses y medio vivía secuestrado en su propia casa. Por supuesto [¡?], podía salir o recibir visitas, casi siempre bajo vigilancia” [Gª y Menchón, 2021: 106]—, en “El último café” [Muertos S. A., 2005], 16 años atrás, “En contra de lo que muchos pensaban, tras el incidente del 12 de octubre, don Miguel de Unamuno no está secuestrado en su propia casa. Se trataba tan sólo de un encierro parcial y voluntario. Para demostrarlo, salía todas las tardes, de tres a cuatro, a dar un pequeño paseo y a tomar un café en la plaza Mayor. [...] Esa tarde, la última de 1936, don Miguel acudió puntual a su cita” [2005: 103 y 104]. Un agente secreto (en 2021, y por alusiones (e) indirectas “sospechamos” que sicario de Joseph Millán Astray/o a las órdenes de José Goebbels, jefe del ramo), “sentado en un taburete”, “llevaba puesto el sombrero y vestía un sombrero elegante y unos guantes de piel de cabritilla que no se había quitado” (ojo al dato). “Filomena [a la sazón, niña, y abuela después de la coeditora de El Gaviero] vio cómo el hombre del abrigo elegante abría una pequeña bolsa de papel y dejaba caer un polvillo blanco [descartamos la sacarina] en la taza de la bandeja”. “De modo que observó con resignación cómo Unamuno echaba el azucarillo en el café y le daba vueltas con mucha parsimonia. Mientras lo hacía, el anciano no dejaba de mirar al hombre del abrigo elegante, que permanecía de espaldas, absorto en la lectura del periódico. No era la primera vez que Filomena lo veía por allí, siempre en el mismo sitio, con el cuello del abrigo levantado y el sombrero calado hasta las orejas” [104-105], al autor del envenena/miento —y no porque con inocencia la nena “mienta”, ni mentarlo (avalada por el estatus del ente de ficción), sino porque quien miente, a lo Jamesbrina,es el narrador.
    De la niña sabemos, hoy, que estaba en casa aquejada también de catarro gripal (que todavía no se llamaba “Covid”, pues tal sinónimo aún no la había inventadola OMS).
De vuelta en casa, a las 4, Unamuno recibe a Bartolomé Aragón, un admirador falangista (a quien la niña no identifica, en el cuento, con el misterioso cliente camuflado), que hora  y media más tarde “no paraba de repetir entre sollozos, que él no había sido, que él no lo había hecho, que no lo había matado” [106-107], recriminándose con protestas de inocencia poder ser incriminado mutatis mutandis por único testigo, y a quien exculpan deudos y vecinos, amén del narrador/alter ego del comisario de Prensa y Propaganda del Frente Popular (reconstituido): “Pero bien pudieron ser otras las manos asesinas” [108].
“Al día siguiente, [Filomena] creyó ver, de repente, al hombre del sombrero elegante; estaba de espaldas, hablando con un militar que llevaba un parche en un ojo” [109]. El  sicario dando el parte de novedades (ojo al parche), al jefe de  Prensa y Propaganda de los sublevados, Gral. MiilánAstray—don Millán, “un asesino español”, R. J. Sender—. “En ese momento, el hombre del abrigo elegante [de ahora en adelante: el HdAE] se dio la vuelta […] Tenía una mirada fría y cortante como una navaja de afeitar. [obsérvese el contraste con el ojo avizor del Azor, ]. Era él, seguro que era él”. “Me tortura la idea de que podría haber evitado su muerte o, al menos, haber señalado a su presunto asesino. […] Al HdAE no volvía a verlo nunca. Es muy probable que se lo llevara el viento frío de la guerra; aunque también es posible que haya estado conviviendo entre nosotros, sin enterarnos, durante mucho tiempo.” Y “[…] puede usted utilizar esta carta para la biografía que está escribiendo sobre don Miguel. Ojalá sirva para aclarar su muerte, después de tantos años, y hacerle un poco de justicia, aquí en la tierra” [2005: 109 y 110].

“El caso es que, para entonces, Unamuno se había convertido en una figura muy peligrosa a la que no convenía mantener como rehén durante mucho tiempo, ya que se mostraba dispuesto a hablar a/ toda costa y a decir a quien quisiera escucharlo lo que pensaba, aunque eso supusiera un riesgo para él; de hecho, lo único que lo frenaba era el que pudiera correr su familia. Unamuno era, por tanto, una bomba de relojería que podía estallar en cualquier momento y provocar un daño incalculable a la causa de los sublevados” [García y Menchón, 2021: 66-67].

«En cuanto al caudillo —supongo que se refiere al pobre general Franco— no acaudilla nada en esto de la represión, del salvaje terror, de la retaguardia. Deja hacer. Esto, lo de la represión de retaguardia, corre a cargo de un monstruo de perversidad, ponzoñoso y rencoroso. Es el general Mola. Ese vesánico no ha venido —al revés de Franco— si no (sic) a vengar supuestos agravios de tiempos de la dictadura primo-riberana (sic) […]
   »Qué cándido y qué ligero anduve al adherirme al movimiento de Franco, sin contar con los otros, y fiado —como sigo estándolo— en este supuesto caudillo. Que no consigue civilizar y humanizar a sus colaboradores. Dije, y Franco lo repitió, que lo que hay que salvar en España es la “civilización occidental cristiana” puesta en peligro por el bolchevismo, pero los métodos que emplean no son civiles, ni son occidentales, sino africanos —el África no es, espiritualmente, Occidente— ni menos son cristianos. Porque el grosero catolicismo/ tradicionalista español apenas tiene nada de cristiano. Eso es militarización africana pagano-imperialista: y el pobre Franco […] se ve arrastrado en ese camino de perdición. Y así nunca llegará la paz verdadera. Vencerán, pero no convencerán, conquistarán, pero no convertirán» [carta a Quintín de Torre, 13/XII/36, en G. Egido, 1986: 227-228.]
  Última versión de su “guerra (in)civil”, glosada por Juaristi [2012: 458]: «Tenía suficientes datos para saber que a Franco no le arrastraba nadie, y que como jefe supremo de la rebelión era directo responsable del “salvaje terror2 ejercido sobre los republicanos. […] Creo que de esto, precisamente, de tener la certeza de que las cosas eran así, nacía la desafiante insolencia de Miguel ante la censura y las libertades que se tomaba, impensables en otro cualquiera, a la hora de insultar a los falangistas, a Millán Astray, […], a todos menos a Franco; en la seguridad de que el Caudillo había decidido que él, Unamuno, tenía que vivir; de que Franco era quien había evitado que su antiguo compañero legionario se resarciera del discurso del paraninfo de la única manera que sabía cobrarse las ofensas.»  

«Acaso por gratitud [por haber sido confirmado en el cargo de rector vitalicio por la Junta de Defensa a los pocos día de su destitución por el propio Presidente M. Azaña] Unamuno hizo donación de cinco mil pesetas al bando nacional en una de las “suscripciones” habituales entonces para sostener los gastos de la rebelión. Una fortuna: el sueldo de seis meses de un catedrático. Dada la proverbial tacañería del rector, su biógrafo Rabaté supone (sin pruebas) que se trató únicamente de un señuelo, sin efectos crematísticos, para despertar la solidaridad de otros patriotas» [Trapiello, 2019: 56]. Rectorado que le volverían a madrugar (dicho sea en honor del amigo) pocos días después del Día de la Raza a favor del vicerrector Esteban Madruga. Y en sus propias palabras, “con ayuda de cierta inclinación a la avaricia que me ha acompañado siempre y que cuando estoy solo, lejos de mi familia, no halla contrapeso” [Unamuno, 1986: 62].

“Su gresca en el paraninfo, lejos de disgustarles, había entusiasmado a muchos de ellos, porque se había atrevido a plantar cara a la derecha tradicional. Así que se acostumbraron a visitar al viejo réprobo y a acompañarlo en sus paseos, sin preocuparse del policía que los seguía a prudente distancia. González Egido es algo injusto con ellos cuando afirma que sólo querían sacarle un material de primera clase para sus futuras memorias de guerra. Eso también es cierto, pero vendría después. Víctor de la Serna, Antonio Obregón y una nutrida cohorte de escritores falangistas asediaron amorosamente a Unamuno después de que éste cayera en desgracia” [Juaristi, 2012: 444].

  “Ni que decir tiene que todas aquellas palabras de erudición histórica y de civilización eclesiástica, rehogadas por la pasión política del ambiente, producían un efecto vasodilatador sobre las conciencias cainitas de la gente apezuñada en el Paraninfo […]”; «[…] respondieron, premiosos y contundentes, a las urgencias gregarias del rito falangista con los gritos habituales de la rebelión, […] y todos expectoraron la contestación requerida, espontánea a fuerza de repetición pavloviana [¿del Dr. Pavlov o de la Pavlova?] y coacciones belicosas […]»; “Como estaba programado, desde el primer tiro de la rebelión, los aplausos se atropellaron por hacerse evidentes y sonoros, acelerando la circulación de la sangre, que congestionaba los cerebros apezuñados en el Paraninfo del nacionalismo y el odio” [G. Egido, 1986: 133-134-135].

“Conocidos estos antecedentes, ¡qué podemos esperar del relato de Loscertales sobre la muerte de Unamuno? Exagerando un poco, sería como si encargáramos el obituario de una persona a uno de sus rivales o enemigos” [García y Menchón, 2021: 33].

“Soy un detective-consultor, si usted entiende lo que es esto. Aquí en Londres hay un montón de detectives del gobierno y un montón de detectives privados. Cuando estos señores andan desorientados, acuden a mí, y me las ingenio para ponerlos en la pista acertada. Me suministran todas las pruebas, y generalmente soy capaz, con ayuda de mis conocimientos de la historia del7 crimen, de indicarles el camino a seguir” [Conan Doyle,2012: 24-25].

Se refieren García y Menchón a “los rumores insistentes sobre el envenenamiento de Unamuno que circulaban por la ciudad, difundidos por una emisora republicana” [Rabaté, 2019: 555], que, sin embargo, más adelante, y contradictoriamente, rebaten a los Rabaté  negando que esa noche transcendiera la noticia al bando leal, cuya información sobre el “caso Unamuno” por lo demás, reconocen, incurría en errores de bulto.

Título del 28º y penúltimo capítulo de El misterio del cuarto amarillo, de GastonLeroux [1981].

“En 2018, el matrimonio Rabaté, máximos especialistas en Unamuno, llegó a la conclusión de que la versión del incidente del paraninfo que circuló durante 70 años había sido ficcionalización más o menos épica del periodista republicano en el exilio Luis Portillo, a partir de estas crónicas y testimonios [de los intervinientes y algunos testigos más]” [Trapiello, 2019: 57]. 

“Cierto, nunca conoceremos cuáles fueron las palabras exactas que se pronunciaron el 12 de octubre en aquel paraninfo, únicamente las cuarenta, sueltas, inconexas, inconexas que escribió Unamuno en aquel sobre” [Trapiello, 2019: 58]. 

“Jefe de la Sección de Prensa y Propaganda de la comisión de Cultura y Enseñanza de la junta técnica del Estado”, que regía con autoridad castrense, el fundador de la Legión era “Persona culta e inteligente”, pero “Unamuno, […], representaba todo lo que él más despreciaba, y, por lo general, no se molestaba en ocultarlo. Y algo parecido cabe decir de don Miguel” [Gª y Menchón, 2021: 70 y 71]. Orador y defensor, tal para cual. 

Y así lo cuenta, de su puño y letra, en carta a su amigo Quintín de Torre (1/XII/36): “[…] le escribo desde una cárcel disfrazada, que tal es hoy esta mi casa. No es que esté oficialmente confinado en ella, pero sí con un policía —¡pobre esclavo!— a la puerta que me sigue a donde vaya a cierta distancia. La cosa es que no me vaya de Salamanca, donde me retienen como rehén no sé de qué ni para qué. […] Resolución; que se me destituyó del rectorado y se me tiene de rehén”. “Y aquí me tiene usted en esta Salamanca, […] donde se fragua la falsificación de lo que pasa y donde se le encarcela a uno en su casa por decir la verdad a aquellos a quienes se adhirió y en una solemnidad en que llevaba la representación del caudillo del movimiento” [G. Egido, 1986: 210 y 212].

Sobre la actitud de Falange hacia Unamuno el 12 de octubre opina Juaristi: “La huida del paraninfo no debió de ser tan precipitada como se ha descrito. […] Ahora bien, lo más sorprendente son los ademanes de los falangistas que lo rodean levantando el brazo. Es evidente que están gritando (¿o cantando?), pero sus rostros no miran, salvo alguna rara excepción, al viejo rector. Sus rostros no están crispados; en todo caso, algunos reflejan preocupación. ¿Y si lo estuvieran protegiendo, evitando que se pusiera al alcance de los legionarios o de la furia vengativa de los franquistas salmantinos? Tal vez esta hipótesis explique lo que fue la conducta posterior de los falangistas hacia Miguel.”  Y, a la recíproca, en la de este hacia aquellos, en su versión de mediados de diciembre: «Los falangistas han desaparecido del escenario; ahora son Mola y los carlistas los responsables de la locura asesina en la retaguardia. De hecho, ya había comenzado a atenuar las responsabilidades de Falange en la primera carta a Quintín de Torre: “Parece que los desgraciados falangistas empiezan a reaccionar y a avergonzarse, si es que no a arrepentirse, del papel de verdugos que han estado haciendo, pero la hidrófoba jauría ahulla (sic) más que nunca”. Era indudable para él que, cualquiera que fuese el resultado de la guerra, seguiría a ésta una dictadura brutal» [2012: 442- 457]. 

   El unamunólogo vizcaíno descarta, pues, en dicha fotografía en blanco y negro el conflicto entre la FE (no la FET, sino la fetén) y laRAZÓN. (aumentativo de “raza”, como “corazón”  lo sería de ¿“coraza”?). @ Agitadoras.com 2022