Nadie, nunca, jamás, le ha vencido en un pulso de miradas. Ahí donde la ven, la joven Minnie, de padre cubano y madre de Martinica, doblega con sus ojos de miel de la Alcarria al que se le pone por delante, hombre o mujer, tierno, insípido o cruel, labriego o marqués, castellano o escocés. Sin ir más lejos, peluquero e iluminador fallecieron en la sesión a la que pertenece esta instantánea. El fotógrafo salvó la vida por la cámara, que atenuó el impacto directo de los rayos de sol antillanos.
Le dicen “Rihanna”, le dicen “J. Lo”, le dicen “pisa fuerte, que paga el ayuntamiento”, le dicen “tus pechos son cantaritos de agua fresca”; no paran de decirle, y ella se ríe, y con esos labios, que son los labios de la canción de Danza Invisible, dice cosas en francés que nadie entiende y a todos perturban.
No le mires a los ojos, retira la mirada a tiempo -si puedes-. Cada segundo es un trago largo de ron y caña de azúcar.