Escucho en bucle Demasiadas mujeres, de C. Tangana, y Ay mamá, de Rigoberta Bandini, hasta que me acaban pareciendo la misma canción. La mujer como objeto de deseo y perdición y la mujer como símbolo de resiliencia y heroicidad. Pienso que hace años no me habría percatado de la importancia de ese pronombre reflexivo en la frase «no he olvidado el olor de la que me follé en el baño de un garito borracho en Berlín». También pienso en todos esos hombres a los que les molesta la canción de Rigoberta por cuestiones que van más allá de la música, todos esos hombres que se sienten amenazados. Los tentáculos de la política llegan hasta los pronombres reflexivos que utilizamos, hasta la coreografía que ejecutamos sobre un escenario. La política no es ajena a nuestra playlist. Decantarte por un tema u otro te convierte automáticamente en sospechoso de algo terrible. Salgo del bucle y, como soy muy moderno, me pongo Clara, ese tema inmortal de Joan Baptista Humet. Lo único que lamento es no saber silbar.