-Estimado alumno, te noto triste hoy
-Sí, lo estoy, maestro. No se lo puedo negar
-¿Qué te ocurre, si puede saberse?
-Nada, cosas del carácter de uno que parece que no va con estos tiempos...
-¿Qué te aflige, amigo mío? Llevamos hablando muchas jornadas. ¿Por qué no cuentas que te ronda en
tu cabeza y tu corazón?
-Siento mucho dolor por dentro por alguien que me amó y ya no me estima.
Por una mujer que era su todo y ahora no soy nada. Me ha expulsado de su
vida y ha puesto otro príncipe. Yo era un hombre perfecto, maravilloso, sin defectos. El tipo que tenía haber aparecido hace veinte años.
Ahora no soy nada. Nadie. Un apestado. Mi suerte no corre pareja a la suya.
Mi destino dice que no le importa.
-Querido amigo mío, ¿hace mucho que estás con esta comezón en el alma?
-Empezamos una historia hace tres años pero al año justo por motivos que
no veo claros, me dejó para, según ella, no volver nunca más.
-¿Qué motivos esgrimió?
-Cosas de cama. Decía que había cosas que no le gustaban de mí. Que no le
hacía caso, que la humillaba. ¿Cómo voy a querer “humillar” a la mujer que
amo, que para mi desgracia, sigo amando...?
-Ya... Y tú, ¿qué piensas de los motivos que manifestó para dejarte?
-Al principio quise entenderle, reconocer que me había equivocado. Le pedí
perdón y que nunca volvería o ocurrira. Quise convencerla que ese no es motivo fuerte para romper una relación, para cerrar una historia que surgió muy muy hermosa en sus instantes de
la desolación.
-Quizás ella sí se sentía humillada por tu comportamiento, te dio algún aviso
y tu no reaccionaste como esperaba...
-Puede ser, puede ser, maestro. No voy a discutir esa cuestión ahora pero yo no dejaría a alguien por algo que tiene solución si hablábamos, discutíamos y
llegábamos a un acuerdo. Como pensé que habíamos logrado una semana
antes.
-¿Y a qué conclusión has llegado, amigo, tras esa negativa de ella a una posi-
ble reconciliación?
-He estado muchos días con el pensamiento en las paredes, en los espacios que
compartimos juntos. En la playa hoy desierta de nuestra cama, en la salita,
espacio de encuentro para nuestros besos y confidencias. En la cama que hoy
me mira vacía, solitaria, desangelada.
Siento con amargura, con dolor, que preparó una escena para dejarme atrás
y la cama fue el pretexto perfecto para decirme adiós. Al tiempo, a los meses
me dijo mientras tomábamos un café que un tipo le hacía tilín y ahí sentí que
una cuchillada me rozaba el corazón. Empecé a pensar que ya conocía a ese individuo al tiempo que rumiaba su marcha. Preparaba mi salida al tiempo que la entrada del otro.
-¿Sientes celos entonces...?
-Siento dolor porque no me diera una sola oportunidad y arreglar nuestros problemas. Estuve al lado de ella en sus peores momentos tras la separación de su
ex, cuando no tenía trabajo y tuvo que dejar su casa y marcharse a casa de su
hermana con su hijo. Siento que me ha sustituido por otro, que ahora es el
hombre perfecto, el tipo maravilloso que yo fui y no el apestado que soy ahora.
De ser el hombre más importante ahora no soy nada.. Dentro de mí grita la evidencia que me ha echado a patadas
de su vida y de ser todo a no ser nada ha mediado menos que la distancia
entre dos uñas. Querido maestro, tengo mucho dolor porque mi corazón siente que hubiéramos sido felices, dichosos juntos y ella no lo ha permitido. Siento tristeza y no
voy a negárselo, celos por no haber podido disfrutar de comidas, cenas juntos,
de marchas a la playa, de escapadas de viaje, de salidas al cine o que me
presentase a su hijo como su pareja pues nuestra relación, debo confesárselo,
fue a escondidas mientras que con el otro miserable, seguro que ha hecho estas
cosas tan simples y maravillosas que a mí me las ha negado Quise convencerla
para que me concediese el regalo de una oportunidad. Todo me lo vetó. Decía
que ya no me quería, que no me daría una posibilidad, que la olvidara, que ella
hacía su vida y yo tenía que hacer la mía.
-Te siento muy herido, con mucho dolor en las palabras y en la mirada. Debe-
rías empezar a olvidarla como ella te ha olvidado a ti.
-Señor, es muy fácil hablar desde fuera pero yo estoy dentro y me cuesta
mundos.
-Pero ella no quiere y te lo ha dicho. ¿Qué puedes hacer...?
-Estoy luchando con los gigantes del desamor donde tengo de antemano
la jugada perdida. Tengo una “P” marcada en la espalda con hierro
y desolación.
-¿Cuánto tiempo hace que no estás con ella?
-Hace ya casi dos años y ella dice que ya debería haberla olvidado y hacer mi
vida pero me cuesta, no puedo. Lo intento con todas mis escasas fuerzas pero
no se va de mi corazón. Está pegada a mi piel, a mis venas, a mi ser. El tiempo,
como bien sabe usted, maestro, es un concepto relativo y los acontecimientos
buenos, regulares y malos que azotan nuestros sentimientos y emociones
permanecen con nosotros sin fecha de caducidad.
-Veo que todavía le guardas duelo por su ausencia, la marcha, su desamor. ¿No
crees que sus motivos para dejarte son fuertes porque no respetaste su voluntad?
-No lo sé bien. Quizás. Me decía que la completaba salvo ese aspecto y ahora
lanza a mis narices que el tipo la completa en todo como si yo hubiera sido
un maldito miserable.
-Puede que se le acabara el amor...
-¿Y un año entero si lo fui...? ¿Y por qué no gocé de una posibilidad de hacer-
le ver mi valía, de demostrarle cuánto la quería, de reconquistar su amor.
-Los golpes del amor son tan etéreos, voladizos, escurridizos. La distancia
entre el amor y el odio en una pareja es menor que un mínimo soplo de viento.
-Estoy muy dolido. No sé qué pasará a partir de ahora. Le he dicho que la es-
peraré aunque parece que no le importa. Dice que ella no volverá conmigo, que
no la espere, que aunque esté sola, no volverá. ¡Cómo puede haber cambiado
tanto...!
-Misterios del corazón humano. Puede que hicieras algo que le marcó para
siempre. Quizás se dio cuenta que no eras el hombre que ella buscaba, a lo
mejor se decepcionó con el ritmo de los días. Ella ha pasado a otro estado y tú
te has quedado estancado.
-¿Estancado por saber, sentir que es la mujer perfecta para mí, que podríamos
ser felices junto...?
-Ella no lo ve así contigo. Ha tomado decisiones y sabes que cuando una mujer
decide es difícil que cambie.
-He estado con otras mujeres y por diversos motivos; por celos, por agotarse
su amor pero esta mujer pensaba, sentía, creía de verdad que era la mujer
definitiva. Mi sur, mi destino y este golpe ha sido el mayor de todos aunque no
fuera la primera mujer. Y ya no sé, no tengo nada claro si habrá otra mujer en
mi vida.. Si viene alguna, otra persona, la veré como una sustitución porque mi
corazón grita que esta era la mujer con quien quería vivir el resto de mi vida.
Hasta que nos hiciéramos viejos y tenernos el uno al otro. Sí, siento que como
ella no encontraré a nadie más. Lo que venga a mi vida, si el amor vuelve a
visitar mi casa, será una sustitución. Nada más.
-Eres muy drástico y expeditivo en tus afirmaciones. La vida, querido amigo,
y tú a tu edad ya deberías saberlo, da muchas vueltas y no sabes con quién
puedes encontrarte en los recodos del camino. Lo que hoy es oscuro y niebla
en tu vida, sin horizonte ni esperanzas puede mudar a día luminoso y azul
mañana...
-Lo dudo. De verdad que lo dudo. Ya me cuestiono todo. La fidelidad de los
sentimientos, los amores que van y vienen, vienen y van como las olas de la
mar. Ya no hay nada permanente. Ni en el amor, ni en la pareja, ni en los
amigos, la familia, ni siquiera el de los hijos hacia los padres. Sólo siento como
amor verdadero y permanente el amor de los buenos padres hacia sus hijos
pese a que estos sean el mismísimo demonio.
-Te noto muy escéptico. Esta herida del amor te ha vuelto desconfiado y dolorido. Ella tomó una decisión aunque te duela profundamente y xuanto dices no haría más que empeorar la situación. .
-¿Qué hago entonces, maestro?
-Yo seguiría mi vida y pensar lo menos posible en ella, lo que hará, con quién
estará.
-¿Sabe...? Me siento el puto perdedor. El hombre que nunca cumplirá sus
ilusiones. El huérfano de amor, afecto, sentimientos y proyectos compartidos.
El hombre que no es importante para nadie. El mediocre que morirá sin el
amor de una mujer hasta el final, hasta el último aliento. El hombre derrotado
para siempre. El tipo que anheló ser un convencional más, un gris en la mar de
los días y el río le derivó por otros meandros.
-Querido amigo, por lo que me dices desde tu corazón roto, ella se ha alejado
y no quiere abrir sus puertas y parece no tener intención de hacerlo. Sé que te
habías hecho hermosas expectativas de futuro pero siento de verdad decirte
que parece que no se cumplirán y ella te lo ha dicho. Ha tomado otras
decisiones que no te incluyen a ti. ¿Qué vas a hacer entonces?
-No sé bien, maestro. No lo tengo nada claro. Lo que me dices también lo veo,
lo vivo, lo siento como una sombra acechante que tiene todos los visos de ser
permanente. Ahora lo es. Le he dicho que la esperaré. Que estoy aquí, que sigo
queriéndola, esperándola pero cada día temo más que mis olas chocan malhe-
ridas contras sus acantilados inhóspitos. Nunca podré entender a pesar de
que ya no soy un jovencito cómo pueden cambiar los sentimientos, cómo
nada es para siempre y vivimos en la provisionalidad de los afectos y por
qué en estas lides del amor siempre pierdo. ¿Qué hare...? Supongo que
perder como ya lo he hecho otras veces y tragarme mi dolor, mi silencio, mi
soledad, su ausencia como un hecho impuesto que se me escapa... Dice
que estoy obsesionado, que esto no es amor por mi parte, que necesito ayuda
psicológica. Sólo veo que ya casi nadie se pone en la epidermis de otro
corazón y que los sentimientos mudan como la dirección del viento al
compás de los días provisionales. ¿Qué voy a hacer...? Supongo que nada.
Perder, como casi siempre pierdo y aguantar la posición en soledad, en este
invierno que azota mi vida, en desolación, en ausencia, en recuerdos... Es
terrible comprobar que las heridas del corazón son más hondas y las cicatri-
ces más severas a medida que avanzamos en la edad. Que cuesta más suturar
sus reveses y volver a encauzar rumbo hacia otras olas, tan solitarias y a la defensiva como un barco sin horizonte ni esperanza ni estrella que guíe mis
pasos hacia lugar alguno.
-Por favor, amigo, no cierres la puerta a la esperanza...
-Ya no veo nada. Siento que quedaré solo el resto de mis días y noches.
desesperanzadas. Que no dormiré al abrigo de un abrazo amante, que no vol-
veré a ser importante para nadie. Nadie me esperará en ningún sitio por el
resto de mis jornadas que viviré en recogida soledad y presentes ausencias. Si
aparece alguien alguna vez en algún recodo de este mar que no sabemos dónde
nos lleva, sólo será una sustitución de la mujer que más he amado y querido
después de las mujeres de mi familia.
-¿Quién sabe lo que te deparará el destino...?
-No lo sé, estimado maestro pero sí sé que con esta mujer, morena de altas torres, sé/siento que seríamos felices juntos, podríamos vivir muchos proyectos e ilusiones que se han ido por el desagüe de las esperanzas y ya no
veo nada claro. Adonde miro sólo alcanzo a contemplar silencio, soledad,
ausencia.
-Sigue adelante, amigo. No sabes qué te deparará la vida. Aprende de tus
errores para no volver a repetirlos. Sé digno y sigue adelante. Quien no te
quiere, no te merece. Sé fuerte y mantente en alta estima. Reconoce tu valía
y espera. El invierno amainará y seguro que dará paso a nuevas jornadas
con otro aire, otro cielo, otro sol y otro mar que te esperará donde menos
imaginas...
-Lo siento, maestro. No veo nada. Ya no creo. He perdido a la mujer más
importante de mi vida y ya no le importo. La tristeza es la dueña de mi mirada
pienso que para siempre.
-Piensas, piensas... El pensamiento también se equivoca. Aguanta la posición y
espera. Nunca sabemos las sorpresas dulces y amargas que no regalará el
destino. No dejes que nada ni nadie oscurezca tu carácter, mi buen amigo. Te lo
pido si valoras nuestra amistad, que por desgracia, es bien más duradero
que el laberíntico, escurridizo y peligroso amor.