¡Qué se rinda tu madre!
Leonel Rugama
Yo contemplaba horrorizado
un T – 90
desangrando muchachos
en edad de sentir,
mientras el humo de las fábricas ausentes
se perdía en el humo
de la noche.
A unos cuantos pasos
del miedo y la desesperanza
ví caer de una silla de ruedas
a una anciana
con la cabeza destrozada.
Viva el presidente Putin
–vocifera
un greñudo con pinta de gañán.
Vivan las fuerzas de ocupación
–grita un guardia fronterizo
de pronto desempleado.
En un gastado afiche,
al este de Moscú,
el gorila KGB
antes lamesuelas
de Boris Yeltsin,
el envenenador
de espías trasnochados
metido a líder mundial,
el más comunista
de los atrincherados
tras fardos de dinero occidental,
sonríe diabólico
con el puño en alto.
Desde mi barricada
a las afueras de Kiev
–en el instante previo a que un obús ruso
me partiera en pedazos–
sólo alcancé a gritar:
"¡Que se rinda tu madre¡".
Quién podría saber que tras mi muerte
mis camaradas
harían del peso sustantivo de esa frase
su línea de combate,
sólo que con un breve agregado:
¡Qué se rinda tu madre,
puto Putin!