Silencio luminoso de mi niñez, me abandonaste,
—yo hija única entretenida entre tus flores—
Rompí una porcelana exquisita
alterando un orden, por mí, desconocido
y ahora huérfana me niegas la paz.
El día se abre como una herida
un enjambre de insectos viene a libar en mi memoria,
a buscar argumentos para su danza inagotable.
Si callaran, vendrías tú, silencio,
como una dama blanca a revolver entre mis cosas,
entregándome la daga de la redención.
Sin ti,
hueco de mi mirada
el camino que me espera es un estruendo,
una cicatriz azul de glaciar cuando rompe
y lanza sus ecos.
