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ISSN 1989-4163

NUMERO 111 - MARZO 2020

 

Metralla

Rubén Castillo

Autor: Jesús Zomeño. Antología. Cátedra Pedro Ibarra. 2019. Premio de la crítica valenciana.

No he leído jamás unos relatos sobre el mundo de la guerra como los que reúne Jesús Zomeño en su antología Metralla. Así de claro. Así de contundente. Así de admirativo. Desde que cayó en mis manos su volumen De este pan y de esta guerra (Contrabando, 2016) me sentí conmovido, zarandeado, invadido por sus propuestas, que trascienden lo histórico (Primera Guerra Mundial) y se instalan directamente en el análisis profundo del ser humano: sus miserias, su rapacidad, sus claudicaciones, sus miedos, sus desgarros, su débil textura (resuelta a veces en lágrimas y a veces en vileza). Quizá por eso el título que encabeza este tomo (donde se reúnen relatos de cuatro volúmenes, más algunos inéditos) resulte tan adecuado: las palabras del escritor albaceteño salen propulsadas en todas las direcciones y van incrustándose, desgarrando, aniquilando el corazón y el alma de sus lectores.

¿Ejercicio de crueldad gratuita? En modo alguno. Más bien adecuación entre las palabras y el mundo de realidades que palpitan detrás: la ulceración horrenda de todo lo que rodea el combate (disentería, pérdida de la fe religiosa, vísceras, insensibilidad); el chico que dibuja una bicicleta en su casco, como esperanza y como evasión; el pobre delincuente juvenil que encauza su vida hacia la guerra, para variar el trazado de sus días; la ilusión de un queso que el soldado oculta de la hambruna de sus compañeros y de las dentelladas de las ratas; la fetidez insoportable de las trincheras; la fiebre, que coloniza cuerpos y almas con su incendio de miedo; el muchacho que mastica patatas mal cocidas mientras a su lado se pudre un cadáver que no tiene fuerzas ni para apartar; los saqueadores, que revolotean tras el silencio macabro de la lucha; los sepultureros, desbordados por un trabajo tan infinito como absurdo…

Cada meandro de la guerra, cada pliegue inmundo, cada herida, cada infamia, cada truculencia, quedan aquí, en estas páginas duras y estremecedoras, que Jesús Zomeño ha bruñido para la eternidad.

 

 

 


 

 

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