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ISSN 1989-4163

NUMERO 111 - MARZO 2020

 

Bilbao en Mauthausen

Francisco Marín

Autor: Etxahun Galparsoro. Crítica (2020). 432 pgs. 21,90 €

Siempre es duro leer sobre los campos de concentración… el vómito y la arcada está siempre a punto en la garganta. Una persona, normal, no puede imaginar todo el mal que encerraban en su interior y toda la ‘animalidad’ que aportaban los vigilantes, encargados e ideólogos de la muerte.
Uno de los mejores libros que he leído y trabajado es Bilbao en Mauthausen… pues además de la historia narrada aporta un rico anexo en el que se reflejan los nombres de los republicanos españoles en la administración presidiaria de Ebensee, multitud de notas, amplia bibliografía, índice alfabético y una galería de fotos.

Durante la Segunda República, Marcelino Bilbao -abandonado al poco de nacer en la ría- fue un adolescente que tuvo que trabajar en condiciones muy precarias y al estallar la guerra civil llegó a ser teniente del batallón Isaac Puente de la CNT de Euskadi, participó en la batalla del Ebro y fue condecorado con la Medalla al Valor.
En 1939 pasó la frontera francesa y terminó, tras estar previamente en otros campos de Francia, en el campo de concentración de Mauthausen y posteriormente en el campo anexo de Ebensee, en Austria. Este libro recoge el extraordinario testimonio de Bilbao que nos narra, a veces con un toque de humor incluso en los recuerdos más duros, su asombrosa historia a través de la hábil pluma de su sobrino nieto, el historiador Etxahun Galparsoro.
Miles de republicanos españoles perdieron la vida en Mauthausen y fueron centenares de miles el total de víctimas de diversas nacionalidades que murieron en ese campo. En el caso de los españoles, la actitud del gobierno de Franco jugó un papel ominoso en la suerte de todos ellos. 
Este libro relata las memorias de Bilbao, que fue prisionero en Mauthausen, el 4628, y más tarde en el campo de Ebensee, en Austria. pero también la historia de esas otras muchas personas que no pudieron contarlo.
La vida en los campos transcurrió en unas condiciones infrahumanas. Si Marcelino Bilbao sobrevivió fue gracias al azar y a su gran espíritu de supervivencia, pero también jugaron un papel inesperado en su suerte el fútbol, la red de contrabando en la que estaba implicado con los kapos y la resistencia organizada entre los españoles.
Este libro recoge el extraordinario testimonio de Bilbao a través de su sobrino nieto, el historiador Etxahun Galparsoro, a quien narró con detalle su asombrosa historia.

Etxahun Galparsoro (San Sebastián, 1980) es licenciado en Historia por la Euskal Herriko Unibertsitatea-Universidad del País Vasco (EHU-UPV) y tiene un máster en Gestión Cultural por la Universitat de Barcelona (UB). Actualmente trabaja como técnico en el centro de documentación Lazkaoko Beneditarren Fundazioa (LBF), institución especializada en la historia contemporánea del País Vasco.
La redacción de las memorias de Marcelino Bilbao le ha llevado a investigar la deportación de los vascos a los campos de concentración del Tercer Reich, tema en cuya difusión está implicado y del cual está preparando la tesis como doctorando en EHU-UPV.

Muy interesante conversación con Etxahun Galparsoro…Gracias desde Agitadoras…

P.- Por favor, presente a Etxahun Galparsoro.

R.- Nací en Donostia–San Sebastián en 1980. Estudié Historia y posteriormente realicé un master en Gestión Cultural. Actualmente trabajo como técnico en el centro de documentación Lazkaoko Beneditarren Fundazioa (LBF), un centro de referencia para poder comprender la historia del País Vasco de los últimos sesenta años. En este centro disponemos de documentación, hemeroteca, carteles, pegatinas… Por otro lado, estoy realizando la tesis sobre la deportación de los vascos a los campos de concentración de Alemania, ya que estas víctimas no forman parte de nuestra memoria colectiva.

P.- ¿Cuándo, cómo y por qué nace Bilbao en Mauthausen?

R.- El libro nace mediante un proceso natural, nada premeditado:
Marcelino Bilbao solía venir de vacaciones a nuestra casa de San Sebastián dos o tres veces al año, unas dos semanas cada vez. Yo lo recuerdo desde que tengo uso de razón.
Por aquel entonces él ya hablaba de su deportación continuamente, porque le era necesario para aliviar su desgarro interior. Necesitaba contarlo para mitigar el malestar que sentía. A cualquier hora y en cualquier sitio: por ejemplo, en nuestra casa era normal que a la hora de comer el tío hablara sobre sus vivencias ¡Y en las sobremesas ni qué decir!
Por eso, desde pequeño tuve conciencia de que Marcelino había estado encerrado en un lugar muy malo, que es todo lo que un niño puede comprender. Luego, en la adolescencia, comencé a prestarle atención a lo que decía. Y a los 18 años realicé un pequeño trabajo sobre él para una asignatura durante mi carrera de Historia.
A partir de entonces puse una grabadora sobre la mesa para grabar todo lo que me contaba. Lo hice con mucho pudor, porque pensaban que yo no era nadie para grabar un tema tan importante. Hasta que con 24 años vi que había acumulado un montón de cintas de casette, también había ido cotejando en los libros la veracidad de sus historias… Y decidí que tenía que ponerlo sobre escrito.
En total han sido quince años de trabajo, pero también he acumulado material para otros proyectos: estoy haciendo la tesis doctoral sobre los vascos en los campos de concentración y tengo guardado en el cajón lo que podría ser otro libro, la primera parte de las memorias de Marcelino (relativas a la industrialización de Bilbao y la Guerra Civil).

P.- ¿Cómo se ha documentado?

R.- Sobre todo en base a las fuentes primarias: el archivo personal de Marcelino ha sido fundamental en este trabajo. He podido revisar todos los papeles, documentos y fotografías que él guardaba en casa. Así, él mismo me facilitó el manuscrito que había escrito en la década de los 60 en el que detallaba su trayectoria en los campos de concentración. Además, indagué en las diversas entrevistas que había concedido a los periodistas y que podían ser mucho más interesantes que mis propias grabaciones por ser más cercanas en el tiempo a los hechos de los que hablamos.   
Las memorias de otros deportados también han sido de gran ayuda, ya que tenemos que tener en cuenta que en Mauthausen no existe ningún documento en el que se detallen cronológicamente los padecimientos de los prisioneros.
Y por último la documentación que he podido encontrar en los diversos archivos, sobre todo en los archivos del País Vasco, Francia, Alemania y Estados Unidos.  

P.- Esta es una pregunta, para mí, muy delicada, pero, se la lanzo: ¿sirvió de algo, aportó algo, el usar a seres humanos como cobayas? ¿En qué consistían estos experimentos?

R.- El utilizar a las personas como cobayas nunca puede servir de algo, la ciencia tiene que tener conciencia. Al finalizar la guerra se llevó a cabo el segundo juicio de Nuremberg, un juicio especifico contra los médicos, del que derivó el Código Ético de Nuremberg, aún vigente, que viene a decir que nunca jamás se puede justificar usar personas como sujetos de experimentación a menos que se cumplan una serie de requerimientos éticos.
Respecto a si algo de lo que hicieron fue útil: la investigación que hacían era mala, de poca calidad, algunos médicos nazis se inventaban incluso cosas para que les cuadraran los datos porque lo necesitaban para hacer currículum. También hubo empresas farmacéuticas implicadas y puede que de aquello alguien haya sacado algún beneficio, pero poca cosa.
Los experimentos se agrupaban en cuatro grandes grupos: los digestivos, los hormonales, los nutricionales y los de las vacunas. Los experimentos consistían en una serie de pruebas muy diversas: desde obligar a que los presos ingieran una papilla de condimentos desconocidos a lo largo de varias semanas, a insertar a los prisioneros una serie de enfermedades mediante jeringuillas para tratar de encontrar un remedio.

P.- ¿Por qué llevaron a los republicanos españoles a Mauthausen… no decían que recluían judíos?

R.- El exterminio industrial de los judíos, conocido como Holocausto, se produjo (sobre todo) a partir del año 1942 en seis centros mediante cámaras de gas. Pero desde que los nazis accedieron al poder en 1933, ya se habían afanado en eliminar a todo tipo de enemigos, tanto reales como supuestos: desde los disidentes políticos hasta los simples enfermos mentales.  
Entre estos enemigos se encontraban los republicanos españoles, que habían combatido al fascismo internacional (al español, al italiano y al alemán) en suelo español. Además, tenían una experiencia militar que, a ojos de los nazis, los hacía especialmente peligrosos.
La deportación de los españoles se produjo a partir de agosto de 1940, tras la ocupación nazi de Francia, con el beneplácito de las autoridades franquistas.

P.- ¿Cuál era la función real de este campo?

R.- Eliminar todo aquel individuo que traspasara su puerta. Esa es una de las claves de los campos de concentración nazis. Más pronto que tarde, el prisionero debía morir. Y no había manera de escapar a ese destino. La conducta de cada cual no importaba. Como mucho, el prisionero podía prorrogar su final hasta el día siguiente. No había margen para la esperanza.

Y la forma de morir era mediante un extremo proceso de desgaste. Es verdad que los SS desenfundaban su pistola o que los kapos, los que ejercían de jefes entre los prisioneros, mataban a base de palizas. Pero el mayor número de víctimas se produjo en base a la combinación de un improductivo trabajo en la cantera, las extremas condiciones climáticas, el hambre programado y una serie de enfermedades. Y el proceso era tan vertiginoso que el prisionero pasaba de estar normal a morir al cabo de unos 4 o 6 meses por agotamiento.

P.- ¿Se sabe quién era el ideólogo, o ideólogos, de Mauthausen?

R.- El principal ideólogo es la cúpula nazi, con Hitler al frente, puesto que en 1933 implantaron un sistema represivo basado en la “prisión preventiva” en el que el encarcelamiento sin necesidad de sentencia judicial pasó a ser la norma. Así se institucionalizaron los campos de concentración. Y la fundación del campo de Mauthausen, abierto tras la anexión de Austria en 1938, obedeció a la expansión de este sistema.
Pero el diseño detallado de este tipo de campos no lo realizaron ni Himmler ni Heydrich, los grandes impulsores de los campos, sino alguien que estaba en un escalafón inferior: Theodor Eicke, comandante de Dachau, fue sobre quien recayó la responsabilidad de organizar y ampliar desde 1934 el sistema de los campos de concentración.

P.- ¿Se sabe en la actualidad todo sobre los campos de concentración? ¿Se siguen buscando personas?

R.- No se sabe todo sobre los campos, ni mucho menos. Se sabe lo fundamental, pero muchos aspectos aún se están estudiando (la identificación de las víctimas, el alcance del horror en numerosos centros menores, el tema de los experimentos etc.). Debemos tener en cuenta que al final de la guerra los nazis trataron de borrar sus huellas, que eso ha dificultado sobremanera la reconstrucción de los hechos y que, por eso, aún hoy, existen infinidad de aspectos por investigar.
Y sobre si se siguen buscando personas, yo mismo puedo dar fe que el pasado año, en el 2019, recibí un puñado de emails de gente que buscaba a sus allegados o buscaba información sobre ellos. Porque tenemos que tener en cuenta que los traumas se heredan y que a las personas desaparecidas las siguen buscando sus descendientes, a pesar de que no los hayan conocido.
Es más, se sabe que en el censo oficial de deportados que realizó el Ministerio de Cultura en el 2006, conocido como Libro Memorial, faltan por incorporar muchos deportados. Este censo es muy bueno, muy riguroso, pero su propio autor (Benito Bermejo) reconoce que necesita ser actualizado para incorporar nuevos nombres. 

P.- ¿Cómo fueron los campos de concentración españoles, comparados con los alemanes?

R.- La diferencia entre ambos tipos de campo, la clave, estriba en que en los campos de Franco se fusilaba mucho o que los prisioneros eran obligados a faenar en trabajos forzados, pero no todo el mundo que entraba en este tipo de campos estaba obligatoriamente destinado a morir. En los campos nazis sí, absolutamente todos entraban para ser asesinados. Los prisioneros franquistas podían tener la esperanza de que algún día lejano a lo mejor los liberarían, pero en los campos nazis se sabía que el destino final e inapelable era el asesinato. Es una concepción mucho más radical, y el estado mental del prisionero que se sabe condenado a muerte tampoco es la misma.

P.- Como lector, prefiere: ¿libro electrónico, papel o audiolibro? ¿Qué está leyendo ahora mismo?

R.- El libro de papel, porque me gusta subrayar, anotar cosas en los márgenes o incluso incorporar mis propios esquemas. Con esto les saco el doble de partido a los libros, ya que, aunque haya pasado mucho tiempo desde que los leyera, soy capaz de recuperar toda la información en cuestión de pocos minutos.
Lamentablemente, debido al trabajo de investigación en el que estoy sumergido, actualmente mis lecturas se reducen a la temática del genocidio nazi. En relación con esta temática, El Holocausto de Laurence Rees es un libro muy ameno y recomendable para un lector no especializado en el tema. También creo que el libro Europa contra Europa, 1914-1945 de Julián Casanova es un libro muy sencillo que ayuda a comprender cómo se llegó a producir aquella barbaridad.

P.- ¿Qué manías tiene a la hora de escribir?

R.- Ninguna en especial. Ser ordenado es un factor fundamental, pero no creo que tenga que ver con ninguna manía, sino con ser eficaz.

P.- Relate alguna curiosidad literaria personal que le haya ocurrido y no ha comentado hasta ahora... si la hubiere.

R.- Pues no se me ocurre nada en especial, la verdad.

P.- Venda su libro ¿por qué hay que leer Bilbao en Mauthausen?

R.- Para comprender cómo personas corrientes de nuestro entorno más inmediato, que tenían como única aspiración llevar una vida decente, pudieron ser arrastradas hasta el infierno en la tierra. El lector se dará cuenta de que las razones que se exponen son universales y atemporales, algo que puede llegar a ser muy inquietante.
Por otra parte, porque, aunque parezca que el libro trata sobre las vivencias de una única persona, en realidad sirve de excusa para explicar a un lector no especializado en el tema cómo funcionaba uno de estos centros, cuál era su objetivo y qué pasó con todos aquellos individuos que acabaron en aquel dantesco lugar.

P.- Sus planes a corto y medio plazo ¿son?

R.- Investigar la deportación de los vascos a los campos de concentración nazis, identificando a las víctimas, para ayudar a que sus familias sepan dónde acabaron sus allegados, así como para que su memoria no se desvanezca. E investigar y sacar a la luz otro amplio abanico de vulneraciones de derechos humanos durante la Segunda Guerra Mundial que aún continúan en el olvido.    

 

 


 

 

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