Silvina Ocampo es el ángulo que completa el triángulo conformado por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, del cual fue esposa. Los tres conforman un círculo literario variado y sorprendente y el campo donde araba sus páginas estaba conformado por relatos cortos. A veces muy cortos y, cuando más breves, más desconcertantes. Podía elegir cualquiera de sus libros para hablar de su literatura pero me he decantado por la Autobiografía de Irene, conformado por cinco de sus relatos más extensos y cuyo nexo de unión es la muerte, a pesar de que cada muerte es distinta y casi contrapuesta.
Su literatura es preciosista, con leves recuerdos al Borges más culto pero se diferencia de este y de su marido en que Silvina no cierra los círculos. Sus historias parecen no terminar, sino finalizar con sugerencias de nuevas historias que desearías seguir leyendo.
La primera del libro es Epitafio romano que constituye una historia de amor y desamor, de infidelidades, dudas y castigos fuera de lo común, cuyo argumento roza lo fantasioso aunque nos recuerda a terribles historias reales y cuyo final es triple para que el lector elija su preferido aunque todos tienen la virtud de dejar un sabor amargo que solo la gran literatura consigue. «Esto se parece a un sueño. Tendré que estar atenta y recordarlo para contártelo mañana».
El segundo relato, La red, es un relato simbólico del pago de nuestras acciones más infames. Una pequeña crueldad sin maldad de fondo puede trastocar nuestras vidas para siempre… Hasta la muerte. «Aquel que recibe un castigo injusto conserva un resentimiento en su alma».
El impostor, tercer relato, es mi favorito. Una historia con trasfondo de pampa donde lo real es más imaginario que lo fantástico, donde las personalidades impostadas crean un relato de tres capas cuyo designio final nos deja en un estado de estupor que nos empuja a realizar una segunda lectura que nos acerque a la historia que Silvina ha querido esconder bajo la trama unamuniana de El otro. Un lugar en que uno se persigue a una imagen de sí mismo sin saber quién es en realidad y una historia de amor difuminada en los sentimientos encontrados en un alma dividida. «La muerte rectifica muchas cosas. Con mi abuelo fue esplendorosa: transformó sus supersticiones en nobles y meditadas actitudes; sus manías, en admirables constancias».
En Fragmentos del libro invisible, Silvina nos lleva a la mente de un profeta extraño, perturbador cuyos escritos no lo son, y cuyas sentencias varían en función de los errores de sus discípulos al intentar recordarlas: «suelo modificar mi texto de acuerdo con ellas» y en él parece encerrar todo (su) universo.
El libro lo completa el relato que da título al mismo, Autobiografía de Irene, en la que su protagonista nos lleva de la mano hasta el último sentido de su vida y sus inexplicables premoniciones: la muerte. «Cuando (su padre) murió yo tenía preparado, desde hacía tres meses, el vestido de luto, los crespones; ya había llorado por él, en actitudes nobles, reclinada sobre la baranda del balcón. Ya había escrito la fecha de su muerte en una estampa; ya había visitado el cementerio».
Silvina Ocampo es una magnífica escritora con una especial sensibilidad, una inteligencia perturbadora y con una forma de relatar que consigue despertar al lector de su letargo. Imprescindible.