El caballero en cuestión es bastante respetado en la política y la cultura europeas, pero a mí nunca me excitó la neurona. Como hombre no me parecía gran cosa, por más que luciese palmito junto a la más bella (con alzas, para no pasar por enano), ni por más que cultivase con esmero una mirada clara y sesgada que mejora mucho su perfil. Nunca le tuve en cuenta, ni seguí sus movimientos ni soñé con él. Pero quiso el azar que otro día descubriera un texto que me hizo caer rendida (como caemos ahora las damitas, que eso ni es caer ni es nada) a sus pies. Dice así:
“Hoy hemos derrotado la frivolidad y la hipocresía de muchos intelectuales progresistas. De esos que el pensamiento único es el del que todo lo sabe y que condena la política mientras la practica. Desde hoy no permitiremos mercantilizar un mundo en el que no quede lugar para la cultura: desde 1968 no se podía hablar de moral. Nos impusieron el relativismo, la idea de que todo es igual, lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo, que el alumno vale tanto como el maestro, que no hay que poner notas para no traumatizar al mal estudiante. Nos hicieron creer que la víctima cuenta menos que el delincuente. Que la autoridad estaba muerta, que las buenas maneras habían terminado, que no había nada sagrado, nada admirable. El eslogan era vivir sin obligaciones y gozar sin trabas. Quisieron terminar con la escuela de excelencia y de civismo. Una izquierda hipócrita que permitía indemnizaciones millonarias a los grandes directivos y el triunfo del depredador sobre el emprendedor. Esa izquierda está en la política, en los medios de comunicación, en la economía. Le ha tomado el gusto al poder. Dejaron sin capacidad a las fuerzas del orden y crearon una frase: se ha abierto una fosa entre la política y la juventud. Los vándalos son buenos y la policía es mala. Como si la sociedad fuera siempre culpable y el delincuente el inocente. Defienden los servicios públicos, pero jamás usan transporte colectivo. Aman mucho la escuela pública, pero envían a sus hijos a colegios privados. Firman peticiones cuando se expulsa a algún invasor, pero no aceptan que se instalen en su casa. Son esos que han renunciado al mérito y al esfuerzo y que atizan el odio a la familia, a la sociedad y a la república. Hoy debemos volver a los antiguos valores del respeto, de la educación, de la cultura y de las obligaciones antes que los derechos”.
Sarkozy, un político liberal que hasta ahora apostaba por la moderación. Quizás si le arrimásemos un mechero llegaría a ser ese tipo de líder que muchos esperamos, sin caer en el esperpento de VOX.