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ISSN 1989-4163

NUMERO 91 - MARZO 2018

No Hay Evolución. A Propósito de The Underground Railroad

Victoria Salvador

Vino a Kosmopolis 2017 Colson Whitehead, laureado autor de The Underground Railroad (“El ferrocarril subterráneo”), ganadora del Pulitzer de Ficción 2017, entre muchos otros galardones, y hubiera querido asistir a su charla en el CCCB del 19 de octubre, aunque mi ejemplar de la novela aún estaba esperando su turno sobre mi mesita de noche.

Le llegó unos meses más tarde, en un febrero que augura tímidamente la primavera pero acostumbra a dar paso a un marzo que suele irrumpir en forma de remolino siberiano. El frío natural de la época invita a meterse pronto en el sobre y leer para confortar el cuerpo y la mente. El problema se presenta cuando los pies están calentitos y lo que lees te congela el alma.

Apenas hay nada inventado en The Underground Railroad, título que alude a la red clandestina a través de la cual cientos de miles de esclavos huyeron de las plantaciones del sur de los Estados Unidos en la primera mitad del siglo XIX, aparte del propio ferrocarril, que no existió en la vida real y que da a la novela ese toque de realismo mágico a la García Márquez al hacerse corpóreo en forma de túneles, maquinistas y estaciones ocultas bajo granjas de abolicionistas que ponían en riesgo sus casas y a veces sus vidas para hacer el bien. En realidad, el ferrocarril fue un entramado de rutas, contactos y lugares por toda la geografía de los Estados Unidos.

La narración, en un estilo rápido, de frases cortas, toda acción, invita a visualizarla. Es una novela fílmica. Y fría.

Cora, la protagonista, es una joven esclava abandonada por su madre -que escapó-, cuya dura vida como paria en la plantación contiene todos los ingredientes potenciales para hacer de ella un personaje memorable: violada en grupo por sus compañeros esclavos, va perdiendo por el camino del ferrocarril a todos los seres que la ayudan en su fuga y que significan algo para ella, es encerrada en una buhardilla durante meses delante de un parque donde le toca contemplar las mayores atrocidades contra sus congéneres de raza, es capturada una y otra vez por un cazaesclavos obsesionado con ella y ve como el amor de su vida muere asesinado el día después de haberse besado por primera vez y soñar con planes de boda y una existencia libre en Canadá. Y, sin embargo, no sufrí junto a Cora, mi corazón no latió con el suyo, no supe o no pude identificarme con ella o, al menos, sentirla.

Esa distancia, esa frialdad de la narración que Whitehead interpone e impone al lector tampoco se escatima en las descripciones de los tormentos que sufren personajes más o menos bien definidos o importantes para el desarrollo de la historia. Todo apunta a que el autor no busca complicidad alguna con el lector; él solo desea que te des de bruces con una realidad que se antoja lejana en el tiempo. Pero, ¿lo es?

Asistimos con horror a la revelación de que en la devastada Libia de 2018 se venden emigrantes subsaharianos como esclavos. Nos avergonzamos de saber que, en los dos últimos años, en Europa han desaparecido miles de niños sirios que huían de la guerra que un día arrasó sus casas. Y, detrás de todo ello, están los rapaces del oro negro de aquí y de allá, de Estados Unidos, y de Rusia, y de Arabia Saudí, que clavan sus garras allí donde la tierra se encuentre preñada de carburante, ajenos a cualquier forma de respeto hacia quien obstruya su camino.

Y el escalofrío deviene más intenso, cuando recuerdas que en The Underground Railroad Cora fue violada por otros esclavos, y apresada por Ridgeway, el cazador de esclavos, gracias a la colaboración de un esclavo liberado, y que Royal, su único amor, fue delatado por otros antiguos esclavos, que habían comprado su libertad a base de trabajo. Y te das cuenta de que no es el tono de piel el que te condena, el que te somete y el que te quita la vida.

Es el poder.

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Me viene a la cabeza la última estupidez que ha salido de la boca de Trump tras el tiroteo en el colegio Parkland. Armar a los profesores. Y pienso en El Gran Filtro, esa teoría vinculada a la Paradoja de Fermi según la cual una civilización topa con un dintel en su evolución que es incapaz de cruzar y que la aboca a la autodestrucción: una de las posibles causas que aporta la Paradoja para explicar porqué los humanos aún no hemos contactado con otras civilizaciones o vida inteligente extraterrestre.

[Armar a los profesores. Elegir presidentes ineptos y peligrosos. Traficar con niños indefensos. Que los pobres vendan a otros pobres como esclavos.]

El Gran Filtro nos ha alcanzado. Los humanos vamos hacia atrás. Adiós colonización interestelar. Ni Elon Musk con su Tesla Roadster será capaz de redirigir el rumbo.

“Aprovechemos al máximo cada momento, no estamos evolucionando. No vamos a ninguna parte”, es una frase que dijo David Bowie durante una entrevista en Esquire. Colson Whitehead es fan confeso del Duque Blanco. En la página de agradecimientos de The Underground Railroad admite que “David Bowie está en todos mis libros”. Sospecho que Whitehead tuvo esta frase de cabecera durante la redacción de su aclamada novela.


David Bowie

 

 

 

 

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