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ISSN 1989-4163

NUMERO 91 - MARZO 2018

Escrito Doble en Centroeuropa - I Berlín

Ramón Asquerino

«Escrito ‘stá en mi alma vuestro gesto»: Soneto V, García Lasso de la Vega

 

«Déjame salir por la puerta cerrada
donde Eva come hormigas
y Adán fecunda peces deslumbrados.
Déjame salir, hombrecillo de los cuernos,»
Federico García Lorca: Poema doble del lago Eden

I. Berlín

«y la sobria ebriedad de los besos perdidos 
                                                              […]
para ver tu mundo pintado de carmines»
No sabes qué hacer con la muerte

«Las sombras cruzaban la habitación y se convertían en gaviotas cuando acariciaban el espejo». Ralf Rothmann: Morir en primavera
*
Berlín rampante en ventanas
como otoños sazonados y transparentes,
 sabor de parques y olor a nubes,
alta capital tronchada por el aire,
rota en runas y grises ruinas,
 entre la luz no usada de tanta mañana
con un miedo de cristales tosiendo culpas.

Te llueves ahora entre nombres
largos como tus avenidas,
por las plazas, medrosas, que se encubren
disfrazadas aún de angustias,
ante húmedos nombres de plantas,
cuyo tremedal, tímido y recatado, se esconde
escrito bajo rescatadas y pantanosas angustias
tras aquel cielo que te hubo entristecido:
Los espejos rotos a graznidos,
como sombras en picado,
  trazan indelebles sangres
rozando corazones, ventrículo amoroso,
y del pavor rizado ventrílocuo:
cavidades de madrugada,
 apenas retazos de algodón macizo,
y empapados poros ahítos de luto.
Penas ululan las sirenas sin mar.

Bajo el Paseo de los Tilos te iré cuchicheando,
Berlín, al transpirar vacíos amaneceres  
de ominoso pasado.
Te abordo con el Spree que somorguja
perfiles como puentes, y absorto me absorbe.
Berlín, llenabas escombros de lágrimas,
oscuras agujas e invisibles sombras
por el estribo de tus insomnios, alerta.
Hasta el metro, con rubor, se oculta:
—No salga: las ganas de llorar están completas.

Has tendido tus museos, Berlín,
a un amianto de viento y esquinas,
antiguos furores combustibles
que se avientan hasta las raíces
con un miedo de molusco sin concha,
mientras los monumentos, serios, eternos,
amputados de sonrisas, se destilan,
y la noche en llamas aúlla rescoldos:
Hace falta llorar mucho para escribir cuánto dolor,
cuánta foto en blanco y miedo usurpa hasta la vergüenza.
Los balcones de la venganza se abrieron de par sin paz:
Déjame salir por la puerta cerrada
hasta los límites del escalofrío y el humo de los cristales.
Quiero:
«la sobria ebriedad de los besos perdidos»
o, mejor —porque No sabes qué hacer con las citas—,
«ver tu mundo pintado de carmines»,
Berlín, Agramante en soladas bicicletas,
campo de caladas, lloviznosas plazas,
mientras el frío aguarda ese abrazo
para este lubricán de gente.
Aquí me llueves aunque escampe, Berlín,
aún tembloroso y macerada de recuerdos,
que, en el descanso de tu vértigo,
la tarde pasea con abrigados museos.
 Parejas que buscan entre Tiergarten
 blusas de bronce como besos,
laberintos intensos por los costados,
pestañas estrechadas a sus ojos,
pertrechadas hasta los dientes,
la comisura de los labios encontrados,
y, así, se inventan un beso:
Escrito ‘stá en mi alma vuestro gesto.

Berlín reclama un nuevo siglo,
donde eres la razón de Europa con los refugiados:
mas con la lengua muerta y fría en la boca
pienso mover la voz a ti de vida,
la que niega este apagado silencio de las fronteras.
La muerte y el frío enmudecen la lengua seca de alambradas,
 hieren el abandono de derechos, legitimados en vuestras manos,
extendidas a este continente de espaldas mojadas a los desclasados
ya no leemos el periódico, vemos las noticias—,
mientras que el emigrado y el hombrecillo del semáforo se darían un abrazo.
Déjame salir hasta tu nuevo retablo abierto a ese muro a brazo compartido
para ver tu mundo pintado de carmines,
porque hace falta llorar mucho para escribir cuánto dolor,
cuánta foto en blanco y miedo usurpa esta vergüenza.


Berlín

 

 

 

 

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