M/ATAR LAS CABRAS EN YUGOSLOBALKANIA
El tiempo de las cabras, Luan Starova, Libros del Asteroide, Barcelona, 2008.
«Las cabras son herbívoras y polisémicas. Lo primero las hace ágiles y duraderas; lo segundo, atractivas e inevitables. Una cabra puede ser un disgusto, una obsesión, un objeto de deseo, un tesoro.»
José Luis Cuerda, Si amaestras una cabra, llevas mucho adelantado [Martínez Roca, 2013, p. 9]
CABREROS VS. OBREROS Y ¿ATAR O MATAR LAS CABRAS?
“Porque no hemos resistido la tentación de exportar al mundo nuestros pequeños (o grandes, me da igual) problemas relativos al nacionalismo y al chovinismo, de anunciar a los cuatro vientos que nosotros, ante todo, no somos yugoslavos, sino, entiéndanlo, ante todo, somos serbios o croatas, eslovenos o macedonios, o qué sé yo; y, atención, es muy, muy importante, señoras y señores, no puede confundirse de ningún modo, también somos católicos, ortodoxos, musulmanes y hay, por supuesto, algún judío (¡no ha que olvidarlo!)… y aquí estamos de nuevo, aquí estamos, pobres yugoslovacos, absortos en nuestras disputas familiares, […]”
Danilo Kiš, Homo poeticus [Acantilado, 2017, p. 85]
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Una simple hipótesis: la proverbial violencia de los pueblos balcánicos—«De ahí debe de haber salido el dicho balcánico: “¡Ya puede reventar la cabra del vecino!” -exclamó Çanga no sin cierto pavoneo» [p. 74]—habría encontrado su razón de ser, en opinión del escritor albanés, afincado en la república ex-yugoslava de Macedonia, Luan Starova—quien confiesa: “En esta pequeña república de pastores se encontraba también nuestra familia albanesa, en medio de una numerosa población eslavo-macedonia” [p. 97]—, en el jenízaro, nativo de los Balcanes educado como guerrero de élite del Imperio turco:
“[…] en nombre de la entonces vigente ley del impuesto de sangre […], eran formados en Constantinopla en escuelas militares especiales donde se les enseñaban todas las sutilezas del arte de la guerra. Los jenízaros eran reclutados, por así decirlo, entre todos los balcánicos: serbios, albaneses, macedonios, montenegrinos, búlgaros…” [p. 73].
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Antítesis: el intento de proletarizar a la población ganadera de la república socialista de Macedonia en tiempos de Tito provoca la invasión de su capital, Skopje, por rebaños de cabras y pastores acaudillados por Çanga, el patriarca de los cabreros, lo que tornará su tradicional forma de subsistencia en amenaza para los planes del régimen comunista —“[mi padre]le estaba contando cómo la cabra había conseguido franquear los imperios Romano, Bizantino, Otomano, y cómo ahora había logrado también abrirse un camino a través del imperio estalinista” [p. 80]—, pues su arraigo diario—tanto entre los niños de “los de abajo” como entre los de los chotacabras comunistas— los hará sospechosos de ayudar a la contrarrevolución —“esos diablos blancos de los que se vale el enemigo de clase. […] como podía esperarse, ha pactado entonces con las cabras…” [p. 137]—.
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Síntesis: la recreación novelesca de esa hipótesis histórica es El tiempo de las cabras, la historia de la derrota “pírrica” del modo de subsistencia natural de un pueblo pastor ynómada —«La cabra ha permanecido siempre al lado del menesteroso, del oprimido, del abandonado y del resistente…» [p. 74]; «Pero las cabras, fíjate, desde cierto punto de vista son los “jenízaros” en el orden de los animales domésticos. En muchos sentidos, las cabras han traicionado a sus ancestros salvajes para aproximarse a los humanos…» [p. 72]—, a manos de la ingeniería social, contra-natura, de un régimen industrialista —“Temía que las contradicciones del Imperio Otomano, que conocía y comprendía tan bien, continuaran estando vigentes en aquellos nuevos tiempos —del socialismo y del comunismo— bajo la envoltura del totalitarismo. Temía pues que, bajo una nueva forma, alguien volviera a sembrar la ideología del régimen jenízaro entre los pueblos de los Balcanes, a los que tanto amaba” [p. 42]—; o“el jenízaro bueno y el jenízaro malo”.
¿ÇANGA, CHAGALL o ÇANGALL? oES CUENTO LARGO
—«Clavadas en lo más hondo de nosotros, en lo más hondo de nuestra memoria, existen fiestas olvidadas, perdidas,/ que guardan el recuerdo de nuestra creación, de la formación de nuestro destino común. Es posible que las cabras nos hagan recordar esas fiestas…»
Luan Starova, El tiempo de las cabras [pp. 82-83]
«Tardó en darse cuenta de que se referían a él. Tanto tardó que, hartos, se lo acabaron diciendo en sus narices.
—Lo que haces con la cabra se ha sabido, ¡la Cabruna!
(Risotada.)»
Álvaro Pombo, La cuadratura del círculo [Anagrama, 1999, p. 33]
Y ello como un largo cuento popular que remontándose a los orígenes de la mitología —“La leyenda mitológica presenta a la cabra como una enviada de la divinidad que, bajo la forma de la hermosa y esbelta Amaltea, fue invitada a amamantar al Zeus niño, el mismo al que más tarde los romanos llamaron Júpiter…” [p. 74]—, transcurre por el costumbrismo de la narrativa balcánica, donde la cabra se convierte en auxiliar mágico del héroe —“[…] el hecho científicamente probado de que la caseína de leche de cabra se digería particularmente bien porque, debido a su naturaleza ligera y delicada, sus propiedades la asemejaban mucho a la leche materna” [p. 63]—, para desembocar en un desenlace fatal, como en La cabra del señor Seguin, de Daudet — Era el lobo quien aportaba el desenlace”[ p. 89]—. En una hecatombre final, un masivo sacrificio caprino con tintes de apocalipsis —«Ellos habían sido inmolados ¡Sacrificados las cabras y los machos, sacrificados los niños, sacrificado Çanga» [p. 213]—, que se abre, no obstante, como réplica al «mito de la autodestrucción balcánica conocido por el nombre de “síndrome de las liquidaciones”», al mito del eterno retorno de ese Çanga que atará las cabras, cual “pastor de Hamelin”, para que no se las maten, desaparecido —al igual que el maestro: la cabra tira al monte y el maestro se echa al…—, acaso fugado bajo tierra por los subterráneos del Castillo otomano; acaso reintegrado a la Naturaleza a través de la corriente acuática —«[…] la necesidad de saber si, bajo los valles separados por el macizo montañoso, las aguas del lago [albanés] y del río [macedonio] se mezclaban comunicadas por innumerables túneles subterráneos» [p. 223]—para retornar por los airescomo las «familias con sus cabras, entre el cielo y la tierra»del cuadro deChagall.
EL CHIVO EXPIATORIO o TRAGEDIA…
“También que no debía bajo ningún concepto casarme con su nieto
al que llamó tragikosuna palabra de campo que significa trágico o cabra.”
Anne Carson, La belleza del marido [Lumen, 2003, p. 55]
“De este modo, cierto día llegó una protesta remitida por la organización del teatro del/ Partido. […] La cosa llegó al extremo de que una cabra había hecho irrupción en la escena mientras se representaba Carmen. Por suerte el animal no hizo más que pasearse por el escenario. Aunque el público no se dio cuenta de nada, pues creyó que la cabra interpretaba su propio papel en la obra, ninguno de los empleados de la Ópera consintió en permanecer callado ante tamaño escándalo.”
Luan Starova, El tiempo de las cabras [pp. 33-34]
“Era el incremento de la gusana melancolía, la picazón que enfrenta, excitados, a los machos cabríos unos contra otros, testuz contra testuz hasta malherirse, lo que también tenía su madre.”
Álvaro Pombo, La cuadratura del círculo [Anagrama, 1999, p. 37]
El tiempo de las cabras, novela de hipótesis o cuento largo, se reviste de tragedia. Hay una fatalidad propia de tragedia contemporánea, por devolverle la voz a Alfonso Sastre, determinada por los propios seres humano, como factótum del endiosamiento del Poder, que se retrotrae con “el canto de la cabra” en Macedonia al origen de la tragedia griega, por lo que tiene de ditirambo entre el Gran Hermano —“pasar por oponentes del Gran Hermano” [p. 109]— o el Gran Buco —«En cuanto a él, hasta ayer el primer personaje de la ciudad, no escaparía a un final trágico» [p. 33]— y el corifeo Çanga —“El Gran Cabrero, que ostentaba sin contestación alguna la posición de cabecilla de todos los demás, se llamaba Çanga. Llevaba una zamarra de pelo de cabra y una especie de bonete de piel de cabra bastante semejante al gorro de Tito” [p. 15]—, portavoz coral:
—«¡La cabrita es toda dorada! —grité yo.
—¡Es toda dorada, toda dorada! —repitieron los demás a coro» [p. 55].
…GROTESCA o CUERNO DE CABRA
«Una risa fantasmagórica que atraviesa el aire como una exhalación, un frenesí carnavalesco, tétrico y salvaje conducido por personajes con patas de cabra: así es el comienzo, así empieza este extraño scherzo.»
Leo Perutz, El maestro del juicio final, [Libros del Asteroide, 2017, p. 21]
«No sacamos tiempo para amaestrar a la cabra propia. Una pena. Porque la cabra, al revés que el proletariado de antes, agradece la doma. Ella misma se siente más segura, más commeilfaut, da más leche.»
José Luis Cuerda, Si amaestras una cabra, llevas mucho adelantado [Martínez Roca, 2013, p. 10]
“A mí que era su predilecto, me regaló un cuchillo de mango de cuerno de cabra.”
Luan Starova, El tiempo de las cabras [p. 179]
Sin embargo, esa tragedia —que termina reduciendo fatalmente toda hybris teatral a la cabra de los zíngaros— adopta el estilo de lacategoría estética de lo grotesco y que tan bien caracterizara el ruso MijailBajtin enLa cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de FrancoisRabelais, nuestro libro de cabecera. Y es que en El tiempo de las cabrasse invierte desde abajo, como en las carnavaladas populares, la relación dePoder, en particular en la identificación burlesca entre el cabecilla y Stalin:
«Las madres lo comparaban con Dios, nosotros con Stalin […] Çanga podía ser nuestro Stalin, el protector de nuestras cabras, el protector de nuestras vidas. […] Podían leerse eslóganes como: “¡Viva la cabra del vecino! , “¡Adelante con las cabras, hacia nuevas victorias en el frente del trabajo” […]» [p. 156]; o en el doble sentido irónico: «[Çanga] los tenía a todos “en un puño”, según le contó un día a mi padre en tono burlón» [p. 69].
Y, por si fuera poco, la personificación de las cabras —cuya cara implícita, de hecho, es la animalización del Partido— constituye una nueva cabriola grotesca, en el lenguaje del poder —«La expresión “guerra fratricida contra las cabras” le sonó extraña» [p. 164]—, o en el del pueblo sometido, con el capricho de bautizar a las cabras y a los cabrones —“Nos sentíamos también satisfechos de que Stalina hubiera aguantado bien. Y nos complacía la idea de que hubiera sido fecundada precisamente por Stalin” [p. 113]— y la consiguiente paradoja del destino tras la ruptura de relaciones entre ambos dictadores, de Pepe a Pepe,el padre putativo de todas las RusiasJosifStalin y su tocayo JosifTito —“De ahora en adelante estamos solos en el océano del comunismo. […] Stalin nos ha excluido del campo socialista.[…] pero nosotros no nos hemos sometido” [p. 141]—.
Prosopopeya esta, en una epopeya popular, que alcanza su clímax —estar como una cabra— durante el censo de la cabaña caprina por parte del burócrata: “Era incapaz de darcon el modo de adecuar aquellos formularios que habían quedado del último censo de población al recuento de las cabras” [p. 127];o en su identificación con los blancos elementos contrarrevolucionarios por parte del locutor: —“¡Eliminemos a las cabras! ¡Salvemos al país! ¡Sin las cabras, marchará mejor el plan quinquenal…!” [p. 135]—.
[Y todo ello con aquellos proverbiales cuchillos cachicuernos de la regiónque evocan la resistencia contra los otomanos en Cuerno de cabra, vieja película búlgara de cineclub.]
DON QUIJOTE EN LOS BALCANES
Y
EL NUEVO DISCURSO A LOS CABREROS
“Considerando que para sí mismo ya no había escapatoria, mi padre temía que Çanga, bajo la nefasta influencia de la lectura, terminara por convertirse en un Don Quijote balcánico que, rindiéndose a las ideas contenidas en los libros, se alejara de la vida.”
Luan Starova, El tiempo de las cabras [p. 80]
Y esa hibridación de mamíferos superiores e inferiores en la fábula—“El instinto de conservación que mantenía vivas alas cabras y a las personas se había fundido en una fuerza de resistencia colectiva que no podía ser quebrada” [p. 132]—, se produce entre el intelectual, padre del narrador —y coprotagonista de El tiempo de las cabras, una de las novelas del Decameróndedicado a la balcánica peripecia vital de su familia—, y el cabrero; el exiliado que recorre los Balcanes y el nómada que se anda las siete cabrillas;sendos avatares ambulantes de don Quijote y Sancho, el loco/cuerdo —“[…] mi padre, falto de sus padres y sin allegados con los que compartir de todo corazón hasta el último mendrugo de pan, sumergido en la perpetua lectura de sus libros, comenzó a asemejarse cada vez más a una suerte de Don Quijote balcánico” [p. 37]— y el bobo/discreto—“Era la personificación de la naturaleza. Su pasión por las cabras era parte integrante de esa naturaleza” [p. 115]—. Y con esa simbiosis de los márgenes—“El voluntarismo de Çanga se convertía en un ideal admisible a los ojos de mi padre, y las ideas de mi padre acababan por transformarse en voluntad para Çanga” [p. 172]— intentan hacer la pinza—uña (del índice) y carne (del pulgar)— a la aniquiladora proletarización urbana,en balde—«“Llegará el día en que tanto cabras como pastores paguen esto; llegará el día en que este maldito tiempo de las cabras llegue a su fin de una vez y para siempre”, decían para consolarse los altos responsables del comité del Partido de la ciudad»[p. 88]—.
LA EDAD (DE LAS CABRAS) DE ORO VS. LA EDAD DEL HIERRO OXIDADO
—«¿Y adónde se ha ido la cabra? —preguntó Pinocho con vivísima curiosidad.
—No lo sé.
—¿Y cuándo volverá?...
No volverá nunca. Ayer se marchó muy afligida y parecía decir balando: “¡Pobre Pinocho! No lo volveré a ver…, a estas horas el Tiburón ya lo habrá devorado…”.»
Carlo Collodi, Las aventuras de Pinocho [Alianza, 2001, p. 200.]
“Atención a la cabra que todos llevamos dentro.”
José Luis Cuerda, Si amaestras una cabra, llevas mucho adelantado [Martínez Roca, 2013, p. 179]
Balcánico eco lejano del discurso sobre la Edad de oro de don Quijote a los cabreros, El tiempo de las cabras, constituye, pues, un episodio alegórico del avasallamiento de la Naturaleza por el Progreso centrado, en este paso particular, en el canto a esa simbiosis tradicional entre cabras y humanos —Stalina, la cabritilla, el pueblo— enfrentado a unPoderde la edad del acero —Stalin, Tito, el Partido—, que llega a su punto culminante, coincidiendo con la ruptura del acuerdo biparTito entre la República Yugo-eslobalcaniayel imperio de la URSS —Stalina, Yugoslavia, el cazador cazado, y Stalín…¡Caramba, qué coinsidensia!, que dirían Les Luthiers—, en el fin del “tiempo de las cabras”, con “la crónica de una derrota anunciada” por el fatum trágico.Y cae el telón. De acero.
APOSTILLA
Lástima, no obstante, que esa hibridación de novela y ensayo, de acción e hipótesis, vaya haciéndose, a medida que avanza la trama, excesivamente morosa y expositiva, escorándose cada vez más hacia lo especulativo que a lo narrativo, despegándose cerca del desenlace de la realidad representada concreta a la abstracción genérica de la tesis, y que la novela-ensayo que el lector inicia se vaya tornando ensayo narrativo. Es decir, que más que una novela de (hipó)tesis, la obra se convierta en una (hipo)novela de tesis.