Autor: Rubén Castillo Gallego. Editorial: Balduque (2016). 96 pgs. 12,00 €.
Piensas (primero con alegría; más adelante
con estupor; por fin, con una extraña incomodidad)
que has entendido todos los poemas.
O que, al menos, has sentido
lo que intentaban decirte
la mayor parte de ellos.
Tal vez la razón es que he escrito
de mí, pero también de ti, porque todos
arrastramos lagos oscuros, esquinas indefensas,
corredores donde no osamos penetrar.
De pronto, quizá hayas pasado
de compadecerte a odiarme
porque te revelo lo que tú no deseabas
que saliese a la superficie.
No es mi culpa. Tampoco es tuya.
Somos, simplemente, animales heridos.
Por un país desconocido es un poemario que a muchos va a descolocar, como me ha ocurrido a mi, sobre todo a los que conocemos a Rubén Castillo… la razón es muy simple: Rubén es un prosista, un narrador nato, un pura raza con gran cantidad de títulos a sus espaldas; y, de pronto, nos sorprende con 40 poemas que son como 40 puñales clavados en lo más profundo de cada lector. Una cuestión sube a los labios ¿por qué? ¿Por qué gira de este modo y en este momento? Inevitablemente concluimos que un poema, un verso, no nace de la noche a la mañana y en horas 24 tenemos la publicación. Ahora han visto la luz pero el proceso es muy anterior.
¿Qué es lo que ha sucedido en lo más íntimo del autor? ¿Qué ha descubierto en ese viaje interior… ‘Viajo por dentro de mí como por un país desconocido’? El dolor ha sacado a la superficie un Rubén ignoto para sus seguidores y, me atrevo a decir, para el mismo. Que mejor forma de arrostrar cualquier pena que hacerla visible en unos versos maravillosos, simples y directos al corazón del lector. Cada uno de los poemas encierra un secreto que sólo el autor conoce… ahora bien, analizándolos con detenimiento podemos hacerlos nuestros ya que similares son las derrotas del alma de todos nosotros.
Si nos fijamos, por ejemplo, en estos cuatro versos: «El gran secreto es que morimos muchas muertes / y que los demás solo conocen / la última / -la menos importante». Puedo entenderlos y puedo vislumbrar la razón de su escritura: nos pasamos la vida muriendo; muriendo solos, morimos en las derrotas y en los sinsabores. Es tanta la soledad, que no estamos presentes cuando los demás se enteran de que por fin hemos muerto ‘in aetérnum’.
Siendo, como parece, un acto de limpieza y purificación mental sería bueno que aprendiéramos de las aves rapaces: ‘El ave rapaz cuando excreta su egagrópila…’, este es el primer verso del poema 31. Bueno sería que de vez en cuando nos despojásemos de todo aquello que nos es inútil y nada provechoso para el alma.
Lean Por un país desconocido, leanlo con calma, deteniéndose en cada verso, paladeen las sensaciones y sentimientos que Rubén Castillo ha derramado para abrirnos los poros e invitarnos a viajar a nuestro interior.
¡Gracias maestro!
Rubén Castillo Gallego (Murcia, 1966) es licenciado en Filología Hispánica y profesor de Lengua Castellana y Literatura en Enseñanza Secundaria. Ha publicado libros de ensayos, cuentos, artículos periodísticos, reseñas literarias y especialmente novelas, con las que ha obtenido premios como el Gabriel Sijé por Reina María (1990) o el Ateneo de Valladolid por La mujer de la mecedora (1992). Algunas de sus últimas novelas son El globo de Hitler (2011), Galatea de las esferas (2012) y Anillo de Moebius (2014). Ha sido director y presentador del programa radiofónico La torre de papel, en Onda Regional de Murcia, e impartido talleres de creación literaria durante varios años. También ha ejercido la crítica de libros en periódicos y medios especializados como La verdad, La opinión, La tormenta en un vaso o Agitadoras; actividad que continúa en la revista Quimera y en su blog personal Librario íntimo.
Rubén se purifica… un poquito… con nosotros. Gracias.
P.- ¿Cuanto tiempo le llevó escribir estos poemas... y me imagino que algunos más?
R.- Me llevó apenas dos meses. Fue un proceso muy rápido, porque necesitaba arrancarme aquellas sensaciones, aquellas lágrimas, y no deseaba detenerme demasiado en estilismos o medición de versos. Los que faltan aquí los destruí. No hay vestigios de más versos de este ciclo.
P.- En el momento de escribirlos, ¿pensaba en su publicación?
R.- Nunca. De hecho, su destino natural consistía en actuar como catarsis, como exorcismo, y luego ser olvidados. Pero pervivieron en la memoria del ordenador y cuando en 2015 la editorial Balduque me pidió algún original para valorarlo, lo único que tenía era esto. Pensé que publicarlos podría servir para cerrar el círculo.
P.- ¿Qué motivó este torrente de intimidad hacia el exterior... primero a unos folios en blanco y posteriormente a la cara de sus próximos?
R.- Lo motivó el momento más duro y más amargo de mi vida. No es necesario decir más. Cada lector o lectora podrá interpretarlos y aplicárselos a sus propias tristezas, estoy seguro.
P.- Cada poema, solo usted lo sabe, es motivo de algo concreto. Hay uno que a mí me ha traspasado especialmente por las muchas muertes que he sufrido y a buen seguro seguiré sufriendo: El gran secreto es que morimos muchas muertes / y que los demás sólo conocen / la última / -la menos importante. ¿Qué desencadenó estos cuatro versos?
R.- Precisamente lo que usted está imaginando: que cuando atravesamos un trance terrible, que nos lacera y nos parte en dos, apenas nadie se da cuenta. Y quienes se dan cuenta no hacen o no pueden hacer nada. Somos muy sensibles o muy receptivos a la felicidad ajena, pero no a la tristeza. Las lágrimas son siempre un ejercicio necesario y solitario. El cáliz lo apuras tú solo.
P.- "Viajo por dentro de mí como por un país desconocido"... ¿Al viajar interiormente se ha llevado muchas sorpresas? ¿Se ha encontrado con otro Rubén?
R.- Indiscutiblemente. Y me he encontrado con la certeza de que todo cambia a nuestro alrededor cuando descubrimos el lado oscuro. Ahí no valen los amigos. No existen. Se evaporan o silban mirando para otro lado. Y caminas tú, sin nadie más, con la mirada perdida. Las decepciones son muchas y se convierten en más piedras para la mochila que llevas a la espalda. Te fortaleces y, al mismo tiempo, mueres con esa lección.
P.- ¿Es buena terapia el que, en algún momento, dejáramos en el camino alguna que otra egagrópila?
R.- Espero que sea una buena terapia. Yo he intentado liberarme con estas cuarenta. Ojalá haya servido para drenar una parte de la tristeza.
P.- Hay un poema (16...Si cierro los ojos y los aprieto mucho...) que choca al leerlo, 42 versos sin ningún tipo de puntuación, ¿experimento o vómito puro y duro?
R.- Vómito puro y duro. Una especie de visión surrealista u onírica, que me vino así y que trasladé al papel sin apenas pensarla. Tampoco he intentado “traducirla” racionalmente. Surgió así y así se quedó.
P.- ¿Qué le cuesta más trabajo: la prosa o la poesía?
Uf, la poesía, sin duda alguna. En la prosa me manejo con más soltura porque tengo mucha más experiencia. De los versos he salido calcinado. Las líneas de verso son más cortas que las líneas de prosa: quizá por eso es más difícil camuflarse tras ellas.
P.- De todos los poemas de Por un país desconocido, ¿cuál es su preferido, si lo tiene, y por qué?
R.- Quizá el penúltimo, porque supone colocar la pelota en el terreno de los posibles lectores y decirles: “Si te has sentido alguna vez así entenderás por qué estoy escribiendo esto”. Una especie de diálogo secreto e íntimo entre nosotros. Me parece cercano, casi un abrazo de palabras.
P.- ¿Volverá a publicar poesía?
R.- Será complicado, porque mi lenguaje natural es la prosa. No me atrevo a decir que no, porque hace cinco años hubiera dicho, con total seguridad, que jamás publicaría un libro de versos. Y habría mentido. Lo dejaremos en un “Es poco probable”.