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ISSN 1989-4163

NUMERO 71 - MARZO 2016

Huelga en el Subsuelo

Cristina Casaoliva

 

     

Barcelona supera una crisis de transporte, de presión ejecutiva y de seguimiento exhaustivo por parte de la prensa. En medio de esta semana de locura en Barcelona se celebraba la Mobile World Congress con gran éxito.

La crisis del transporte adquirió su punto más alto con la huelga de Metro. En plena crisis mundial, con los índices de paro en cotas altísimas, con contratos de trabajo precarios y sueldos recortados a su mínima expresión ha resultado sencillo a la directiva y a los políticos criminalizar las actuaciones sindicales e intentar dejar en mal lugar a los trabajadores de Transport Públic de Barcelona(TMB).

Pero precisamente porqué las condiciones generales son tan malas es por lo que es vital que los ciudadanos que cuentan con un trabajo y un convenio, no dejen de luchar para que sus condiciones laborales no empeoren. Para que la seguridad a lo largo de su jornada laboral esté garantizada y para que los derechos adquiridos se mantengan más allá de las circunstancias que las envuelven.

Los trabajadores de Metro, unos 3.600, tienen a grandes rasgos buenas condiciones laborales, conseguidas con esfuerzo y años de lucha sindical que nadie debería menospreciar. El suyo es un trabajo que ha ido modificando características, moldeando derechos por imposición.
También ha ido reduciendo el volumen de personal que debe efectuar las acciones y tareas. Trabajan en el subsuelo, sin nociones climáticas, ni referencias horarias lumínicas, con una enorme contaminación acústica permanente. Trabajan a menudo a solas, asumiendo una enorme responsabilidad civil, personal y jurídica, gestionando incidencias de diversos niveles de gravedad a diario, con una seguridad casi nula. De punta a punta de la ciudad condal desde primerísimas horas de la mañana a altas horas de la madrugada como poco, en las mejores y peores zonas de la ciudad.

Sufren asiduamente acoso y agresiones, se enfrentan a pasajeros encolerizados, a borrachos, enfermos mentales que viven en la indigencia, grupos radicales, inmigrantes hostiles y hostiles autóctonos. Grupos mafiosos que tienen dividida la zona metropolitana como su lugar de trabajo delictivo habitual y como vía de escape en sus acciones.
Conviven con el incivismo y la total falta de educación de un pasaje que a menudo guarda los roles sociales de los buenos modos para las visitas bancarias. Se enfrentan a ultras enardecidos en días de partido, a fans enloquecidas en días de concierto, a drogadictos en pleno mono, a crisis personales, a robos, personas perdidas, muertes accidentales y a numerosos suicidas que ven en el Metro un camino rápido hacia la muerte, irónicamente no suele ser así.

En su lugar de trabajo, al ser el subsuelo, hay peor calidad de aire y mayor índice de contaminación y comparten espacio con insectos varios algunos de ellos, como las cucarachas, proliferan en cantidades, tamaños y formas alarmantes. Así mismo hay otro tipo de seres, como parásitos, ratones y ratas. De hecho la mordedura de rata es un motivo de baja habitual, para los trabajadores que frecuentan los túneles.

De los 3.600 trabajadores, al menos 600 trabajan menos del 75% de la jornada o trabajan sólo tres meses al año con contratos de obra y servicio y sin perspectiva de consolidación laboral.

Ada Colau que llego al sillón del Ayuntamiento enarbolando su tendencia radical hacia la izquierda, su vena sindicalista y su promesa de mirar por los trabajadores por encima de todo, ha resultado ser una progre más  con total falta de autocrítica, fallo común en este país en  general y en el ejecutivo en particular.

Como decíamos la sra. Colau ha demostrado una total falta de liderazgo. Sus intentos de criminalizar las acciones sindicales han sido vergonzosos y culpabilizar veladamente a los empleados de Metro de desear dar un peor servicio al pasaje por reclamar sus derechos, por pedir consolidación, seguridad, por exigir que dejen de recortarse las condiciones laborales que en estos años han sufrido numerosos cambios a golpe de imposición, no sólo es reprobable sino que demuestra claramente, que el cargo le queda grande y que sus principios los guardó al jurar el cargo.
No pueden valerse de la crisis para justificar los abusos. Y los colectivos dotados de fuerza laboral y sindical, deben velar y luchar para que esto no suceda. Porque ello redunda en beneficio de todos los trabajadores, en las distintas áreas y empresas. Al final el beneficio es para todos los ciudadanos. 

Se miente mucho, para criminalizar a los trabajadores, buscando la furia del pasaje, pero los ciudadanos debemos dirigir nuestra ira hacia nuestros dirigentes, hacia los directivos que abusan del concepto crisis para oprimir a los trabajadores, para silenciarlos y enmudecer a los sindicatos.
Digamos no a estas acciones, demos apoyo a las reclamaciones legítimas, aunque puedan resultarnos inconvenientes en nuestro día a día y exijamos responsabilidades.

La semana se superó, como tantas otras crisis, gracias a nosotros, al pueblo. Usemos nuestra fuerza desde la unión, sin dejar que nos dividan. Todos somos trabajadores, incluso desde el páramo del desempleo. Y aunque suene a panfleto sindical, los trabajadores a día de hoy tenemos que estar más unidos que nunca.

 

 

Huelga en el subsuelo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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