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ISSN 1989-4163

NUMERO 61 - MARZO 2015

Nightcrawler

Il Gatopando

 

Además de ser un efectivo vehículo de entretenimiento por la vía del thriller con elementos de terror psicológico, la película Nightcrawler –el título no ha sido traducido al castellano pero literalmente vendría a significar: el que se arrastra/repta por la noche*-, debut como director de Dan Gilroy, despierta inquietantes interrogantes acerca de la vida en la sociedad actual, en la que la falta de oportunidades profesionales y la desesperación por salir adelante conforman un cóctel de alto voltaje de cada vez más difícil digestión para quienes aspiran a encontrar su lugar en ella. No en vano la película se abre con la entrega figurada de un currículum por parte de su protagonista, Louis Bloom, interpretado por Jake Gyllenhaal, un joven ladrón de poca monta que tras ser rechazado por el propietario de una chatarrería encuentra su oportunidad profesional grabando para una sensacionalista cadena de televisión sucesos ocurridos durante la noche en la ciudad de Los Ángeles.

Así, Nightcrawler constituye una exitosa, en apariencia, película de superación personal –Louis proporciona a la cadena de televisión un material cada vez más arriesgado y valioso a la vez que se gana la consideración de sus figuras y ve rápidamente crecer su carrera y sus emolumentos- si bien por las razones equivocadas: la absoluta falta de empatía del protagonista hacia sus semejantes, empezando por su propio colaborador, un necesitado joven de color que le hace de copiloto por las calles de la ciudad a fin de llegar cuanto antes a los escenarios donde ha saltado la noticia, además de las víctimas de los accidentes o los colegas-rivales con los que se disputa ser el primero en grabar las imágenes.

Más allá de la sordidez de una actividad alimentada sin el menor escrúpulo por las cadenas de televisión, lo que distingue a Nightcrawler de otras películas de denuncia es el perfil psicológico del que hace gala su protagonista. Un psicópata y consumado manipulador armado con una férrea determinación cuya visión ha sido enteramente construida a partir de manuales para el éxito profesional consultados en internet, cuya misión vital viene a suplir las carencias emocionales que le han abocado a la soledad en la gran ciudad.

Por su funcionalidad, por su capacidad para desenvolverse con éxito en un escenario sórdido pero socialmente aceptado y económicamente rentable, el perfil de psicópata que ofrece Nightcrawler resulta más efectivo que el de su ilustre predecesor, Patrick Bateman, el protagonista de American Psycho, el cual resulta abstracto en comparación. El único ser vivo hacia el que Louis muestra un poco de cariño desinteresado es una planta situada junto a la única ventana de su apartamento por la que entra un poco de luz natural a la que vemos regar en repetidas ocasiones. Y es que, formal y conceptualmente, Nightcrawler es una película oscura, casi toda ella transcurre por la noche –el personaje de Jake Gyllenhaal, adelgazado para la ocasión, pálido, ojos prominentes en su chupado rostro, recuerda a un vampiro-.

Aunque la película tiende a subrayar en exceso los elementos clave en su desarrollo mantiene su efectividad gracias a una sólida trama que conjuga el thriller con el terror psicológico y a la solvente interpretación de Gyllenhaal –su transformación, con drástica transformación física incluida, es de las que encandila a los académicos si bien está por ver que un personaje tan siniestro, más aún al tratarse de un papel protagonista, pueda ser reconocido con un gran premio en Estados Unidos- , bien secundado por René Russo, en su papel de curtida directiva de la televisión, y por Bill Paxton.

En su turbiedad, con crítica implícita al sistema –el marketing y el afán de superación personal son mitos cuasi-religiosos en aquel país-, Nightcrawler remite a ciertas películas incómodas de principios de los setenta en Estados Unidos. A la salida, el espectador no puede evitar preguntarse si lo que ha visto no será una tenebrosa metáfora de la sociedad actual, una especie de paranoia orwelliana en la que los medios de comunicación y la lógica del beneficio sin contemplaciones han ocupado el lugar que tradicionalmente se asignaba al omnipotente Estado, un ecosistema en el que los psicópatas no tienen nada que perder y sí todo por ganar.

*Además de reptar o arrastrarse, otras acepciones del término “crawl” remiten a la idea de tener o sentir el cuerpo cubierto por gusanos o insectos y también a la de ganarse el favor de un superior jerárquico buscando la manera de complacerle o haciendo pequeños trabajos en su beneficio. Ambas son igualmente aplicables al sentido de la película.

 

 

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