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ISSN 1989-4163

NUMERO 61 - MARZO 2015

No lo Sabían

Francisco Gómez

 

Lucius no es como los demás. Se siente diferente en la sociedad dirigida. Echa de menos el calor y el amor de una madre, el apoyo de hermanos, la voz de protección y mando de un padre. Su cerebro se rebela. No quiere vivir en las etapas predeterminadas. No quiere hacer caso a lo que le digan las pantallas. Las órdenes de los guardianes.

Su corazón le dice que se ha enamorado de Bárbara. No es sólo atracción física. Un día vio en un parque artificial restos de una flor natural y se la regaló. Ella se ruborizó. Y se besaron. Querían ser únicos. Que nadie entrase en el santuario de su amor. No querían compartirse con otros tip@s cuando llegaban las fases del contacto sexual antes de dormir y volver al centro de trabajo. Algunos gestos cómplices pusieron sobreaviso a los protectores. Recelaban de los individuos que rompían la normalidad y se daban la mano y besitos al oído.

Los guardianes del SIPAS (Servicio de Información y Prevención Antisocial) estaban alerta. Dos individuos parecían no hacer caso a las pantallas:

-No ames. Te provocará dolor.

-La familia es un invento del pasado. Separa la Comunidad.

-El fin de la especie es la producción, consumo y reproducción.

-Los sentimientos son un engaño inútil.

-Tu destino está fijado. Nos preocupamos por ti.

Seguro que tuvo que haber otro tiempo cuando las cosas no eran así. No conocía, no sabía de documentos que atestiguasen estas certezas que intuía su corazón. Pero sentía que debía ser cierto. En otro tiempo hubo libros y maestros y cielos azules y animales y árboles que daban frutos pero él no lo sabía.

Los libros fueron saqueados y quemados en piras multitudinarias públicas. Alteraban las conciencias y alentaban ideas y sentimientos diferentes a los correctos. Los libros permitían vislumbrar imágenes, soñar otros mundos, otras posibilidades fuera de las legalmente aceptables. Las élites decidieron crear el pensamiento único, el medio único, la estratificación social predeterminada. Lucius no podía creer, no quería creer que aquel orden fuera cierto y para siempre.

 

ANNO MMCCL

El mundo sigue pero ya no es como era o decían que era a principios del siglo XXI. El dinero y el poder han marcado, quizás para siempre, el principio de separación de la población mundial.

Los ricos han buscado otros paraísos artificiales fuera de la Tierra. Los que han podido se han marchado a otros planetas. Los pronósticos de los augures se hicieron neblinosa realidad y los poseedores de la moneda universal buscan otros lugares con más oxígeno, a la búsqueda de zonas verdes o creadas con bioingeniería. Las élites gobiernan desde la distancia y los soldados y policía velan por el mantenimiento de la ley y el orden. Los trabajadores están hiperespecializados en tareas predeterminadas. El individuo sólo es en función del grupo, su comunidad. La familia no existe. Es un invento antiguo. Huxley tenía razón.

La función del individuo es su nacimiento, crecimiento, consumo, reproducción y muerte a los máximos de 60 años cuando ya no resulta productivo y sí un gasto excesivo para la comunidad. Los deficientes son eliminados. La selección natural y tecnológica de la especie busca a los más bellos, los más fuertes, los más preparados intelectual y psicológicamente para ser guerreros y dirigir a los obreros.

El amor es un invento del pasado. La familia, un vínculo innecesario. La ley te ofrece seguridad a cambio de libertad, espacios de reproducción fuera de los horarios laborales. El medio único proyecta en las pantallas de las macrocitys qué debes pensar, cómo sentir, tus consumos, necesidades, tus deberes como ciudadano en la escala social asignada.

Salió de la macrocity, envuelta en contaminación y soledad. Encaminó sus pasos hacia un bosque cercano arrasado por la lluvia ácida. Quería demostrar a Bárbara su amor ante todos de una manera absoluta. Vio dos restos de troncos en el suelo y con su hoja multiusos trenzó una flecha que adhirió a su pecho y espalda como un cupido ultramoderno del que nunca tuvo conocimiento.

Se acercaba al nicho de apartamentos de su Amada. Gritar a su ventana numerada que saliera y escuchara su canción a modo de trovador milenario para seducirle con sus melodías.

La policía del SIPAS le seguía los movimientos. Sabían que alguien estaba rompiendo la normalidad, un antisocial cometía gestos y actuaciones no permitidas. Era una bacteria peligrosa que podía infectar el tejido. Decidieron observarlo y en caso de peligro eliminarlo. Helicópteros patrulla salieron en busca y captura de Lucius que al penetrar en la city estaba provocando el desconcierto entre la población. Él, vestido de negro, con la flecha de ángel enamorado entre pecho y espalda causaba hilaridad, desconcierto, incluso indiferencia entre sus paisanos. Alguno de sus compañeros de nicho vivencial o del centro de producción, al verle, se mofaron de él. Un tipo alucinado, un malinterpretador de los mensajes, quizás afectado por algún virus siempre anhelante de pisar los campos contaminador donde antes hubo agua, ríos, árboles, pájaros...

Los agentes del SIPAS le buscaban por toda la macrocity con orden de detenerlo y aislarlo en una residencia de desintoxicación y en su caso, eliminación. Pero Lucius conocía los entresijos urbanos de su megaciudad. A veces se deslizaba por la avenida principal con su amorosa flecha por bandera, causando el tumulto y la sorpresa. A veces derivaba a calles estrechas donde antes de la extinción de los textos se hablaba de poesía, filosofía, literatura, ensayo y se representaban obras de teatro para escenificar el carnaval del mundo.

Lucius, por suerte, aún tenía un miembro en extinción llamado amigo. Quedó con Silver en una calle perdida, escenario de sus juegos infantiles y le dio una nota para Bárbara:

“Amor mío, te espero en la plaza de los tres relojes. Allí donde nos besamos por primera vez. Tu Lucius”.

La policía le perseguía mientras los mensajes le acusaban de traición, sedición:

-Si encuentran a un tipo con una flecha en el cuerpo, comuníquenlo al agente más cercano.

-El individuo de la flecha es un alborotador. Quiere alterar la paz social y el orden establecido.

-No den cobijo al paranoico. Puede infectar sus convivencias con mensajes sucios.

-Gratificación en caso de eliminación: 100 horas de placer con sexo y exención de trabajo por 10 lunas.

Cuando la noche peinaba las azoteas de los nichos y los niños dormían soñando con el héroe deportivo de la temporada a falta de nanas y cuentos, Lucius salió con sigilo a la calle con un sayón que cubría su flecha de enamorado. Llegó a la plaza de los tres relojes donde él y Bárbara se habían besado. El espacio del campanario olvidado que nadie miraba porque todo el tiempo era presente y el pasado ya no importaba. Un reloj esférico que daba las horas sin importar a nadie. Las agujas solares de otra época estaban en el pavimento de la calle pero tampoco nadie recordaba para qué servían. Se encontraron a las puertas de un viejo establecimiento olvidado que mantenía en su escaparate un carillón de pared que al marcar las 12 salían del círculo horario una mujer y un hombre que se besaban.

Lucius giró la vista y con sus ojos verdes todo amor y devoción contempló a su Bárbara.

“No sabía que me quisieras tanto, Lucius”.

“Bárbara, amor mío, yo tampoco lo sabía. Ya no sé ser sin ti. No creo en la vida sin que estemos juntos. Los dos. Ven”

Y se besaron

No sabían qué ocurriría después. Sólo sabían que querían vivir juntos, tratar de ser felices y formar una familia. Volver a los orígenes, esos que no pudieron leer en los libros pero que Lucius y Bárbara escribirían.

 

Que yo no lo sabía - Elefantes

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