Un País de Sinsentidos
Cristina Casaoliva
No alcanzo a comprender como pueden sucederse tantas sinrazones a un tiempo, como aparecen simultáneamente una tras otra en el mismo marco jurídico y legislativo, tributario y social. Todas ellas juntitas bajo el paraguas de un mismo país.
Me pregunto seriamente si las normativas que rigen las jurisprudencias, los protocolos y la burocracia se erigen sobre el lema “dificultemos la vida al ciudadano”.
Si hay un modo difícil de hacer algo, una manera compleja de realizar un trámite sencillo, una forma enrevesada de obtener un resultado o hacer una solicitud, si existe un camino arduo a través del cual obtener información básica, solicitar datos fiscales o reclamar prestaciones. Si existe una manera desquiciante de tributar, de cursar renovaciones, notificar defunciones o cambios de domicilio, sin ningún género de duda esa será la manera seleccionada por los ejecutivos pasados y presente para llevarla a cabo.
Con la de millones que en un pasado cercano han deambulado de sobre en sobre y de bolsillo en bolsillo, de un mal uso a otro, parece ser que no hubo ninguna partida presupuestaria disponible que se pudiera dedicar a una empresa realmente titánica pero a su vez incalculablemente útil, como es hacer una red informática general que conecte los estamentos oficiales entre sí, agencia tributaria, tráfico, ayuntamientos y demás para facilitar el tráfico de información y los trámites en sí mismos.
El motivo de semejante inversión es muy sencillo. Tras un cambio de residencia por ejemplo realizaríamos el pertinente empadronamiento y nada más. El largo periplo de oficina en oficina, de documento en documento, de colas eternas y horas perdidas que vivimos a día de hoy no existiría.
Seria innecesario ir cada vez a tráfico, a la seguridad social, a la Agencia Tributaria, porque con actualizar tus datos en un solo estamento todos los demás archivos a tu nombre quedarían actualizados.
Con el sistema actual, realizas un trámite sabiendo que de todos modos la espiral del infortunio ha empezado a girar inexorable y se traducirá en comunicados que no llegan a tu domicilio, en documentos que se pierden y en mil y una situaciones que te abocan a la extenuación.
Por complicar lo cotidiano son capaces de lo que sea y entonces te encuentras con situaciones como la siguiente, deseas una copia de tu declaración de la renta, en tu inocencia usas el sentido común, craso error ya que cualquier acción legal y burocrática está seguro alejada del mismo, como decía por sentido común te diriges DNI en mano a la oficina de la agencia tributaria más cercana, coges número, haces cola, esperas turno y cuando te toca el/la funcionaria en cuestión te dice que no es posible.
Para conseguirlo necesitas un código que aparecía en tu declaración, esa que tú no tienes, o solicitarlo de manera telemática aportando datos diversos, como una cuenta corriente bancaria que no sea de reciente creación y luego esperar una carta, con una contraseña con la que a través de Internet al fin podrás solicitar la copia de tu declaración, vamos facilísimo. En qué cabeza cabe.
Si tienes la desgracia de enfrentarte al trámite de una herencia sin testamento ya puedes rezarle a la Virgen porqué es un vía crucis. Certificados de matrimonio, de nacimiento, de divorcio, de defunción. Libros de familia. Y cada cosa donde la consigues?. Ahí está la clave, como no se comunican los estamentos, pues empiezas a pasearte por la geografía hispánica, a molestar a funcionarios estresados o por el contrario aburridos, en un bucle infinito de tiempo malgastado.
Y es que nuestro tiempo no vale nada, no cotiza en bolsa y nuestra paciencia no se tiene en mucha estima y dado el nulo respeto que nos profesan los gobernantes y jurisprudentes varios, deciden arbitrariamente y sin cargo de conciencia complicar las cosas sencillas, hacer de los trámites y solicitudes un proceso demencialmente surrealista y obstruir nuestros esfuerzos, tensar la cuerda y exprimir el buen ánimo innato del pueblo al que subyugan que no gobiernan.
La única explicación que encuentro a parte de un maquiavélico sentido del humor, es que los hacen enrevesados para confundirnos, cansarnos y aumentar así el margen de error, porque señores ese margen de error les enriquece.
En un mundo que se rige por plazos y términos. Un error se traduce en dinerito para ellos. Funcionan como los bancos o tal vez es a la inversa, tanto monta, monta tanto.
Los trámites confusos, los largos y letárgicos procesos, hacen que muchos ciudadanos se cansen y no finalicen las reclamaciones. Consiguen que se presenten peticiones fuera de plazo, que se envíen comunicados en domicilios erróneos. Y esto se traduce en multas, en prestaciones impagadas y penalizaciones. En quejas que no se presentan.
Al final se traducen en horas de vida perdidas y procesos inconclusos. En falta de fe en el sistema, en el aumento del descredito y el desconcierto general.
En resumen y cada día más, este es el país de los sinsentidos.