El Viaje a Puebla
Francisco Manzo-Robledo
A Roberto no le gustó tener que trabajar en día festivo, Cinco de mayo, para llevar a su jefe hasta Puebla. Después de todo, él ya estaba casi para jubilarse; así se lo había dicho el mismo gobernador una semana antes: “Jorge Campos ¾ así le decía, Jorge, en lugar de Roberto ¾ ya estás para que te jubilemos: con tantos años de servicio lo mejor sería que te diéramos tu retiro y te fueras a descansar a tu casa”. Roberto me lo contó ese mismo día. Dijo que le dio risa, y más de pensar que tendría que estar aguantándome todo el día con lo molona que soy, y sobre todo con lo joven que él se sentía; porque apenas tenía tres años más que yo, y yo tengo,... creo que treinta y nueve o algo así. A ver, tanto trabajar para quedar nomás así. Por mi parte que se hubiera jubilado, así se hubiera podido quedar atendiendo el changarro y yo poder limpiar mejor la casa y atenderlo como era debido, que desde que comencé con el negocito, a la casa ni quién la mire y a él, pos para que es más que la verdad, lo descuidaba un poco...más bien mucho, y por eso está del asco la casa. Nomás hay que mirar por debajo de los muebles para darse cuenta. Pero no... ya no le tocaba. Porque como dice mi comadre Filomena, ella tiene un dicho muy cierto y seguido lo repite, aunque la verdad siempre trae dichos a flor de labio, uno para cada ocasión; dice que “El que nace pa' tamal, del cielo le caen las hojas”. Ella sí sabe cuál decir a la hora debida. Puede que quedaría mejor el de que “Boda y mortaja, del cielo baja”.
El ingeniero le ordenó que pasara a recogerlo a las cuatro de la mañana; bien temprano que se fueron. Ni siquiera lo despedí, no me quizo despertar...yo creo...Yo ya estaba acostumbrada a que se fuera sin decirme nada, pero siempre me hablaba cuando llegaba a su destino. Ese día no me llamó y me dio mala espina, y más cuando hasta móvil traía; anduve todo el día con un pendiente y más porque no se llevó nada, aquí se quedó la pistola, la que le habían dado para que siquiera trajera algo por si se ofrecía en el camino. Es una 38, con cachas de concha nacar. Se la pasaba limpiando, limpia y limpia; siempre estaba brillante, “te la vas a acabar de tanto alisarla”, le decía yo por pura guasa. Quedó mucho mejor que como estaba el primer día que la trajo, y siempre la tenía cargada, todo el cargador repleto con expansivas. Está bonita. Yo, ahora, a veces la saco y la acaricio...más en estos días que se fue el finado. Siempre le he tenido mucho miedo a las armas, uno con arma no piensa, en un instante zas!, son muy peligrosas; yo creo que por eso ni me dijo que la trajo, pensó que le iba a rezongar. Luego, luego me di cuenta que algo escondía. Porque yo siempre me daba cuenta: que traía una preocupación, ponía el seño así; traía gusto: se le miraba como si quisiera reírse. Ese día quería reirse, por eso yo supe que andaba alegre. En la noche, ya cuando estábamos en la cama, me lo dijo, yo me hice la enojada por un rato, pero él me dijo que habían sido órdenes de arriba y que pues no se podía hacerse pa‘trás y regresarla, no podía hacer nada, decía que me la dejaba a mi para que me cuidara; mira nomás, ¿en qué pensaría?... Pero a ver,... cuando más la necesitaba no la traía. Aquí está...ésta es...
Entró a trabajar cuando era gobernador el licenciado Juan Estrada, al que quitaron cuando el argüende en la universidad...ése en el que mataron a muchos estudiantes. Luego luego vino la orden de México para que renunciara a la gubernatura. Roberto le ayudó para que se cambiara a su casa en Cuernavaca, contrató las mudanzas y los cargadores, todo, todo lo arregló Roberto. Un casonón que hasta daba grima ver que todo lo que se había robado. Ese Juan entró de gobernador sin tener ni en qué caerse muerto y cuando salió después de tres años, estaba rico, millonario, y muy quitado de la pena. Todavía lo invitan a las cosas oficiales, y todavía le dicen ‘señor gobernador', ‘señor gobernador' por aquí, ‘señor gobernador' por allá, puras lambisconeadas. Y uno aquí muriéndose de hambre... A Roberto lo trató bien, para qué negarlo, y por él se quedó trabajando allí mismo, porque a todos los demás compañeros los corrieron sin darles ninguna compensación por el tiempo de servicio; bien triste. Ahí andaban las familias peleando por algo, hasta que por fin los amenazaron con meter a toda la ronda a la cárcel y entonces ya ni pío dijeron. Roberto siguió ahí de chofer. Él decía que era porque él sí trabajaba como Dios manda, pero quién sabe en qué más andaría...no falta. Esta es...era... su pistola...
Por ahí me decían que tenía una querida, una de las afanadoras del hospital municipal. Nunca le pude comprobar nada, agarrarlo con las manos en la masa; pero sí nos echamos muchos pleitos. Yo me encabronaba y él se iba a dormir...me ignoraba. Me decían que cuando llegaba de alguna comisión de fuera llegaba con ella; y como él salía de comisión muy seguido... porque ella vive lejos de aquí, según me dijeron, en el camino para la capital, en una casa de dos pisos y jardín en el frente. Que él le llamaba de donde anduviera y que le decía “...te bañas...”. Me lo dijeron otras afanadoras que trabajaron ahí mismo, pero salieron de pleito y me vinieron a contar, “vaya ahora mismo” me decían. Y yo, “ey, ahorita me voy”... ¿Con qué cara? Nunca le pude comprobar nada, ...nunca traté tampoco, yo creo que me daba miedo saber la verdad, aunque aquí dentro yo sabía, yo sabía.
Por lo menos nadie que fuera desconocido se paró a su velorio, así que no debió haber sido muy fuerte el amor. Ahí está...ni ella ni yo, nos quedamos solas...por lo menos yo sí, yo ya no tengo nada ni a nadie, estoy sola; aquélla no sé, a lo mejor ya tiene otro, otros...Dicen que de eso se mantiene...Como dicen por ahí: “de puros palos hizo su casa”. Y yo aquí estoy sola... Antes él había tenido otras pero no duraba con la misma, eran aves pasajeras; con ésta duró más...casi tres años. Por lo menos se buscó una más joven y bonita, no una garra de mujer como yo...Tenía buenos gustos el finado...Prefería a otras más que a mí...Y esta era su pistola...está bonita... ¿Verdad? Con una pistola en la mano uno no piensa en consecuencias...no piensa en cosas... no piensa...suavecito...un apretón aquí y ...