Traemos, en este momento, a colación esta obra, por ser el año del centenario del nacimiento de Julio Cortázar (26/08/1914) y habiéndose celebrado el día 12 de febrero (día en que redacto esta reseña, casualmente) el trigésimo año de su fallecimiento. Declarado el año 2014, por algunas instituciones culturales, año de Cortázar.
Este pequeño volumen está compuesto por una serie de cartas y tarjetas postales inéditas de Julio Cortázar, Silvia Monrós-Stojakovic y Carol Dunlop.
La prosa de los tres autores es de primera categoría: Cortázar es el de siempre: Monrós-Stojakovic, traductora de Cortázar al serbocroata, es ágil y ocurrente y aporta noticias sobre la complicada situación en Belgrado durante las fechas de la correspondencia (1980 – 1983); Dunlop, la segunda esposa de Cortázar y coautora de Los autonautas de la cosmopista , escribe en un español dubitativo pero muy expresivo, y lo que cuenta es, para los cortazianos en especial, de enorme interés.
Además de poseer una gran calidad literaria, el hilo de esta correspondencia se articula en forma de relato auténtico, con final dramático, protagonizado en primera persona por Cortázar y Carol Dunlop, y aporta, además, y de primera mano, circunstancias biográficas inéditas.
Una historia de amor y amistad, un testimonio único de la pasión que Cortázar, Dunlop y Monrós-Stojakovi c sintieron por la literatura y por la vida, hasta su último aliento.
La relación entre Cortázar y Silvia se inicia en julio de 1980, cuando esta (argentina de ancestros catalanes, que vive en Belgrado) le escribe para cursarle una invitación oficial a unas conferencias y solicitar su ayuda en unos estudios de tercer ciclo que va a dedicarle. Desde el primer intercambio de misivas, aflora la amistad entre los dos, dúo epistolar al que más tarde se suma Carol Dunlop. Durante los tres años siguientes, los tres autores comparten su intimidad, sus inquietudes acerca de su creación literaria, así como brillantes reflexiones sobre sus propias vidas. Este conjunto epistolar, interrumpido por la inesperada muerte de Dunlop y la de Cortázar, convirtiéndose en uno de los últimos testimonios de la vida del genial escritor.
Julio Cortázar, nacido accidentalmente en Bruselas en 1914, es uno de los escritores argentinos más importantes de todos los tiempos. Regresó a la Argentina en 1919, donde sus padres se instalaron en las afueras de Buenos Aires. En 1937 recibió el título de profesor normal en Letras, e inmediatamente después viajó e incursionó como docente en algunos pueblos de la provincia de Buenos Aires, como Bolívar y Chivilcoy. En 1944 se trasladó a Mendoza, donde comenzó a dictar clases de literatura en la Universidad de Cuyo.
Con la victoria de Juan Domingo Perón en las elecciones presidenciales Cortázar renunció a su plaza a comienzos de 1946. En este mismo año Jorge Luis Borges, quien dirigía Los anales de Buenos Aires , publicó Casa tomada , uno de los cuentos insignes de la que después sería su primera compilación de cuentos, Bestiario (1951).
En marzo de 1950 viajó por primera vez a París proveniente de Papua (Italia), en lo que supuso su primer grand tour o viaje europeo. Gracias a una beca para estudiar literatura francesa viajó de nuevo a París en 1951, donde residió hasta su muerte en 1984. Acto seguido a su arribo a la capital francesa, trabajó como traductor de la UNESCO, labor que desempeñó durante gran parte de su vida. La publicación de El perseguidor en “Las armas secretas” (1959) resultó ser el preámbulo de lo que sería la novela que cambiaría la vida del argentino: Rayuela (1963). A partir de la publicación de esta novela Cortázar entró a formar parte activa del denominado « boom latinoamericano » junto con otros autores como Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez.
A la par con su obra literaria, Cortázar se caracterizó por su activismo político respecto a algunos países latinoamericanos. En particular fueron tres los países con los que en algún momento de su vida adquirió un compromiso político: con Cuba, adonde fue por primera vez en 1962; con Chile, país que visitó en 1970 y sobre el cual trata su novela El libro de Manuel ; y por último Nicaragua, donde fue por primera vez en 1976, y al cual le dedicó su libro Nicaragua, tan violentamente dulce .
En las primeras páginas de Clases de literatura Cortázar define su vida en tres instancias: la estética, la metafísica y la histórica. La primera se deja ver en las primeras obras poéticas, en que predomina un alto y hermético estilo literario; la segunda tiene que ver con aquellas obras cuyos personajes están sujetos a la búsqueda como motor vital; y la última, la histórica, tiene que ver con su compromiso adquirido con la realidad política. A pesar de que abunden los juicios sobre cada una de éstas, y que cada lector prefiera una etapa por encima de la otra, una cosa queda clara: en momento alguno Cortázar olvidó aquello en lo que creía, fuera esto literario, político o metafísico. Puede ser una vida con muchos ires y venires entre lo poético y lo político, pero es una vida siempre al servicio de la literatura y, por lo tanto, del humano como ser social.
(Texto extraído de Guía para leer a Julio Cortázar , de Camilo Hoyos).