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ISSN 1989-4163

NUMERO 51 - MARZO 2014

El Columpio de Heidi

David Torres

Suiza es ese país lácteo y pacífico que, como bien expresó Orson Welles en  El tercer hombre , únicamente ha dado al mundo el reloj de cuco. En cambio, entre guerras, asesinatos, violaciones y escándalos, la Italia de los Borgia alumbró el Renacimiento. Hoy en día las cosas han cambiado un poco y mientras que Italia apenas puede presumir de Berlusconi, las Mama Chicho y Telecinco, Suiza alberga las principales cuentas corrientes del crimen organizado, incluyendo la Mafia, la Camorra, Al Qaeda y algunos clubs de fútbol. El único misterio sin resolver que queda en ese hermoso país tan proclive al chocolate y a los gorgoritos es de dónde colgaban las cuerdas del columpio donde se balanceaba Heidi en los títulos de crédito.

Según un comunicado de oficio procedente del país alpino, Francisco Granados tenía abierta una cuenta en Suiza por valor de un millón y medio de euros desde hace catorce años. Según Francisco Granados, él no tiene ni ha tenido nunca un euro en Suiza, aunque luego especificó, en un súbito arranque de memoria, que sí que tuvo una cuenta abierta en Suiza de 1996 a 2000, sólo que entonces no había euros y debía constar de pesetas, yens, libras, maravedís, chocolatinas o cromos repes de fútbol. Todo esto es tan misterioso, al menos, como el columpio de Heidi, que nunca supimos si lo sujetaba Dios, Bárcenas o una sucursal en las nubes de la Banca Ambrosiana.

Cospedal prometió que dimitiría si se encontraba a alguien de su partido con una cuenta en Suiza pero tanto la promesa como la dimisión iban en diferido. Menos mal que no hablaba en serio porque con la dimisión no le iba a bastar y tendría que devolver hasta el graduado escolar. Por lo que se ve, hay una correlación directa entre ser político del PP y que te salga una cuenta en Suiza. Para ciertos diputados, alcaldes y senadores populares, las cuentas suizas son como las almorranas, una molestia que no impide el desempeño habitual de las funciones aunque no hay forma de quitárselas de encima. O de abajo, según entienda cada uno la metáfora. La patria, para estos prebostes del PP, es un concepto tan amplio que incluye metástasis en cajas de seguridad en los Alpes suizos y en otros paraísos fiscales. Es una ampliación del concepto de “frontera elástica” esgrimido por Fernández Díaz durante su brillante exposición de cómo salvar inmigrantes a pelotazos: la frontera española es una línea imaginaria que se estira o se encoge según haga falta. Unas veces llega hasta Ceuta, otras hasta Asturias y, cuando vienen mal dadas, se retrotrae hasta las orillas del lago Lemán.

Con todo, aparte de dónde coño ataba Heidi el columpio, la justicia suiza debería aclarar cómo es que tardan catorce años en localizar una cuenta a nombre del propio interesado, sin intermediarios ni testaferros ni sociedades interpuestas. Guardan el dinero tan bien que ni ellos mismos saben dónde lo han puesto. O bien la falta de crímenes ha oxidado un poco los mecanismos policiales helvéticos, o bien allí los detectives están todos muy ocupados resolviendo el misterio del columpio de Heidi. Al final, ya nos lo imaginamos, el columpio lo sujetaba Bárcenas, que para algo es escalador y el que maneja todos los hilos. Lo que no dijo Orson Welles es que en Suiza el cuco del reloj canta con catorce años de retraso.

 

Heidi

 

 

 

 

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