El peso de la realidad nos aplasta en las calles, desde los medios de comunicación. Nos asalta en las páginas de los periódicos, en las tertulias de los bares, en las reuniones sindicales y nos persigue cuando dormimos.
La tragedia es tan abrumadora que me paraliza, estoy sin palabras.
Haciendo inventario de nuestra actualidad se me encoge el corazón.
Escuelas de inclusión que no cobran las ayudas, dejando a trabajadoras de comedores escolares sin sueldo y a niños con necesidades especiales sin atención. Padres y profesores que se unen para pedir que no se cierren escuelas.
Las ciudades y pueblos tienen innumerables viviendas vacías en manos de los bancos, fruto de la especulación o el embargo mientras aumenta cada día el número de familias sin casa a causa de los desahucios, una situación anticonstitucional y aterradora que tiñe nuestra cotidianeidad.
Los partidos políticos que teóricamente nos representan y que deben velar por nuestros intereses, navegan en un mar de corrupción, mientras se cruzan querellas, les llueven quejas, reclamaciones y movilizaciones, sin que nadie dimita.
La familia real, eje de una trama de corrupción sin precedentes, sigue su privilegiada dolce vita, sin pronunciarse, sin hacer uso de sus recursos a favor de la sociedad que los sustenta, exprimiéndola e ignorándola a un tiempo.
A pesar de las innumerables sospechas, las muchas inculpaciones, las pruebas y evidencias que se han hecho públicas y todas las que seguro que no han llegado a manos del pueblo, ningún Borbón está imputado judicialmente. Demostrando lo que muchos lamentablemente imaginábamos, que la ley no es igual para todos.
A pesar del continuo sin sentido en el que nos sumerge esta monarquía con la que cargamos, seguimos sin poder gritar, plantear o debatir la democrática y racional opción de una República, cuyo planteamiento hace saltar todas las alarmas, que ya se sabe que en España la consulta , la mera pregunta al pueblo, es impensable, ilegal o ambas cosas y el pensamiento propio si es divergente del sentir gobernante es aborrecido, vetado y criticado y su autor condenado al vilipendio, el ostracismo y la amenaza, como recientemente le ha sucedido al representante del PSOE en Cataluña al plantear la abolición de la monarquía y querer indagar en los recursos para la viabilidad de una República.
Con la crisis como camuflaje, los estamentos gubernamentales infringen la legalidad, tal como de hecho ha afirmado el constitucional, al quitar pagas a los funcionarios, como quién retira la propina del platillo en un restaurante. E infringen cuanto menos la moralidad al aplicar recortes dictatoriales, que agravan los índices de paro, empobrecen a la sociedad y castigan duramente a los sectores más débiles de la población, un sector que en breve será único, seremos todos, sólo muy ricos o muy pobres, sin puntos medios.
Con este ambiente de acoso político-económico, las enfermedades aumentan. El número de ciudadanos aquejados de depresión y ansiedad crece.
También asciende el número de conciudadanos empujados a emigrar, a menudo a la aventura, en busca de un futuro, de un sustento, de esperanza. Lo cierto es que arrastrados por tanto atropello social, en medio de esta falta de democracia, es normal que flaqueen las fuerzas y que surja el impulso de huir.
Seguimos mirando la realidad, nuestro entorno, otro suicidio se suma a la lista de vidas perdidas a causa de los embargos, la exclusión social y la falta de recursos. Los suyos son ahora gritos sin voz que no deben caer en el olvido.
Aumentan las cifras del paro pero continúan otorgándose codiciadas plazas laborales y concesiones a empresas, por el método común del enchufe, a dedo, con el método de porque me da la gana. Sobre todo aquellas plazas o concesiones que están a cargo de dirigentes políticos o en las que los mismos están implicados.
Trabajos en ayuntamientos, subcontratas a empresas de familiares de fulanito de tal dirigente o alto cargo de tal o cual partido político, que de dar la lista completa, nos daban las uvas de este 2013.
Es abrumador pensar que el gobierno esta recortando en educación, cuando el éxito escolar en España es de los más bajos de Europa, pretendiendo seguro, que en las futuras generaciones, exista mucha mano de obra de escasa formación y pocos jóvenes preparados y con los conocimientos y herramientas para discutir sus métodos, a excepción de los suyos, claro.
La educación, señores, es o debería ser el sancta sanctórum del futuro de nuestra sociedad, de la vida de nuestros hijos, de la proyección mundial. Sin poder evitarlo, resuenan continuamente en mi cabeza, las palabras del señor Wert afirmando que el ejecutivo pretende españolizar a los niños catalanes.
La actualidad cubre las calles, en forma de marea humana, mareas verdes, blancas o naranjas, compartiendo un mismo sentir de un lado al otro de la península. La indignación.
Ojeando los periódicos no puedo evitar fijarme, en las noticias secundarias, ciudadanos que ingresan en prisión tras largos procesos y demoras, por hurtos menores, mientras los grandes ladrones de este país siguen en sus lujosas casas, acuden o no a dar declaración ocultos en sus Mercedes y siempre, siempre, sin consecuencias punibles, sin devolver lo robado.
Noruega apadrina familias españolas. Un triste titular, impensable hace unos años.
Hay modos distintos de hacer las cosas, diferentes procesos, planteamientos efectivos, mentalidades abiertas, recursos equitativos y justos. Existen otros modelos de sociedad en las que inspirarnos.
Reflexiono en voz alta y me pregunto, _ ¿Qué hace falta para que todo cambie?_.
Por que es una vergüenza, la ruina de un pueblo, por la avaricia, la codicia i la impunidad de unos cuantos. Vergonzosa la total falta de autocrítica, de voluntad de cambio.
La aplastante realidad no abruma a las clases privilegiadas, no genera en ellos ningún desasosiego la cada vez mayor diferencia en los niveles económicos de la sociedad, no les produce repulsa burlar la ley, o tener cuentas en suiza con dinero de origen dudoso. Sólo la sufrimos nosotros, empatizamos, nos unimos y clamamos al unísono, en distintas lenguas, con diferentes palabras.
A los más privilegiados, a los políticos, especuladores, banqueros, a sus serviles seguidores y cómplices, a los monarcas y sus cortesanos.
Empiecen de una vez a ser personas, a tener conciencia, a ser dignos de llamarse humanos.