Desde que descubrí la insólita historia de Las Beale, no consigo quitarme de la cabeza a estas dos mujeres extraordinarias. Y es que me atraen mucho los personajes quijotescos, especialmente femeninos; Emma Bovary, la señora Havisham, Norma Desmond, Blanche Dubois… Por encima de lo que algunos denominan escapismo, destaco su valentía por escoger libremente opciones de vida a contracorriente por encima de lo que se considera “normal”. En el caso de Las Beale, me gusta imaginarme a Little Edie frente a su espejo ajustándose una chaqueta a modo de turbante con un broche de baratilo. Varios gatos a su alrededor olisqueando entre sus enseres y de fondo el canturreo de la anciana madre…
En 1972, la revista New York Magazine desvelaba la insólita historia de Big Edie y Little Edie, tía y prima de Jackie Onassis respectivamente. Desde hacía años, madre e hija vivían en la destartalada mansión familiar de 28 habitaciones en West Hampton en compañía de una docena de gatos y algún mapache. Estos animales correteaban a sus anchas por montañas de basura acumulada en lo que fue una flamante residencia de veraneo. La anciana, Edith Ewing Bouvier, fue la hija mayor de una de las más acaudaladas familias de Nueva York. En 1934, su marido abandonó el hogar familiar cansado de su comportamiento voluble y excéntrico. Despreocupada y sin reparar en gastos, Big Edie organizaba veladas intelectuales que en aquellos tiempos no estaban bien vistas en una dama de sociedad. La hija, Little Edie, conocida en su juventud por ser una belleza, nunca llegó a casarse a pesar de ser uno de los mejores partidos de la sociedad neoyorkina. Había heredado el espíritu artístico de la madre y se enfrascó en una infructuosa carrera como modelo y actriz. Al final, aquejada de una alopecia nerviosa, se retiró de la vida pública enclaustrándose en la mansión familiar al resguardo de la madre.
Las familias Beale y Bouvier acabaron abandonado a su suerte a las dos mujeres con una irrisoria pensión que apenas les daba para sobrevivir. Fue en los setenta, cuando las continuas denuncias de la exclusiva comunidad de los Hamptons por el fuerte hedor y el estado de dejadez de la mansión Beale, lanzaron a la luz pública la existencia de estas singulares parientes de la glamourosa Jackie Onassis. Desconozco si se produjo algún encuentro real entre la viuda de Kennedy y sus parientes. Pero se dice que gracias a la intervención de esta y de su hermana, Las Beale no fueron desalojadas de su propiedad por motivos de salubridad pública.
Sin embargo, el singular modus vivendi de Las Beale caló de tal forma en la opinión pública norteamericana que en 1975 se rodó un documental titulado Grey Gardens, que era el nombre de la mansión. Dos jóvenes realizadores, visitaron la mansión durante cinco semanas filmando el día a día de las excéntricas protagonistas. Las escenas del documental provocan una sensación de tristeza y ternura, viendo el choque de egos que se produce entre dos mujeres olvidadas del mundo que por una vez se saben protagonistas. La anciana madre de mirada perdida seguía interpretando canciones de Cole Porter como si el tiempo no hubiera pasado. Por su parte, Little Edie escenificaba improvisadas coreografías con increíbles estilismos de cosecha propia: pañuelos con forma de turbante, faldas hechas con chaquetas anudadas, prendas de antaño reelaboradas… A pesar de sus discusiones, se percibe un enorme cariño entre ambas mujeres. Y lo que más me fascina es que en aquél escenario de locura y miseria Las Beale parecían vivir en perfecta harmonía, ajenas al mundo, pero felices.
Curiosamente esta increíble creatividad de Little Edie, precursora de lo que hoy llamamos vintage, ha servido de inspiración a día de hoy, para varias colecciones de diseñadores y multitud de editoriales de moda. También en 2007 se estrenó el musical Grey Gardens en Broadway y el pasado año el canal HBO estrenó un telefilm con el mismo nombre protagonizado por una irreconocible Jessica Lange y Drew Barrymore.