Ante los dislates que la actual coyuntura política está perpetuando y fomentando, las opciones son muchas y variadas. En un extremo tenemos la consabida de enterrar la cabeza en la arena (a poder ser no literalmente) y dejar que pase el tsunami derechista. En el otro, cabe sopesar muy seriamente la opción de emigrar a algún lugar lejano donde los vientos sean más propicios y la climatología igualmente grata. Entre una y otra hay un amplio abanico, desde hacerse con una buena provisión alcohólica, coger una cogorza de órdago y resucitar al cabo de unos años, hasta desgañitarse gritando consignas en la plaza pública entre pancartas más o menos ingeniosas mientras los poderes, también públicos, miran para otro lado.
No habiendo nacido especialmente dotada para ninguna de ellas, opto por desquitarme escribiendo este listado de 13 COSAS QUE NO DEBIERAN SER DE NINGÚN MODO EN ESTA ESPAÑA NUESTRA. Así, cuanto menos, no sucumbiré a la úlcera de estómago que creo ya empieza a hacer de las suyas a base de náuseas, cansancio general y pérdida de las ilusiones.
Ahí va pues la lista, a mi entender, de los principales trece desmanes, dislates, desatinos, desvaríos o, a ciencia cierta, disparates con los que, más mal que bien, convivimos.
1.Que el dictador Francisco Franco (ese señor al que el Diccionario Biográfico de la RAH considera “autoritario pero no totalitario”) esté enterrado en el Valle de los Caídos, pues no sólo no es un caído sino el verdugo y responsable último de todos los caídos por la Guerra Civil y por la posterior represión; responsable de todos los muertos, de un bando y de otro, pues sin el levantamiento militar no habría habido, es evidente, ninguna incivil guerra civil.
Vergüenza debiera darle al Sr. Sánchez Dragó decir en un plató de televisión que la decisión última de la ubicación de la fosa del susodicho corresponde a la familia. Depende, en estos instantes, de un gobierno que si no lo saca pronto de ahí demostraré ser más fascista que el mismísimo Franco. ¿Acaso está Hitler enterrado bajo la cúpula del parlamento berlinés o Mussolini en el Foro Romano? ¿Queremos que Franco siga emulando al cadáver embalsamado de Lenin en la Plaza Roja?
2.Que la laicidad del país sea una mentira como una catedral (la expresión no es mía), a tenor del crucifijo que seguía presidiendo este año el tradicional discurso navideño del rey. ¿Qué pensarán los muchos millones de españoles que no forman parte de la religión católica (ateos, agnósticos, musulmanes, budistas, hinduistas…), acaso que ese “no es su rey”?
“Ninguna religión tendrá carácter estatal”, reza (la expresión tampoco es mía) la Constitución Española en el Artículo 16, punto 3.
3.Que no sea delito negar el holocausto nazi. Urge exigirle al poder legislativo que incorpore ese delito en el Código Penal, adaptando la legislación española a la de la UE. No es de recibo que a estas alturas sea por ejemplo legal vender literatura que incite al odio racial, religioso y sexual.
Y aprovechando la coyuntura, no estaría de más exigir la condena de la criminal rebelión militar del 36, del mismo modo que se exige la condena del terrorismo de ETA. Para evitar titubeos posteriores, por ejemplo.
4.Que la ley de la amnistía de 1977 no sea derogada, tal como lleva años invitándonos a hacer la mismísima ONU por “incumplir la normativa internacional en materia de Derechos Humanos”. Lo que se concreta en que España está obligada a investigar las graves violaciones de los Derechos Humanos cometidas durante el régimen de Franco y castigar a los responsables si aún vivieren. A lo que añado: o a manchar su nombre para siempre para oprobio de su memoria si así lo merecieren.
¿Si se juzga a los cómplices de Videla y Pinochet, por qué no a los de Franco? ¿Qué los diferencia, la duración de sus mandatos?
5.Que el juez Garzón, que será recordado siempre por su cargo, le pese a quien le pese, haya sido apartado del mismo por el que se supone debiera ser el máximo garante de la democracia española, el Tribunal Supremo. No aceptando pruebas, condenándolo por las mismas prácticas que a otros jueces les fueron autorizadas (demostradas las escuchas telefónicas como empleadas en otros casos que no han recibido reconvención alguna), en este caso de acoso y derribo difícil de negar, el TS ha quedado retratado y se impone, claramente, su renovación por dentro y por fuera.
6.Que sigan existiendo infinidad de fosas comunes sin abrir en las cunetas y riberas de nuestros pueblos. Lo que se traduce en que todos los muertos cuyos cadáveres sean reclamados merecen la ayuda pública para ser hallados y dársela es de obligado cumplimiento.
7.Que un obrero de la construcción (artista en el manejo del ladrillo), un lampista (orfebre del cableado eléctrico) y un taxista (artesano del callejero) cobren más que un médico (salvador de vidas humanas). La escala profesional precisa de una revisitación urgente hecha, a ser posible, con el sentido común.
8.Que los niños y jóvenes españoles no sepan expresarse con corrección ni oralmente ni por escrito. Difícilmente educaremos ciudadanos libres capaces de usar el sentido crítico cuando se les permite crecer en el cuasi analfabetismo y en la burricie de la ley del mínimo esfuerzo. La letra no entra con sangre, faltaría, pero si con grandes dosis de tesón y trabajo.
9.Que persista de un modo tan alarmante entre nosotros la desigualdad de género, fruto de la inercia o del machismo velado, en todos y cada uno de los miles y miles de ejemplos que pueden hallarse en cifras contrastadas, en instituciones públicas y privadas y, de forma palmaria, en los medios de comunicación. La Ley de la Igualdad de Género (Ley Orgánica 3/2007 de 22 de marzo para la igualdad efectiva de hombres y mujeres) existe y está para cumplirla.
De imponer su cumplimiento, es posible que así erradicáramos de paso aquí y ahora el maltrato de género, según la ONU “el crimen oculto más numeroso del mundo”.
10.Que la heterosexualidad siga siendo considerada condición hegemónica y desde ella se eduque a la entera población, como si las restantes opciones sexuales no estuvieran en igualdad de condiciones y debieran pedir perdón por existir. La presunción de heterosexualismo no sólo es un ataque a la libertad de cada cual, sino una invitación a perpetuar la opresión y el heterosexismo.
En una sociedad sana, libre de prejuicios anclados en un pasado oscurantista, los actuales porcentajes de población homo y heterosexual serían bien distintos. Que eso asuste a quienes desde su ignorancia se sientan amenazados, no es razón suficiente para persistir en el error sino precisamente la razón de ser de un cambio de modelo de convivencia: en igualdad de condiciones, no atribuyendo carácter subsidiario a opciones que de ningún modo lo tienen.
11.Que se siga consintiendo el tormento y la muerte de los animales en corridas de toros, correbous y demás manifestaciones de barbarie injustificable a estas alturas. Las tradiciones, las costumbres, exigen ser miradas desde el presente y con la actitud revisionista que este impone, no desde ópticas momificadoras. Eran muchos quienes practicaban en siglos anteriores “el deporte” de acudir a las plazas públicas a presenciar ajusticiamientos, así como quemas de brujas y demás salvajadas. No por ello debiéramos seguir practicándolas y jaleándolas.
12. Que el centralismo político otorgue carta de naturaleza a la incomprensión y la desconfianza hacia la periferia. La inexistencia de un estado federal, sin duda más respetuoso con las diferencias que el actual estado de las autonomías, no justifica la incitación a la perpetuación del recelo de raigambre histórica, y mucho menos el fomento de actitudes y manifestaciones a todas luces sectarias. Sin ir más lejos, la incomprensión hacia Cataluña está mucho más extendida de lo que se cree. Y la falta de conocimiento de los españoles de las lenguas co-oficiales es claro reflejo de esa falta de confianza.
13.Que la cultura, y la educación, se planteen como del todo prescindibles para el ejercicio de una vida completa, sin entender que no sólo son conditio sine qua non de la civilización, sino la base necesaria e imprescindible en la construcción de una sociedad justa, igualitaria y solidaria.
¿Qué apuestan a que dentro de cuatro años seguimos igual? Y visto lo visto, quien dice cuatro dice ocho.