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ISSN 1989-4163

NUMERO 31 - MARZO 2012

Pan Comido

Itziar Mínguez

Autora: Isabel Bono. Bartleby Editores, 2011. 82 páginas. 9 €

“Pan Comido”, es una rareza dentro de la producción poética a la que Isabel Bono nos tiene acostumbrados. Su poesía –habitualmente desnuda, directa, sin ambages- que parece ser concebida desde la ausencia absoluta de artificio y adorno se torna en este “Pan Comido” en un intrincado laberinto donde la autora se salta los límites de los géneros: prosa poética, narración lírica, poemas dialogados… son muchas las posibles formas de etiquetar este último poemario de Isabel Bono. Curiosamente no es el último. Si atendemos al orden de publicación es el que ha sido editado en último lugar, pero cronológicamente responde a otra época; la propia autora cuenta que el poemario fue escrito hace 10 años, un arranque de valor durante el cual pretendía escribir todo lo que le quedaba dentro y poner el broche final de su andadura poética con el gesto de cerrar el cajón de su producción poética bajo la llave del olvido. Por suerte no lo hizo. Isabel Bono volvió a la poesía porque no podía ser de otra forma, es su hábitat natural; después de aquel silencio nos ha dejado muchos libros de poesía que atestiguan que no se entiende la actualidad poética sin su prolífica producción escrita, ya sea en forma de poemas o en el mantenimiento de los 6 blogs que la autora tiene en la actualidad.

“Pan Comido” tiene algo de vómito, si se me permite esta poco fina expresión que, por otra parte, le viene como anillo al dedo. Cuesta creer que después de la escritura de esos 12 poemas de largo aliento e inspiración narrativa, la autora volviera a la poesía con un estilo tan diametralmente opuesto al que cultivó en este poemario. Es un libro para devorar. Un libro orgánico. Late. Es un libro de amor porque  -aunque tras los poemas se intuyen desastrosas consecuencias de índole emocional- la propia autora al ser preguntada afirma que no se trata de un libro de desamor: “Si sientes desamor es porque lo que sentías no era amor”, dice. Es un libro triste. Nadie espere encontrar un canto de exaltación a Eros; la autora dice que tiene facilidad para la tristeza y en “Pan Comido” lo demuestra. Cada poema está marcado, de principio a fin, por el estigma de la tristeza o, tal vez fuera más exacto decir del dolor por la desposesión de lo sentido. La lectura es desgarradora pero no se puede abandonar. Atrapa. Deja sin respiración. Es aconsejable leerlo lápiz en mano para marcar algunos versos que quedan grabados a fuego mucho tiempo después de que se hayan extinguido las llamas de la primera lectura: “Es otra casa, es otro hombre, pero los ruidos son los mismos”, “El casero nos cobró cinco mil/ y seguimos durmiendo en la misma cama/ pero más solos. Uno contra el otro”. “Una casa con solo dos cosas de valor:/ la puerta blindada y el mar”. “Mantener (sólo) la calma/ y el cepillo de dientes”. “He procurado coincidir contigo a pesar del azar”. “Si seguimos esperando o ya hemos llegado al the end/ de esta novela rusa que es la vida”. “Tanto tiempo perdido leyendo a Proust/ para que el azar te coloque a cincuenta metros de mi casa”. Versos que son sólo un pequeño muestrario de las perlas que duermen en “Pan Comido”. Isabel Bono dice que escribe mirándose al ombligo. Esta afirmación, lejos de ser una confirmación de la egolatría que en muchas ocasiones padecemos quienes nos exponemos, pone de manifiesto que mirarse al ombligo también es un ejercicio de generosidad. El ombligo, además del centro de nuestro universo, es también el objetivo desde el que miramos el mundo, un telescopio de alto alcance desde donde lanzar la mirada tan lejos de nosotros como sea posible para desposeernos del dolor por lo sentido, por lo vivido y compartirlo con los demás.

Respecto a la mezcla de géneros, porque habrá quien se pregunte si esto es poesía, (siempre hay alguien al acecho con ganas de hacer la pregunta del millón) la propia autora lo deja claro: “al poema si le añadimos los huecos que le faltan lo convertimos en prosa”, afirma. También dice la autora que “los poemas pueden ser el esqueleto de la prosa”. Hay que saber quitar, despojar la prosa de artificios, darle sitio a la elipsis, para que –a pesar de la historia o gracias a ella- se transforme en poesía. En la frontera de géneros pues, espacio trasgresor donde los haya, se mueve la autora como pez en el agua. Es “Pan Comido” un libro difícil de leer, que exige atención, complicidad y esfuerzo al lector, pero la poeta, al preguntarle por el título, dice que le pareció fácil de escribir; vamos: pan comido. Escribir es el trámite y puede que eso no tenga dificultad, pero hay que ver el antes y el después, el ejercicio de despojarse exige en ocasiones quedarse muda durante años, como le sucedió a la autora. Los caminos de la poesía son inescrutables, por eso cada verso de este poemario de amor y por amor, es una miguita de pan que queda en el sendero, marcando el trazo de lo que fue, de lo que no fue, de lo que pudo haber sido… Es importante saber volver a casa después de lo vivido y esta es una guía de amor que, miga a miga, deja marcado el camino para no perderse.

 

Pan comido

 

 

 

 

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