Paul Morand dijo que Chanel tenía mucho de Robinson Crusoe porque construyó su moda como quien hacía un mundo a su medida. No anda falto de razón ni de genialidad en el comentario, ya que fue Coco Chanel la mujer que inventó el concepto de "sport" en la moda. No se puede negar la influencia que tuvo la gentry inglesa y la campiña británica en tal descubrimiento, como no se puede negar que Boy Capel era el hombre que Chanel necesitaba -y maldita la suerte que el destino se le cruzó por medio-. Sin embargo, es igualmente cierto que si bien la ropa de la I Guerra Mundial de Chanel es profundamente cómoda y práctica, en el periodo de entreguerras Chanel se dejó llevar por la bonanza y el lujo de los treinta que fueron al mismo tiempo gloriosos y miserables como sólo pueden serlo los tiempos de decadencia y renacimiento.
En los años 30 se volvió loca y cosió a sus vestidos negros lamidos toda la gracia que se puede añadir a un traje con flores, encajes y pasamanería. Luego, en plena puja con la chiflada de Schiaparelli que orgasmeaba con los surrealistas y con los delirios de Dalí a la cabeza (quien lo mismo le hacía un perfume con una vela para celebrar todos los días el no cumpleaños, que ponía en su tienda un mueble con los labios de Mae West hechos habitación y decoración de interiores, o plantificaba una langosta completamente fálica en lo que parecía un ingenuo y delicioso vestidito), Chanel añadió ristras de perlas a todo, se hizo diamantista y creó joyas dignas de Cleopatra y de Nefertiti cuando alguna de ellas se dignaba a salir de su bañera de leche, y puso lentejuelas, gasas y pedrería por cualquier sitio.
Mientras Elsa Schiaparelli se hacía más y más famosa y ella coqueteaba con el lado oscuro, París dejaba de ser esa fiesta que Hemingway tanto comentaba y se convertía más bien en un drama de opereta. Madame Gres colocaba una bandera francesa en su tienda en tiempos de la ocupación alemana, los nazis pasaban por alto el detalle encantador de que era judía porque esperaban que hiciese trajes de noche para sus mujeres y Chanel quería salvar el mundo, o condenarlo, o ¡vaya a saber esa modistilla que se inició como sombrerera lo que pensaba hacer¡ Luego se fue a Suiza y esa moda que había creado, esos pantalones de pintor, las camisetas de tirantes de albañil, las chaquetas roídas de pescador, las gorras de marinero y el confort se desmoronaron como el honor de Francia que acabó empapado por el agua de Vichy.
Chanel era una mujer fascinante con un humor de perros (por no decir simple y llanamente:con mucha mala hostia) y en Suiza notó cómo hervía su sangre cuando Dior apareció en escena tras la Guerra Mundial y barrió de un plumazo todas las novedades que ella había ideado y su nombre que, por cierto, ya estaba más olvidado que el de Rabanne hoy. Y, por envidia, volvió a salir a la palestra. El tipo de mujer que imperaba no dejaba de ser el de la mujer jarrón que ella tanto había luchado por erradicar y no pudo sino enfurecerse. Barrió de una patada todos los pintalabios rojos, los perfumes dulzones y amodorrantes, los corsés, los sujetadores cónicos, los zapatos de tacón de aguja que destrozan el parquet de una casa, los bolsos de fiesta donde no cabe nada, las faldas ceñidas que no dejan moverse, los abrigos que no abrigaban, los cambios de vestuario tres veces al día porque una no puede ir a almorzar y a cenar con la misma ropa y a las mujeres ociosas de Dior y sus secuaces que tanto éxito estaban teniendo en un mundo que realmente no se desharía de todos esos conceptos hasta los 70 con Yves Saint Laurent. Chanel volvió a la idea de confort que anidaba en sus primeras obras.
Creó en los años 60 el traje de chaqueta que servía para las mujeres ociosas de Park Avenue cuyos maridos son médicos, para las princesas judías de Manhattan, para las parisinas adictas a la moda y las tendencias, para las mujeres poderosas que trabajaban y para todo aquel que encontraba en la moda algo con lo que moverse y respirar, cruzar los brazos, sentarse y echar a correr o apretar el paso sin precisar de un ayuda de cámara -el marido- que Dior veía tan necesario. Chanel dio libertad a las mujeres con ese traje para todo y siempre igual que sólo cambia de color y de tejido según la estación oscilando entre la lana, el algodón y el lino y entre las botas, los zapatos y las sandalias.
Hoy, todo es Chanel. Es Chanel el jersey cruzado, el pantalón amplio, la chaqueta que permite movernos, el vestido a la rodilla 24/7 y los zapatos bajos para caminar y altos para resplandecer. Me gusta el concepto de cómoda elegancia, lejana de la aparatosidad que Chanel tenía. El estilo de Coco realmente tenía que ver con esa máxima de la señora Rubinstein que decía "no hay mujeres feas, sólo mujeres descuidadas" porque la comodidad no riñe con la elegancia, la moda no se enfrenta con el deber y la contemporaneidad y, sobre todo, la mujer no deja de ser mirada al tiempo que, ahora sí, !ahora sí!, también contempla. Y Chanel lo hizo todo con una aguja y unas tijeras...