A Loquillo con permiso de vuecencia (y sin él también)
Estaba allí sentado en los contornos difusos del karaoke. Cuando el principio de la noche incitaba a todas las posibilidades.
Entre sus manos el cinzano rojo sin la chica despampanantemente rubia a su lado. La publicidad es una artimaña como otra cualquiera para agilizar la ausencia.
La mayoría de las coplas le rozaban la piel sin penetrar su epidermis, entonadas por enérgicos y voluntaristas debutantes desafinados.
La noche olía a soledad y preguntas sin cercana respuesta. La noche apestaba a derrota.
El cerebro le estallaba en reflexiones como necesidad de otorgarse respuestas y salidas pero cuanto más se internaba en la espesura más perdido se encontraba.
La noche es mentira y ojos que se miran y deseo aprisionado en unos vaqueros y unas medias. La noche es la selección brutal de las especies que culmina con la proclamación de la aurora.
Y la noche volvió a vestirse de sueños y ausencia.