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ISSN 1989-4163

NUMERO 21 - MARZO 2011

El Perseguido/r o la Boca Llena de Letra

Luís Arturo Hernández

Sobre La boca llena de tierra, de Branimir Šćepanović, Sextopiso, Madrid, 2010. 88 páginas. 14€)

    “[…] Cuando no hay puntos fijos de referencia (siquiera convencionales, siquiera ampliamente consensuados) y todo es movilidad, es muy difícil distinguir entre el avance y el retroceso, o la mera agitación sin finalidad ni meta; es difícil distinguir entre la persecución y la fuga.”
                                      Patxi Lanceros, “Se mueve”, El Mundo, 30/10/2010
               
   Perseguido por dos excursionistas a quienes se irá sumando una multitud de batidores que lo convierten irracionalmente en su presa, el suicida que ha bajado del tren, camino de Montenegro, para colgarse de un árbol, reencontrará el sentido de la vida en la huida que le garantice “el decidir por sí mismo el lugar, la hora y el modo de su propio final”.

   La boca llena de tierra –obra de1972, aunque sin traducción española hasta casi 40 años después-, una breve novela del escritor serbio Branimir Šćepanović que relata esa peripecia, se desarrolla durante un solo día de agosto en una comarca de Montenegro y constituye una alegoría de la búsqueda de la dignidad humana que hallará su redención, tras de su  sumisión al materialismo científico, encarnada en un químico desahuciado por la Medicina –y a quien su diagnostico no pronostica más de 3 meses de vida- y sin nombre –lo que convierte al hombre huido con lo puesto hacia su origen en el Hombre-, por cuanto conocemos su fragmentario monólogo interior por un narrador omnisciente limitado –o identificado exclusivamente con él- que constituye la voz de su conciencia –la corriente de conciencia del hombre corriente que recorre al revés su itinerario vital- y contrapunteado por la voz de uno de los perseguidores, innominado testigo igualmente limitado a la primera persona que se abre al “nosotros” de esa multitudinaria cacería que componen el pastor, el guardabosques, campesinos, demás excursionistas y las mujeres.

   Porque, en efecto, esa persecución en la que el suicida frustrado descubrirá su propia salvación –el sentido de la existencia, “en la belleza y el amor”-  haciendo frente al odio irracional de la tribu –al identificarse con la decisión de su bisabuelo Joksim de revivir para desafiar el desprecio de su clan, en un pasaje propio de realismo mágico balcánico-
y religándose en su vuelta al origen con su primera fuga infantil al monte montenegrino, le devuelve la oportunidad de elegir su destino buscando en las plantas medicinales y/o venenosas –¿la diferencia entre vida y la muerte no es la dosis?- su destino natural –“Su boca estaba llena de tierra y de unos hierbajos pestilentes”- tras una ascensión a la alta peña que evoca “la cumbre blanca de Prekornica” en su Montenegro natal, y que tanto recuerda a esa epifanía final de la novela Ojos que no ven –de casi 40 años después-, de J. Á. González Sainz –“Pero yo estoy a salvo —pensó—, ¡yo he logrado escapar de verdad!”-, en una parábola –más que simbólica- de la esencia de la condición humana.

   Y a tal efecto contribuye, pues, el juego de perspectivas contrapuestas del perseguidor y el perseguido, la confluencia de contrarios de un perseguido contra corriente por una riada de perseguidores -a orillas de un río-, la persecución de un “condenado a muerte” que rehuye una ejecución contra natura, el plano y contraplano de los personajes planos que van redondeando su carácter, el campo vs. contracampo de una persecución campo a través, en encadenamiento cinematográfico –un acierto sobrevenido, en la traducción española- de idéntica forma verbal –“sabía”, sentía”, ansiaba”, “decía”-, homónima de la 1ª y tercera persona, que reafirman, por partida –de caza- doble, que el “perseguido” yace -también en español-, en el “perseguido/r” y que ambos narradores -“la boca llena de letra”- son, a fin de cuentos, sendos perseguidos del autor que les da -y quita- la voz.

La boca llena de tierra

 

 

 

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