Mis traiciones son nuevas
así directamente, no tienen nada que ver
con las traiciones del título.
No están oxidadas y más aún
son obsidianas, puras,
dan latigazos eléctricos
que recorren toda mi culpa
y la despiertan.
Son las mejores traiciones del Mundo
las más hermosas que conoceré jamás.
Son las traiciones con las que me enfrento a ustedes,
rostros de martillo golpeante
sin ningún perdón a la vista,
lleno y vacío,
distraído de la realidad
aturdido por un polen barato de trastienda.
Estas traiciones no envejecen
estas traiciones me encontraron el fruto en el hombro
te consiguieron la respuesta y la custodia
que le hacía una falta brutal a tu alma
trenzada y que yo no veía.
Rompí tu cuello
rompí mi cuerpo
a partir de ahí
fuimos anónimos,
fuimos infinitos ante la traición.
Eso, eso son mis traiciones.
pasean indiferentes ante los jueces
y los oradores del estado.
Demasiado nerviosas como para acertar
demasiado furiosas para ser víctimas.
Mis traiciones son para los que sin saber dijeron,
sin decir fabricaron
cofres y ataúdes.
Mis traiciones son para los que sabiendo
desde dónde puedo mirarte
a través del famoso arco iris
a través de la famosa verdad
con la que nos discutes la traición.
No son éstas las traiciones
que no te puedas creer
pero falta la versión de tu padre,
de tu esposa
la de los cepillos de dientes
y las alcancías.
Lujosas traiciones occidentales,
severas, maestras…
Con ellas no te servirán
las deudas de juego
ni cargar los dados.
Estas traiciones
son rápidas, a color, brillantes… traicioneras.
Mi nombre sigue siendo Armando Rivero, nací en el 75, sigo habitando en la tierra, mis hijos son El hombre que cosía camisas de fuerza, Conversaciones con el yo, Las celdas de mi cuerpo, La imposibilidad del agua, La jaula del vino y Los barcos de Damián. He colaborado con exposiciones de pintura y fotografía, revistas culturales, recitales y borracheras.
