En este aquí dotado de ubicuidad, las cosas aparecen.
No están -estar es un modo de ser prolongado-.
Aparecen, sólo cuando las descubres, cuando llegas a ellas intencionadamente o por casualidad o error.
El entorno -mares, cipreses, coches, farolas, mobiliario urbano,...- el medio y los otros, no abandonan el estado nouménico para alcanzar el nivel de ser de los fenómenos, hasta que no se actúa sobre ellos.
Viene a ser algo así como el blanco de los huevos fritos, que es transparente, no aparece hasta que se actúa sobre él.
Más que la televisión, la realidad, aquí en Patacosmia, es interactiva y uno no puede dejar de sentirse un poco creador.
Cuando te vas, todo lo que era hasta ese preciso instante, desaparece sin dejar huella, ni memoria.
Sólo es posible el contacto, el sentido, la vida, en el presente.
Sí, ciertamente tiene algo de fugaz y hay que mitigar el atávico criterio de propiedad que nos han inculcado desde niños, pero está libre de cargas, y por lo tanto no resulta para nada pesado.
Desde mi punto de vista, por supuesto un punto de vista circunstancial y pasajero, es mucho mejor así.
Y supongo que Berkeley no estaría en desacuerdo conmigo, al menos momentáneamente.
