Una oración de despedida por el sueño que se extingue antes de ser alcanzado. Una disertación sobre las heridas que produce amar. Una crónica del dolor. Una reflexión sobre la proximidad de la miseria. Un conjunto de relatos cuya cotidianidad hiela la sangre. Una pesadilla engendrada en la misma placenta que el sueño americano. En Réquiem por un sueño, Hubert Selby Jr. (Brooklyn, 1928-Los Angeles, 2004) cimienta todos esos significados a partir de la narración de la caída de cuatro personajes exentos de culpa y hasta de cierta responsabilidad respecto a su destino.
Sara Goldfarb sueña con salir en la televisión; por eso, cuando recibe una carta de invitación a un programa, se tiñe el pelo, se prueba su mejor vestido y se propone perder los kilos que le sobran. Harry, el hijo de Sara, y su amigo Tyrone elaboran un plan que les permitirá ganar dinero rápidamente para poder llevar a cabo sus proyectos. Marion, la novia de Harry, fantasea junto a éste sobre su futuro desde su posición privilegiada de niña pija con padres con pasta.
Pero alguien dijo que la vida es como una montaña rusa, y estos cuatro personajes se aproximan paulatinamente a una pronunciada curva descendente que les hará incrementar la velocidad hasta transformar su solaz en vertiginosa caída: la adicción de Sara a las anfetaminas que le receta algún médico de dudosa moral es sólo el comienzo de su desventura; Harry, Tyrone y Marion traspasan la línea que separa el consumo experimental de heroína y la adicción a la droga, y su síndrome de abstinencia no hace sino impulsarles hacia el delirio y el infortunio. Finaliza la novela y ellos cuatro continúan cayendo, mientras el lector se revuelve incómodo en su sofá, tratando de negar la evidente similitud que posee con alguno de los protagonistas.
Hubert Selby Jr. escribe esta novela en 1978, tras haber obtenido notable éxito en 1964 con Última salida para Brooklyn. Quizá en la enfermedad respiratoria crónica que contrae en su juventud, causa de años de internamiento hospitalario y de la extirpación de diez de sus costillas, así como en sus experiencias en los bajos fondos del Estado de Nueva York, encontrara Selby la clave que le permitiera crear y desarrollar, sin emitir juicio ni condena, unos personajes tan henchidos de humanidad que se equivocan, engañan y contradicen una vez tras otra.
Outsider en toda regla, aunque incluido en numerosas ocasiones en la Generación Beat, Selby reestructura la lengua inglesa para que se ajuste a sus historias. La supresión de signos de puntuación, los cambios repentinos de persona verbal, los diálogos que se camuflan en el texto narrativo, la alternancia entre una voz objetiva y una subjetiva, y una característica cadencia son efectos que precipitan al lector a una violenta vorágine de la que no saldrá indemne.
Esta es la historia de una decadencia: la de la sociedad occidental, formada por hombres mutados en ciudades sitiadas debido a su soledad, que traspasan, sin percatarse de ello, tan delgada frontera entre normalidad y desadaptación, mientras crecen entre ellos distancias insalvables.
La joven editorial Sajalín edita por primera vez en España esta obra, cuya adaptación cinematográfica, dirigida en 2000 por Darren Aronofsky, ya convulsionó profundamente al espectador.
