El otro día se me ocurrió la fórmula matemática para calcular la edad del rock ‘n’roll. Quizás podríamos ponerle una fecha de nacimiento, el 19 de julio de 1954, día de la edición del primer single de Elvis Presley, That’s all right. Así pues, el rock cumpliría los 56 años de edad el próximo verano. Maduro, pero todavía con ganas de dar guerra. Es una idea. Pero yo preferí sumar las edades actuales de los miembros más ilustres (y vivos) de la realeza rockera: es decir, que si combinamos la edad de los stonianos Mick Jagger (66), Keith Richards (66) y Charlie Watts (68), de Bob Dylan (68) y de los ex-Beatles Paul McCartney (67) y Ringo Starr (69), la cifra asciende a la friolera de 404 años. ¡Casi medio milenio! (Millennium) Bueno, la verdad es que he utilizado esta fórmula para llamar la atención con el titular del artículo, es el primero y me gustaría que alguien lo leyera, claro. Pero a pesar de la pequeña trampa, la reflexión es sincera.
El rock se muere (Rock is dead). Éste podría haber sido otro titular sensacionalista para llamar la atención del lector, pero tampoco es verdad. No se muere al 100%, quiero decir. Se muere, eso sí, la concepción actual que tenemos de él: del espectáculo para las masas, de l@s div@s y y sus caprichos y de la socorrida trilogía sexo, drogas y rock... Todo esto comienza a ser historia (HIStory). Y de la buena, de la que se estudiará en los libros (digitales). Esos señores que antes citaba, todos ya con edad para jubilarse (aunque Jagger y Richards podrían apurar unos meses más su carrera musical si el ministro Corbacho se sale con la suya y consigue alargar la vida laboral de los trabajadores hasta los 67) ya han superado todas las prórrogas y cada concierto y cada disco que editan comienzan a ser un pequeño milagro (The Miracle). Que apuren, que apuren, it’s only rock‘n’roll (but I like it). Cuesta imaginar un mundo sin la lengua de los Stones, sin los titulares que regala Madonna o sin Dylan y su voz que no es voz; han sido parte del paisaje vital de nuestros abuelos, nuestros padres, nuestros hermanos mayores e incluso de nuestros hijos. Algunos pensarán que cuando éstos dejen de actuar el rock no morirá (Rock ‘n’ Roll is alive) y es verdad que todavía quedarán grupos y cantantes para alargar el modelo unos cuantos años más (Springsteen, U2, Depeche Mode y Coldplay, por poner algunos ejemplos de artistas en el sentido más apabullante de la palabra) pero ya hemos sobrepasado el punto de no retorno. El rock del ‘ya’, del ‘hoy’ y del ‘ahora’ es digital, es global y eres tu (Who are you?). Cualquiera puede hacer música desde casa y distribuirla por todo el mundo gracias a la tecnología. Del Rock’n’Roll Starque soñaban los Oasis al rock del anonimato. Del We are the World al My Space. Un rock, una música en definitiva, víctima o fruto, tu decides, de lo global. Si el video ya mató a la estrella de la radio (Video killed the radio star), Internet está matando a la estrella, a secas. ¿Cómo será el rock del futuro? El presente ya nos da algunas pistas muy interesantes: desaparición del soporte físico (adiós al cd y adiós al vinilo, que ya lo habremos matado 500 veces como mínimo), festivales con un amplio cartel de artistas (que no de estrellas, Stars), fenómenos musicales que ganarán popularidad gracias al boca-oreja, música y músicos más independientes, menos modas y más modelos y empresas que gestionarán todo el proceso creativo y comercial del artista (desde la producción musical hasta la gestión del tour, todo en un mismo pack). No sé si es mejor o peor; quizás a los músicos ‘pyme’ se les ha abierto una nueva puerta para hacernos llegar su música, pero los seguidores de los grandes dioses del olimpo musical que se comiencen a preocupar, porque lo que han conocido hasta ahora como el gran circo del rock (Rock’n’Roll Circus) se está ahogando como un pez fuera del agua. Lo que pasa es que es un pez cabezón. Por cierto... ¿a alguien le quedan entradas para ver a los Kiss?
