LAURELES
Tengo amigas poetas
que no recogen las antologías,
no son diosas, ni blancas, sino hijas
ilegítimas de la transición,
reconocidas hijas de la ira,
autoras de sí mismas, como poemas
de cuerpo entero y el alma no venal.
Mis amigas poetas se desmarcan
de estros y de astros en la órbita
que rige el poderoso caballero,
y se chascan la braga con criterio
ante fallidos premios literarios,
si todo cuanto pueden aportar
es juventud y grasa en el cabello.
Tengo amigas poetas
que no aparecen en los suplementos,
ya rebasan la edad de las lolitas,
no se aguantan el pis por Hiperión,
ni beben la negrita del maestro,
mas se ensucian a gusto en su piscina.
Porque la sienes de la gloria duermen,
no entre laureles, sino entre comillas.
AUTOPSIA
Mis amigas poetas son mujeres,
y un día internacional sólo eso,
un mal signo evocando atrocidades
que ojalá no encontraran calendario.
Son tiempos dominados por la hipnosis
colectiva: quien más miente más gana;
suben los índices de audiencia, y caen
por los balcones ángeles castrados.
Si permitieran realizar la autopsia,
revelaría el mal del beneficio.
Sin embargo, sabedlo, hay mujeres
que no han desconectado su conciencia,
se pasean desnudas por la vida,
con el vientre sembrado de esperanza;
con el mismo elixir que perpetúa
el verano en su piel de bergamota,
preparan munición más eficaz
con que amortizar los tiros de gracia,
hoy francamente mal administrados.
Son carne de Garzón, mas carne viva.