No es la primera vez que me ocurre. Seguro que habéis compartido alguna vez esta sensación. Me refiero al hecho de admirar a alguien por su trabajo y que, al conocerlo, nada tenga que ver su actitud con lo que habíamos imaginado. En la FIL acudí a la presentación de Quino de su libro Mafalda Inédita. Iba dispuesta a disfrutar un rato con el padre de la niña más lúcida que ha conocido la literatura universal. Me encontré, sin embargo, con un presuntuoso dibujante que dedicó todo su discurso a explicar a su entregado público por qué consideraba una estupidez que alguien quisiera pedir un autógrafo a un escritor. Eso fue prácticamente todo lo que dijo, con argumentos tan peregrinos como que si a él le gustaba un aeropuerto no pedía al arquitecto los planos firmados. Menos mal que dos niños del público fueron capaces de decir, con absoluta naturalidad lo que un autógrafo de Quino suponía para ellos. Esas dos intervenciones fueron lo destacable del acto que, lamentablemente, me decepcionó tanto que nunca veré a Mafalda con los mismos ojos y eso que ella, pobretica, no tiene culpa de tener ese padre. Tuvimos nosotros –Uberto, Jose y yo- poco público en nuestra primera lectura, es posible que se debiera a que a la misma hora se realizaba un homenaje a Carlos Fuentes y muy poco después se esperaba la presencia del gran Gabo para continuar la fiesta. Salí también corriendo yo para poder llegar a ese encuentro. Gracias a mi carnet de prensa conseguí colarme en la atestada sala y colocarme en la tercera fila. Más feliz que una codorniz, frente a Carlos Fuentes y García Márquez. Estaban también otros de sus amigos escritores pero yo esperaba ansiosa escuchar a Gabo, yo y miles de personas más…Pues nos quedamos con las ganas. Silencio absoluto, eso fue lo que el magnífico escritor nos ofreció. Dice que escribe para no hablar. Una lamentable excusa. Ya literariamente me dio bajón Todas mis putas tristes, a mi entender un penoso acercamiento a la sutileza de Kawabata con su Casa de las bellas durmientes. Y ahora, el Gabo enmudecido, que ni siquiera tuvo una mínima muestra verbal de afecto para su amigo Fuentes…
¡Una lástima y dos decepFIlias!