«Sí, todo fluye, todo muta, nadie entra dos veces en el mismo convoy»: Todo fluye, (Omnia fluunt), Vasili Grossman
«Tradúceme en versión original y sin subtítulos
todas las yemas de tus dedos y el dolor insensato
de nuestro miedo»:
En las páginas de una edición bilingüe
A mi amigo Francisco Odero, en su entrañada Piedra Salmedina apagada; a Paco, y a sus dos generaciones
Has ido bebiéndote,
náufrago sin orilla,
las inmaduras madrugadas
con sus noches en sazón
y la broa a cuestas;
el olor a azahar
entre besos de naranjos
y galanes de noche despiertos;
el rocío húmedo en tu boca,
el aire adormido en las persianas,
las ventanas tímidas
al cielo de nubes escarchado
con algas de soledad.
Has ido sorteando
con la boca seca
esas botellas vacías
en harapos y soñolientas
por su alcohol rendido
con vasos enteros de noche
y copas de madrugadas
de pájaros vecinos.
Omnia fluunt.
La incertidumbre solitaria y negra:
—¿Andará el laberinto de la noche insomne, descalzo y de puntillas?
Has contado,
tú, náufrago sin tumba,
el silencio pasmoso
de tus pasos
y el saludo agradecido
de otro loco
por las madrugadas,
como tú,
que busca un trozo de árbol
donde grabar tu nombre
a falta de lápida.
Miras en la oscurana del mar,
que se rebusca a sí mismo,
lenta, tranquilo, lejos,
hasta que os abrazáis al silencio
—la negra noche y el minotauro del aire—
del último rugido del riomar
de lutos. Los rumores
del frío en la garganta,
las anginas de los recuerdos:
Azahar y galán de noche:
a ver quién huele más,
a ver quién duele más
tras la sombra huida
de otro náufrago sin orilla,
porque
nadie entra
dos veces
en la misma muerte:
la Piedra Salmedina
apagada:
«La negra noche sobre la tierra polar. Pero el hielo del océano glacial se había roto, y el océano rugía»: Todo fluye, Vasili Grossman.
