Mientras la noche inflaba
su globo de tinieblas
entre vino, cerveza
–fulgores nebulosos–,
yo seguía extasiado
el curso de la luna.
El cielo mientras tanto
huía del Dios sádico
que ejecuta cabriolas
de supremo albedrío
con las almas en fuga
del pregón del ocaso.
[Bajo el techo moviente
de las ramas de un sauce
una hoguera diserta
con lengua de relámpago
acerca de las fauces
asesinas del lobo].
Hay un ensimismado
silencio en las luciérnagas:
su vuelo es un verano
de luces encantadas
desenredando el nudo
gordiano de la noche
tan sólo con el vaho
de las adormideras
y el eco oscuro, seco,
de esas hojas en trance.
[Un búho de mirada
hierática, retráctil,
sobre un castaño posa
su majestuoso hado]
Veamos al Minotauro
entrando al laberinto
de costas encalladas,
apretando un ovillo:
como una Ariadna ciega
con su trama de espejos
abonando gorgonas
al árbol de la vida.