Álvaro esperaba a su esposa Carmen montado en el coche a la salida de su trabajo, había preparado una pequeña maleta para disfrutar juntos del fin de semana, era su primer aniversario de casados y quería sorpréndela con un idílico viaje para la celebrarlo. Tras varias horas conduciendo llegaron a su destino cuando el sol ya se había retirado a descansar, dejando paso a una noche oscura sin luna.
Aparcó el vehículo frente a una pequeña casa, Álvaro galantemente abrió la puerta del coche invitando a su esposa a bajar, ya era tarde, y cenaron unos sándwiches acompañados de una botella de vino que él había preparado antes de partir. Hacía calor, y Carmen abrió la ventana de la habitación, al mirar por ella pudo ver el mar. Los gemidos que ambos emitían haciendo el amor, mezclados con el rumor de las olas, mancillaban el silencio de la apacible noche.
Carmen se despertó tarde, cansada del viaje, y estaba sola en la cama. Se levantó apresurada bañada en sudor, miró por la ventana, solo pudo ver la niebla que invadía el pueblo costero. Cogió su bolso para buscar su teléfono móvil, nerviosa se dispuso a llamar, pero no había cobertura. Corrió hacia la puerta, y al ir a abrirla vio una nota que reposaba en el recibidor bajo el espejo. La leyó rápidamente, estaba inquieta con la soledad que la rodeaba.
“He salido antes de que amaneciera, dormías tan plácidamente que no he querido despertarte. Dirígete sobre las 12.00 al Hotel la Estrella, lo encontraras sin problemas, esta justo frente a la playa bajando la cuesta desde la casa, allí nos encontraremos. Te quiere. Álvaro”.
Extrañada volvió a leer la nota. La expresión de su cara denotaba que no entendía nada. Miró el reloj, eran las once, disponía de una hora para llegar al hotel donde la esperaba su marido. Tenía hambre, y en la casa no había nada para desayunar, tomó una ducha de agua fría, se vistió y salió de la casa.
Un escalofrío recorrió su cuerpo, en las calles no había nadie, sólo el graznido de las gaviotas acompañaba sus pasos. Siguió calle abajo y al doblar la primera esquina, junto a una pequeña cafetería solitaria, encontró el hotel. A pesar de la neblina el mar la observaba majestuoso. El hotel era un edificio viejo, descuidado, con síntomas de abandono, plantada ante la puerta del mismo cuando la abrió las bisagras gritaron tras mucho tiempo esperando que alguien las escuchara. El olor a humedad era insoportable, junto al mostrador, bajo la escalera del hall que presidía la entrada, vio un sobre de color verde a su nombre que se apresuró a abrir, sus ojos asombrados se afanaron en leer su contenido.
«Ya has llegado, Carmen, tan puntual como siempre, dirígete a la segunda planta, entra en la habitación 2020, en su interior encontrarás una caja con tu regalo de aniversario. Te quiere Álvaro».
La cara de ella denotaba que no le gustaba nada esa especie de juego, subió por las escaleras cuyos peldaños se quejaban soportando su peso. Frente a ella vio la habitación 2020, la puerta estaba entreabierta entro, y allí estaba su regalo, una caja roja que presidía la desierta habitación. Se arrodilló ante ella y la abrió. Dentro pudo ver la alianza de Álvaro junto a otro sobre que resaltaba en letras rojas: «Ya falta menos».
Lo abrió y sacó la nota de su interior, las manos le temblaban, su tez palidecía conforme avanzaba en la lectura de la misiva.
«Querida esposa, ya estamos en el final de tu regalo. Sé desde hace mucho tiempo que me eres infiel con Lucas, mi mejor amigo. No te asombres, estoy sonriendo imaginándome tú cara. Es mi deber comunicarte que él ya no está entre nosotros, pero no te inquietes, que pronto os reuniréis. Un abrazo de tu fiel esposo que siempre te ha querido».
Carmen se levantó apresurada, estaba sola en aquella solitaria habitación, su única compañía era un rayo de sol que tímidamente tras luchar con la niebla entrababa por la ventana.
El silencio de la mañana fue deslustrado por un disparo que certeramente se cobijó en su pecho.
La habitación 2020 que tanto tiempo permaneció vacía, acababa de encontrar a su eterno huésped.