AGITADORAS

 

PORTADA

 

AGITANDO

 

CONTACTO

 

NOSOTROS

       

ISSN 1989-4163

NUMERO 104 - VERANO 2019

 

Leyendas Urbanas

Joaquín LLoréns

Hay muchos tipos de leyendas urbanas, como la célebre autoestopista de la curva. Hay otras que tienen una directa índole sexual, como el de los sugar daddy y los sugar baby, o el de las universitarias que acceden a ciertas prácticas a fin de pagarse los estudios. Lo cierto es que no he conocido a nadie personalmente que reconozca ser uno o una de ellas, aunque eso no es óbice para que existan. Hay múltiples leyendas urbanas y el otro día, por fin conocí al participante de una de ellas. No entraré en valoraciones. Esa tarea es cosa de cada uno.

Llamemos a mi protagonista Xisco, por ejemplo, que es un nombre muy popular en Mallorca. Conozco a Xisco desde hace un año, cuando me mudé a mi nueva casa. Xisco es uno de los clientes habituales del bar que hay bajo mi casa. Muchos suelen pasar a tomar algo casi todos los días a las mismas horas, como es mi caso y poco a poco vas forjando una especie de amistad con los que tienes más cosas en común. Con Xisco nos saludamos muy cordialmente hace muchos meses, aunque no habíamos intercambiado apenas información del uno sobre el otro. Hasta la semana pasada apenas sabía que estaba jubilado y divorciado; que hasta hace unos meses realizaba una especie de trabajo parcial para el obispado y que, aunque ya no vive en la zona, lo había hecho durante toda su vida, por lo que sigue acudiendo al barrio al que considera que pertenece. Al estar jubilado es de los parroquianos que más tiempo pasa en el bar durante todo el día, a pesar de que nunca le he visto con copas de más. Qué hace allí tantas horas no siendo beber alcohol es algo que aún desconozco. Es de estatura mediana, con la cabeza calva y redondeada y algo de barriga, como la mayoría de los que pululan por allí.

Y la semana pasada, al entrar, mis habituales compañeros de charla estaban enfrascados en conversaciones con personas desconocidas para mí, así que me acerqué a Xisco y le hice la habitual pregunta de cortesía sobre cómo le iban las cosas. Tras contestarme que últimamente estaba un poco desorientado se lanzó a hacerme confidencias a pecho descubierto para mi sorpresa. Y tuve la ocasión de escuchar una de esas circunstancias de las que uno ha oído hablar pero sin conocer jamás a alguien que lo hubiera vivido. Esto es lo que me relató:

Durante veinte años había tenido una amiga. Esta circunstancia no me sorprendió. Varios de los habituales siguen viviendo con sus padres a pesar de haber superado la cincuentena y casi todos tienen una amiga con la que, de tanto en cuando, se van de viaje o pasan un fin de semana. Es curioso que nunca una de esas amigas ha pasado por el bar, con lo que uno no sabe muy bien a qué atenerse al respecto. Pero el caso de Xisco era diferente. Me contó que hacía veinte años se había divorciado y que acudía de vez en cuando a una especie de vidente. Me sorprendió la revelación. No tenía aspecto de ser de esas personas que confían en ese tipo de personajes. Uno siempre tiende a pensar en gente de aspecto crédulo o inseguro como clientela de los videntes. Máxime si es alguien, como también me confió, que trabaja en un banco de cierto prestigio. Pero bueno, mis suposiciones simplemente dan idea de mi escaso conocimiento de ese tema.

Volviendo al tema, un día el vidente le dijo que tenía una cliente que creía que podía arreglarse con él. Que él les presentaría y que a partir de entonces sería cosa suya, si es que había algo. No sé que le había contado él al vidente. La mujer, de veinticuatro años (a la sazón, Xisco en ese momento tenía cincuenta y tres) estaba casada, pero por lo visto el marido tenía cerrada la bolsa del dinero a cal y canto, así que ella buscaba alguien que le proporcionara algún dinero extra para poder darse algún que otro capricho que su marido no le permitía. Xisco y ella conversaron y él le preguntó cuánto le parecía suficiente. Ella le dijo una cifra que a Xisco le pareció correcta y se pusieron de acuerdo. Desde entonces, y durante veinte años, la había estado visitando en su casa una o dos veces a la semana. Él jamás le llamaba. Ella, según qué día que sabía que su marido iba a estar fuera todo la jornada, le llamaba y él se presentaba en su casa donde disfrutaba de la compañía… y otras cosas. Yo ponía cara de póker mientras seguía con sus confidencias. Había oído el caso, pero es de estas cosas que –como todo casado– quieres creer que son meras leyendas. A lo largo del tiempo, la mujer había tenido dos hijos –no quise preguntar a Xisco si del marido o de él, aunque el que no hiciera ningún comentario me hace suponer que debían de ser del marido… o simplemente Xisco no le daba importancia– y durante veinte años habían mantenido aquella relación adultera. Xisco estaba encantado con aquel arreglo y el marido, que por lo visto jamás se había enterado de su circunstancia de cornudo, también era feliz.

Casi lo más chocante era el porqué de su actual desorientación. Por lo visto, hacía dos años que el matrimonio y sus hijos se habían mudado a un pueblo que dista unos veinte kilómetros de la capital y él, con sus entonces sesenta y nueve años, había dejado de visitarla, con sus entonces cuarenta y dos años, según sus palabras –ejemplo típico de la idiosincrasia balear– «porque no le iba bien». Antes tardaba diez minutos en llegar a la casa de ella y ahora tardaría veinticinco minutos y por eso ya no iba, pero se encontraba desorientado.

Había escuchado hablar sobre la prostitución blanca, pero nunca me había dado de bruces con ella. Creo que Xisco no se había inventado la historia. He escuchado muchas veces decir que el caso es más frecuente que lo que parece y me despertó muchas preguntas. ¿Qué porcentaje de mujeres complementan sus ingresos de una manera tan singular? ¿Hasta qué punto tienen los maridos culpa de ello? ¿Cuántos de los maridos están realmente en Babia? ¿Qué deben de pensar ellas respecto a sus circunstancias? ¿Cómo se autojustifican –porque lo hacen. Todos lo hacemos– por ese engaño continuo a la persona con la que conviven? ¿No sienten remordimientos los que, como Xisco, recurren a una relación que traiciona a su genero?

En fin, leyendas urbanas.

 

 

 

 


 

 

Leyendas urbanas 

 

 

 
@ Agitadoras.com 2019