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ISSN 1989-4163

NUMERO 94 - VERANO 2018

El Juego de la Identidad Perdida

Julio Soler

 

-Calla, calla, calla. No me lo digas. Déjame adivinar tu nombre. Primero, recuéstate en el trono abatible de enea y malaquita azul con repujados de plata y piel cervina de nuestro ambigú privado. El ambigú donde consumamos los juegos. Afírmate cómoda, por supuesto. Que suene con un leve toque de reverberación, La Femme D’Argent de Air mientras tú  gimes o jadeas o susurras o murmuras o tarareas o le pones letra a la canción. Crea atmósfera y la atmósfera es un buen truco para que todo fluya. Así, como deseo, no tendré más remedio que entrar en éxtasis como aquel derviche turco que giraba y giraba al contrario de sus compañeros de baile místico. Había nacido en la Capadocia pero su vocación la encontró en la ciudad costera del Mar de Mármara, Karabiga, antigua Príapos adonde recuerda, al igual intento yo recordar, fuimos destinados para seguir el tratamiento. Allí nos sumergimos para rescatar esponjas marinas para ganarnos la vida que deseábamos que nos quedara. Y este detalle de la esponjas, intuyo será importante para la resolución del enigma propuesto: tu nombre. Otro truco es acariciar un souvenir de lugares donde nunca estaremos. Otro, poco fiable, eso sí, llegar a un haz de caminos y pulsar el resorte central que activa la memoria mediante un escape de oxígeno controlado. Trucos. Como los que emplean los ángeles caídos para disimular su vulnerabilidad. Saben caer sobre un ala únicamente como un aeroplano  a prueba de caída libre, recién  revisado durante la gran parada. Divagar, aventurar, contradecirse para preguntar: ¿Por qué pasó lo que pasó? ¿Por qué no nos pasó lo que no nos pasó? El truco final. Imagino un río con reveladoras aguas  cenagosas que desemboca en esa bañera donde nos bañamos juntos hasta que el agua llega a la ebullición. Ya sé, entonces te froto toda tu superficie con aquella esponja salvaje del Mar de Mármara que te dije antes, hasta que en un momento dado, escurro lo sobrante sobre el suelo. Es la marca. Es ahí donde nos tumbamos. Voilá, tu nombre es Brenda Lerenda Prenda.
-¿Y el tuyo?
-Calla, calla, calla. No me lo digas. Déjame adivinar.


 

 

 

 

 

 
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