‘De cuna y sepultura’ es la sexta entrega de las diez previstas por Javier Sánchez Menéndez para dar cuerpo a ‘Fábula’, monumental obra que indaga y profundiza sobre la vida en la poesía.
Publicado por la editorial donostiarra ‘El Gallo de Oro’ en su elegante y sobria colección de poesía, cabe destacar que ‘De cuna y sepultura’, al igual que las cinco entregas anteriores, es un ensayo sobre la vida en la poesía que tiene la valentía de saltarse los límites entre lo que es ensayo, lo que es poesía y lo que es prosa poética. Tal vez porque tiene la virtud de ser todas esas cosas a la vez sin importar nada más que la sensación de estar adentrándose en la mirada de entomólogo que tiene su autor, Javier Sánchez Menéndez, también editor de la Isla de Siltolá.
‘De cuna y sepultura’ toma el título de un poema de Quevedo que funciona como exordio en esta última entrega. No sólo este volumen, también los anteriores podrían aglutinarse bajo este título que alude al origen y al fin, como si la cuna fuera el paréntesis de apertura, la sepultura el cierre y lo contenido entre ambos la vida o la mirada sobre la vida. La mirada. Eso es lo que Javier Sánchez Menéndez aporta, una mirada que es algo más que un enfoque, es la visión de algo que podría no haberse visto y la vida seguiría siendo la misma pero una vez observado desde el prisma que ofrece el autor se vuelve imprescindible.
Poesía, pensamiento, metafísica. Cada texto es una proyección de la mirada desde todos esos ángulos. Y la atmósfera que lo envuelve todo: la naturaleza. La naturaleza ocupa un lugar protagonista en la literatura de Javier Sánchez Menéndez pero no sólo la naturaleza como hábitat, como espacio sino la naturaleza como apuesta personal, como forma de estar en el mundo, como religión no adscrita ni sometida a ninguna deidad pues la propia naturaleza es pregunta y respuesta.
Nicanor Parra, Juan Ramón Jiménez, Bécquer, Leopardi… caen como una suave lluvia en un día caluroso sobre los textos de Sánchez Menéndez. El autor habla del poeta y cuando lo nombra, cuando escribe “el poeta” se refiere a todos los poetas que lo forman, a todos los poetas (las lecturas) que lo conforman poeta. Los menciona con aparente descuido, como si quisiera que se deslizaran por el texto con la suficiente presencia como para destacar pero sin la carga culturalista que podría hacer que el texto perdiera su hilo principal, su por qué.
‘De cuna y sepultura’ es una telaraña con hilos de plata. Cada poema (porque ser poema es más que parecer poema) que forma el libro termina tejiendo una red de pensamiento lúcido, al desgaire, insisto, con una levedad que engaña y atrapa, pero además cada libro es una parte esencial de las entregas anteriores y una antesala de las cuatro que faltan por venir. Pienso, como sucede en las obras que se ofrecen por entregas, que a la lectura puntual, autónoma y exenta, le falta otra lectura que no podrá hacerse hasta que los diez libros que componen ‘Fábula’ estén escritos y entonces podrá vislumbrarse la verdadera dimensión de una gigantesca tela de araña que es jaula y monumento al mismo tiempo, trampa y salvación.
Me pregunto, después de cada entrega, si lo que terminaré viendo al final será el retrato de “el poeta”. No de un poeta concreto, aunque circulan muchos por sus páginas, sino del poeta, sin género, despojado de su errática condición de hombre, el poeta como creación, más que el poema, el poeta minuciosamente descrito en lo que ve, el poeta hecho desde lo que observa; el poeta creación de los poetas que admira, de los poetas que él mismo es, un laborioso ejercicio de que el poeta, para serlo, debe borrar lo particular, lo que lo diferencia e individualiza, para formar parte de un universo más grande, más cierto, aquel en el que converge lo esencial, lo que es de una forma natural, lo verdadero.
La vida, la poesía y la naturaleza son los tres ingredientes que el autor combina para crear un lienzo que muestra no la poesía en la vida sino algo mucho más complejo y ambicioso: la vida en la poesía. Complejo ejercicio para el que el poeta nos da una fórmula. Contemplar, atender y entender. Nada más. Nada menos. Qué fácil parece lo difícil.