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ISSN 1989-4163

NUMERO 94 - VERANO 2018

La Ridícula Idea de no Volver a Verte

Inés Matute

Autora: Rosa Montero. Seix Barral. 240 páginas. 18€

Estupendo libro de Rosa Montero que, en principio, no responde a lo que yo tenía en mente. Sabía que a Rosa se le haría inevitable escribir sobre la muerte de su pareja durante más de veinte años, el periodista y escritor Pablo Lizcano, ocurrida en el año 2009. Entiendo que para ella sería complicado poner orden en el vertiginoso torbellino de palabras que, desde el dolor y la soledad, llenaron su cabeza durante varios meses. Tal vez años. Lo que el luto vino a durarle. Pero quiso el azar que precisamente en este período cayese en sus manos el diario que Marie Curie comenzó a escribir tras la muerte de su esposo, reflejada en los mencionados papeles en sus aspectos más desconocidos. Por lo que nos cuenta, al instante supo que la historia de esta fascinante mujer podría ayudarle a digerir sus propias emociones. Al hilo de la extraordinaria trayectoria de Curie, la Montero construye una narración a medio camino entre el recuerdo personal y la memoria de todos, el análisis de nuestra época y la evocación íntima, y nos habla a corazón abierto de la superación del dolor, de las relaciones entre hombres y mujeres, del esplendor del sexo, de la ciencia y la ignorancia y- esta es la parte que más me seduce de la obra- de la fuerza salvadora de la literatura y de la rara sabiduría de quienes aprenden a vivir con plenitud y ligereza.

Rescato aquí un párrafo que me ha tocado. Juzgad por vosotros mismos. Si habéis perdido a una persona cercana cuya ausencia aún os duele, sabréis a qué me refiero:

“Para vivir tenemos que narrarnos. Somos un producto de nuestra imaginación. Nuestra memoria en realidad es un invento, un cuento que vamos reescribiendo cada día (lo que recuerdo hoy de mi infancia no es lo que recordaba hace veinte años); lo que quiere decir que nuestra identidad también es ficcional, puesto que se basa en la memoria. Y sin esa imaginación que completa y reconstruye nuestro pasado y que le otorga al caos de la vida una apariencia de sentido, la existencia sería enloquecedora e insoportable, puro ruido y furia. Por eso, cuando alguien fallece, como bien dice la doctora Height, hay que escribir un final. El final de la vida de quien muere, pero además el final de nuestra vida en común. Contarnos lo que fuimos el uno para el otro, decirnos todas las palabras bellas necesarias, construir puentes sobre las fisuras, desbrozar el paisaje de maleza. Y hay que tallar ese relato redondo en la piedra sepulcral de nuestra memoria”.

Lo que el escritor quiere es atrapar esa cosa vibrátil y huidiza que es la vida, según palabras de la propia autora. ¿Estamos de acuerdo? Lo estemos o no, nos encontramos ante un texto auténtico y emocionante, no exactamente feminista pero sí femenino y sutil, inteligente, cómplice y cálido. Marie Curie, quién me lo iba a decir.

Os lo recomiendo como lectura para el verano.


Montero

 

 

 

 

 

 
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