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ISSN 1989-4163

NUMERO 84 - VERANO 2017

Manipulación para Dummies

Joaquín Lloréns

Nos encontramos en la era de la comunicación y es tal la sobreabundancia de información que uno ya no sabe –y lo que es peor, no puede saber– cual es cierta y cual es falsa. La gente hace fakes impactantes para promocionarse (véase el ataque del escualo), aunque en gran parte de las ocasiones es la simple ignorancia lo que les induce a publicar y compartir informaciones erróneas, incompletas o falsas. No sucede así en el caso de los políticos y de los medios de comunicación. Los primeros no tienen el más mínimo escrúpulo en difamar a sus contrincantes y mentir sin la más mínima vergüenza a fin de lograr votos. Calumnia, que algo queda, como se atribuye –erróneamente– a Goebbels. Sí que es cierta la de George Orwell: ““El lenguaje político –y esto es verdadero, con variaciones, para todos los partidos políticos, desde los conservadores hasta los anarquistas– tiene como objetivo hacer que las mentiras suenen verdaderas...”. Y lo triste es que, a la larga, lo consiguen. Y como vivimos en un país en el que las mentiras no tienen consecuencias jurídicas –de hecho, los acusados son los únicos a los que las leyes permiten mentir sin que sea un delito de perjurio–, políticos y periodistas abusan de la falsedad y la falacia sin el mínimo sonrojo.

Por ello, he dejado de ver los telediarios y, en realidad, casi la televisión por completo. Sé que no voy a poder evitar que me manipulen, pero al menos evito su forma más burda y directa. Los españoles (estadística de 2016) pasamos de media 243 minutos al día, lo que supone más de cuatro horas. Y no descubro América cuando afirmo que cada canal del país tiene una querencia ideológica evidente. Y también es vox populi que lo mismo sucede con las cadenas de radio y los periódicos. A la mayoría de personas no les importa. Como borregos sin un criterio propio, les encanta que le manipulen la información para poder así reafirmarse en sus convicciones. Es sorprendente que todavía haya personas que repitan el mantra de “Si lo ha dicho la tele” como si fuera una garantía de verosimilitud, cuando la realidad es la contraria. A ese efecto, la prensa escrita tiene una clara ventaja. Tiene cierta gracia comparar –especialmente en temas que afectan a un partido político– los titulares de los distintos periódicos. A pesar de que en los titulares se tergiversa todo lo que se puede para que una noticia tenga el enfoque interesado, al desarrollarlo se les ve el plumero. No es tan fácil desarrollar una falsedad de doscientas palabras como el titular de cinco. Por otro lado, al leer un periódico físico o por internet, eres tú quien decide que noticia lees con profundidad, a cual les dedicas tu atención, por lo que la manipulación es infinitamente menor que en la televisiva, donde el medio controla el tiempo que dedica a cada asunto y no te da tiempo apenas para que tu cerebro pueda hacer una crítica medianamente seria a su discurso. Te tragas su píldora informativa y la acumulación sistemática de noticias en tan breve lapso de tiempo impide un análisis medianamente razonable de lo escuchado. Y lo saben. Saben que dedicamos esas cuatro horas diarias a engullir lo que nos cuentan. Y los peores, los que realmente me repugnan son los que, encima, tratan de vender una objetividad más falsa que Judas.

Ya sé que es una batalla perdida. Han logrado convertirnos en un pueblo manso y aborregado. Es fácilmente comprobable. Si volvemos la vista algunas décadas para atrás, veremos que, no solo han conseguido influirnos políticamente, sino en nuestro día a día. Lo que hace poco –desde una perspectiva histórica– eran valores positivos, ahora se han convertido en actitudes rechazables. Y viceversa, hechos e ideas deleznables son ahora lo políticamente correcto. Y su propia definición de lo correcto la define: política. No se habla de lo moralmente correcto. Nos han convencido de que la moral se metamorfosea y que es solo una circunstancia cultural. Y si han conseguido cambiar hasta los valores de la sociedad, es que pueden lograr lo que les interese.

Y si la manipulación era ya de por si alarmante, ahora han llegado a nuestras vidas las redes sociales, con Facebook y Twitter a la cabeza. Una vez minimizado el espíritu crítico de los ciudadanos, nos hemos entregado sin reparo ninguno a la gran manipulación globalizada, donde en horas o minutos se puede destrozar una reputación o encumbrar a un farsante. Y todo ello con Google detrás quien con su Big Data sabe más de nosotros que nosotros mismos y que, cada vez con menor reparo, nos lo hace saber.

Son buenos tiempos para los manipuladores. En poco tiempo seremos los esclavos que intentamos no ser en el pasado.


Manipulación para dummies

 

 

 

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