La Voluntad de un Espejo
Ramón Asquerino
( Y aprobarse con disculpas de ceniza : Pablo de Sotomenor)
( A Pilar y Laura, que me ayudaron a despedirme de Pablo de Sotomenor )
« Y eso que un espejo no refleja nuestra imagen más que cuando nos ofrecemos a él voluntariamente » . La piedad peligrosa , Stefan Zweig
La voluntad de un espejo se abandona plana,
en la cuneta de las cicatrices,
ante la entreplanta de la frente,
por las gruesas aristas de los temores,
a la altura de vértigo de las canas,
contra el arcén inaudito del oído,
por el guarda miedos de nuestra imagen:
allá, en el sótano de aullidos en silencios.
La voluntad de los espejos es despertar un segundo
para responderte con arrugas todo un día
por los que te sufres de verte en efigie,
mientras la espalda es burdo lino
de su inerte sombra descosida,
como una mejilla que un hombre cierra
al espectáculo de un beso.
Al espectáculo de un beso te asomas
desde el brocal de tus labios y allí mueren,
dormidas, las cenagosas aguas de los bostezos
y la ansiedad agonizante de tu pelo
de quienes hasta el espejo y Narciso huyen.
La voluntad de un espejo se profana ya tarde,
cuando la tarde se descalza sin reservas
y la soledad se compra a 90 euros en la venta:
un móvil ensañado, un zumbido en el bolsillo interno
y una luz de linterna apagando distancias,
como un tren de mercancías, rojo, despacio, vacío.
De reojo entre las estrellas de tu misma noche,
se estrella, sin farero, la voluntad del espejo,
la misma que se rinde de rodillas,
para atisbar el alma de tus ojos
desde este error de la luna, iris sin faro.
La piedad peligrosa de peinarse
al recuerdo cicatrizado de una raya,
la despejada memoria de los cielos,
la empinada cuesta de verse a diario,
la declinación acusadora de los días,
y aprobarse con disculpas de cenizas.