Pasillo, por Favor
Paco Piquer
La azafata me ha rozado en el codo al pasar junto a mi asiento.
Vuelve a hacerlo cuando se dirige al fondo del avión, junto a los lavabos. Miro hacia ella. Me sonríe. Es atractiva.
Me dirijo hacia donde está. Nos miramos.
El deseo, los sentimientos más oscuros en un nanosegundo.
Ella corre la cortina. Nos besamos. La acaricio sobre la ropa.
Regreso a mi asiento.
- Señor, hemos llegado – el rostro que he besado en sueños está a pocos centímetros del mío.
- Dispense, me he quedado dormido – respondo mientras me desabrocho el cinturón de seguridad.
Alguien me dijo que el ancho del pasillo de un avión está calculado en función de la distancia que marca el contoneo de las caderas de una azafata.
Por eso, pido siempre pasillo al facturar.
Para comprobar que se equivocan.
Para comprobar como un simple contacto desmonta esa teoría.