El Maravilloso Limbo Fiscal de los Eurodiputados
Inés Matute
Los 54 eurodiputados españoles son los políticos mejor pagados del país. El desglose de sus percepciones- sueldo, dietas, cantidades asignadas para gastos generales- ronda los 18.000 euros al mes antes de descontar los impuestos. El salario fijo para todos, se recoge en el Estatuto para el Eurodiputado y asciende a 8.020,53 euros brutos al mes (me chocan los decimales, pero , ¡en fin!). A esto habría que sumar 304 euros por día de actividad parlamentaria, libres de impuestos, en concepto de dietas de comida, alojamiento y estancia- sería una media de 4.800 euros en un mes para un parlamentario con 16 días de trabajo en la Eurocámara, aunque esto no es fijo, y 4.300 más consignados como “gastos generales”, destinados a pagar oficinas, equipo informático y teléfono; gastos que han de ser justificados.
Pero la singularidad del salario de estos privilegiados no se detiene en esta barbaridad de emolumentos, que algún eurodiputado tiene la cara de justificar diciendo que son “sueldos europeos”. Los eurodiputados españoles, igual que todos los demás, viven con un pie en Bruselas y el otro entre Estrasburgo y España, en una situación compleja que a efectos fiscales atiza las dudas de los malpensantes- y cómo no pensar mal con todo lo que ya hemos visto- y que les deja en una posición… indefinida. Un auténtico limbo, vaya. Sabemos que de su sueldo pagan un impuesto comunitario que rebaja hasta los 6.200 euros los 8.020 iniciales, pero la Hacienda española no ha clarificado la necesidad de que tributen como residentes en España. Alguno de los consultados al respecto, se refirió a este hecho como “laguna legal”, ya sabéis, esas aguas donde desemboca todo lo que no está claro y que huelen sospechosamente a algas podridas.
El enigma de la doble tributación debería empezar a aclararse considerando que el Estatuto del Eurodiputado consigna expresamente la posibilidad de que “los estados miembros puedan someter la asignación a impuestos nacionales”, y sabiendo además que Zapatero, en una carta de julio del 2009, hizo llegar al presidente de la Eurocámara la siguiente observación: “De acuerdo con nuestra legislación sobre imposición directa, las asignaciones económicas que reciban los diputados del Parlamento Europeo con residencia fiscal en España- ¿Está aquí el truco?- estarán sometidos a la fiscalidad nacional”.
Hemos descubierto que quien más y quien menos se acoge a su condición de residente en el extranjero durante más de 183 días al año, lo que le faculta para dejar hasta 60.100 euros exentos del pago de impuestos españoles y le obliga, eso sí, a tributar por los ingresos que excedan de esta cifra. Los eurodiputados son residentes en España, pero están expatriados mientras ejerzan esta función. En la práctica, la Agencia Tributaria española no ha establecido un criterio claro aplicable a todos, pero lo tendrá que hacer antes o después si no quieren que empecemos a llamarles, entre muchas otras cosas, “los bienpagados”.
Sí, nos duele la cabeza de tanto como nos han insistido en que vayamos a votar. Por nuestro bien. Por no dejar nuestra voluntad en manos de los que sí acudan a las urnas. También nos duele la cintura de tanto apretarnos el cinturón, cosa que ellos (perfectamente instalados en el salario- chollo y tributación-flete) no hacen. Por nuestro bien hemos ido a votar. Pero también por el suyo, sobre todo por el suyo.