Canción de Cuna para Arrullar a Dios
Edgard Cardoza
Como todos mis poemas, para Tere
Hay un niño que mira por los ojos de todos
desde las comisuras del espejo
que ríe compasivo
después de cada rostro que emerge de su brillo.
Nacemos de aquel viso / niño múltiple
cada vez que el rebote de esos ojos
deposita sus ojos en los nuestros.
El espejo es también
portal
al vacío de vacíos,
la perfección sin nombre,
Don Silencio.
Nos vemos
y a través de la mirada
que nos mira mirar con luz de niño
nos ve Dios
de frente,
profundo,
y a los ojos.
Imagen / semejanza
sería el nombre de tal juego
si el dador tuviera rostro
y no reflejo de hombre ensimismado.
Y en los ojos de Dios habría nubes placenteras
de tanto refrendarse
en la placenta
de jugar a nacer perpetuamente
hasta el fin de los astros numerosos
donde Dios suele urdir su partitura.
Somos sólo la indómita corchea
de un concierto de música celeste.
Padre / madre / hijo
¡cuidado!
hay que dejar a Dios hacer su juego.
Somos piezas de su tinglado eterno
con un desliz de muerte en cada orilla:
el nacer es morir para el silencio
e ingresar a la música del tiempo.