Llanto por Ignacio González
David Torres
Ignacio González fue a inaugurar una exposición sobre Cela y los toros y, así, como sin querer, soltó que Cela era nuestro único premio Nobel. Una afirmación ciertamente audaz porque entre Ramón y Cajal, Echegaray, Benavente, Juan Ramón Jiménez, Ochoa y Aleixandre, es muy posible que hubiese otro premio Nobel de derechas. Además, es muy dudoso que Cela votara al PP o a cualquier otro partido político, ya que en sus últimos años el gran escritor gallego dividía su ajetreada vida entre la escritura y la farándula. Cela era un hombre imprevisible que lo mismo se burlaba de los maricones que criticaba ferozmente el abandono gubernamental que sufría el poeta Gabriel Celaya.
Ignacio González también ha criticado varias veces el nivel paupérrimo de la educación pública española y al final no le ha quedado más remedio que ponerse él mismo como ejemplo. De Cela, que escribió varias obras maestras, la mayoría de la gente lo único que recuerda es la amenaza que le hizo a Mercedes Milá, en vivo y en directo, de absorber una palangana entera de agua con un solo golpe de nalgas. Durante mucho tiempo la historia circuló como un bulo similar al perro de Ricky Martin y más de uno aseguró que había visto por televisión el culo más ilustre de Galicia. Pero ha sido a Ignacio González a quien le ha tocado revertir esta proeza escatológica con una sola frase. Todavía no ha quedado claro si el presidente sustituto de la Comunidad de Madrid no sabe contar o si no sabe leer.
Durante la feria de San Isidro el afán por casar la tauromaquia y la cultura, la tauromaquia y la civilización, produce estos desaguisados colosales. Mi amigo Jesús Llano tiene un estanco en la calle Cardenal Cisneros que es uno de los grandes templos del tabaco en la capital y un anecdotario del humor capaz de competir con Génova. En estos días, atraídos por la fama de su cava de cigarros, no paran de entrar señores que no han fumado un habano en su vida pero que quieren presumir de tronío echando humo del bueno: quieren que se les vea desde cualquier punto de la plaza de Las Ventas, puro en ristre, cual caballeros medievales en el tendido de sombra. El otro día uno le preguntó si un Montecristo del 2 le iba a durar toda la corrida y Jesús respondió: “Hombre, la corrida y dos polvos más”.
En la Puerta del Sol, los carteles de la exposición sobre Cela parecen dos espinillas al lado de los gigantescos pósters con las camisetas del Madrid y del Atleti, que son el estandarte de la cultura madrileña y no digamos ya en vísperas de la Champions. Entre el fútbol y los áticos, Ignacio González no tuvo tiempo para prepararse a conciencia el discurso de la inauguración. Se presentó al examen a porta gayola , confiando en su buena estrella, pero le salió un morlaco de media tonelada. A saber a cuántos de sus asesores fue preguntando hasta que uno, más leído, le dijo que el nombre le sonaba de algo. Cela, Cela, ¿no usaba castoreño? ¿No fue un torero aficionado de los años cuarenta? ¿No fue premio Nobel o premio Cervantes o premio Planeta? Es que google, a veces, da unas cornadas tremendas.