Cuando las Mujeres no Podían ser Actrices
Carmelo Arribas
Nos puede resultar extraño, en la actualidad, pero en la época romana la presencia de la mujer en los escenarios del Teatro, era una cosa rara, prácticamente estaban prohibidas. Esta circunstancia es algo más común de lo que podría parecernos. En diversas culturas como la japonesa, todavía los papeles de mujer, en el kabuki, el teatro clásico japonés, son representados por hombres. Pero las desviaciones hacia el erotismo e incluso la prostitución, del teatro en el que la mujer era, si no protagonista, un elemento fundamental de las obras, ha ocasionado que diversas culturas la hayan apartado de la escena e incluso como el caso del cristianismo que llegaran a prohibir el teatro como “elemento pecaminoso” .
Por ejemplo, el kabuki comenzó en 1603 , cuando Izumo no Okuni , una sirviente de alto rango del Santuario Izumo , comenzó a realizar un nuevo estilo de danza dramática. Las mujeres, interpretaban tanto los papeles femeninos como masculinos en situaciones cómicas de la vida cotidiana. A Okuni, se le pidió una actuación frente a la Corte Imperial. Las imitadoras ante su éxito popular, llevaron este teatro a ejecuciones eróticas cuyas actrices estaban comúnmente disponibles, y los espectadores masculinos podían requerir sus servicios. Esto originó que el Shogun Tokugawa, para proteger la moral pública, en 1623 expulsara a las mujeres de los escenarios sustituidas por actores masculinos jóvenes. Algo que todavía perdura.
En Roma, la costumbre teatral era muy popular aunque el espectáculo que apasionaba a las masas eran las luchas de gladiadores. Las calles quedaban tan desiertas, que los ladrones aprovechaban para desvalijar las casa, tanto, que el emperador Augusto tuvo que montar unos servicios especiales para que no se produjeran, en esos momentos, robos en los domicilios. Era tanta la expectación que en 164 a.C., los asistentes a una representación de La suegra , una obra de Terencio, dejaron el teatro para correr a ver un combate de gladiadores que tenía lugar cerca de allí.
Pero ni tan siquiera “la suegra” sería representada por una mujer. En Mérida se conserva el único testimonio de la existencia de una mujer actriz, y ni tan siquiera era de primera categoría como se hace constar en la lápida de Cornelia Nothis, “segunda mima de la compañía de Solemne y Halyo”. Y remata la lápida con aquella inscripción H.S.E. STTL (Hic, sit, est. Sit Tibi Terra Levis) Aquí, está. Séate la tierra ligera. Y que recuerda la leyenda de una “puella gaditana”, aquellas famosas bailarinas de Cádiz, que acompañaban sus bailes con una especie de castañuelas, sobre la que un poeta escribió en la lápida de su tumba. “Ya que tú fuiste ligera sobre la tierra. Que la tierra, sea ligera sobre ti”.
Una vez más descubrimos, que hasta en el mundo del Teatro, la mujer ha debido luchar para conseguir un lugar, que ahora nos parece lógico.