Definía Mario Vargas Llosa como escritor deicida a aquél capaz de crear un mundo propio con sus normas particulares, un escritor capaz de suplantar a dios y escribir un cosmos nuevo. En esa categoría entraría García Márquez y su Macondo o Faulkner y su condado de Yoknapatawpha . Y entraría también Ramiro Pinilla quien sitúa toda su obra (Salvo “Antonio B el Ruso”) en un Getxo que existe físicamente, pero que a parte del nombre y algunos elementos geográficos (La playa de Arrigunaga o el molino de Aixerrota) no tiene nada que ver con el mundo real. (En “verdes valles, colinas rojas” aparece una cartografía imaginaria con la distribución de unos caseríos que jamás existieron). En esta nueva novela Ramiro Pinilla recupera esa topografía imaginaria y algunos personajes de otras novelas, en particular los Ermo de la taberna junto a la ermita de San Baskardo.
Esta novela está de nuevo situada en esa época gris de la juventud del autor, la misma postguerra que en “La higuera”, en parte “verdes valles, colinas rojas” o “Solo un muerto más” y toda la acción se desarrolla en la atmósfera opresiva de la represión.
La historia de este libro es la de Souto Menaya, un albañil que pasa a jugar en el Athletic de Bilbao y que aunque pasa toda la temporada en el banquillo consigue marcar el gol que de al Athletic la copa del año 1942. A comienzos de la siguiente temporada un defensa contrario le produce una lesión que le destroza una pierna, lesionándolo como futbolista y como trabajador de manera que a partir de entonces sólo puede aceptar trabajos que se hagan sentado. A su vez crece alrededor la duda de que el gol fuera de cabeza o con la mano.
La historia es falsa. El Athletic sí gano la copa del 42 pero fue Zarra quien metió el gol y jamás hubo un jugador que se llamase Souto Menaya.
A partir de la lesión de la lesión Souto, que era un héroe en su pueblo, debe comenzar una nueva vida pegado a una muleta y lidiar con los sueños rotos, la miseria que se avecina, las dudas sobre la validez de un gol que fue su gloria y la humillación de no encontrar un trabajo compatible con su incapacidad. Encontrará un trabajo ensobrando cromos de futbolistas en los que ve cada día la gloria que perdió mientras una y otra vez le tientan con un buen trabajo a cambio de que diga que metió con la mano el gol de la final de copa.
El personaje de Souto está acompañado de otros tres: una madre que renunció a hablar tras la muerte de un hijo siendo un niño pequeño, el padre socio del Athletic desde siempre y una novia lechera que le aguanta y le quiere mucho más que lo que él imagina.
La novela es una novela de personajes, una historia que se va cerrando y librándose de adornos según avanza la trama y el mundo de Souto se va reduciendo con su lesión como disminuye el mundo físico en que se desarrolla la novela. Es una novela sencilla y de final abierto sobre la frustración, el amor y los valores (Sobre lo que ofrecen a Souto por decir que metió el gol con la mano y si debe hacerlo o no, sobre unos jugadores que se sorprenden de que les paguen por hacer algo que les gusta, sobre la superstición religiosa, sobre la familia…) Es una novela relativamente breve escrita en el característico estilo de Ramiro Pinilla: frases breves, austeras, salpimentadas por bilbainismos y palabras en Euskera. Es, en resumen, una novelita emotiva y amable, fácil de leer y de las que no se olvidadas nada más cerrar la contraportada.
Mientras los dos hombres cenaban la tortilla de patata y el tazón de leche con sopas que encontraron puestos en la mesa, Cecilio masticaba despacio pensando en otra cosa.
-¿Hubo regateo, tira y afloja?- preguntó por fin mirando al plato.
-No gastamos saliva. Ellos ya tienen hechas sus tablas de cuentas. Mejor así, porque si hablo habrían sabido que firmo por nada.
Cualquier voz de su hijo habría valido para romper la nube.
-No hay que pasarse, hijo. El Athletic es el Athletic pero la gente tiene que comer.- Miró aquella expresión sombría-. ¿Qué te pasa? ¿No te alegras?
Souto deseaba callar porque las palabras se le resistían para contarlo.
-Ahora estoy dentro –arrastró- .Y no es lo mismo.
-¿Dentro de dónde? ¿Dentro de casa? ¡Claro que estás dentro de casa!
El hijo miró al padre con hondura no habitual entre ellos, aunque sin esperanzas de que entendiera. Pero Cecilio entendió.
-Alguien tiene que estar dentro de las cosas, si no, no habría cosas –dijo-, y todos queremos que haya Athletic.
-Pero yo lloraba en San Mamés cuando dentro había otros y ahora que me toca a mí estar dentro lo joderé todo.
Cecilio alzó su mano abierta como para frenar un tren.
-¡Quieto parao! –Bajó la voz-: Te diré algo que no entiendo: lo importante no es lo que hay dentro sino lo que hay fuera. Aunque nuestro equipo ganara todos los partidos en un San Mamés vacío, no habría Athletic. Y aunque perdiera todos los partidos en un San Mamés lleno, habría Athletic. ¿Tú entiendes la cuestión de Dios? Yo, no. Si no hubiera llorones, no habría Dios. Pues lo del Athletic es lo mismo.- Cerró otro pozo de filosofía-: Pero tú, tranquilo.