La publicación de Seguro que esta historia te suena, del poeta donostiarra Karmelo C. Iribarren, es un acontecimiento poético. El volumen, de más de 300 páginas, reúne la poesía completa de uno de los autores de referencia de la editorial sevillana Renacimiento. Y su publicación es, además de un acontecimiento poético, una buena noticia para todos sus fans. He escrito fans, sí. Karmelo C. Iribarren tiene fans, lectores fieles capaces de recorrer muchos kilómetros para acudir a una de sus lecturas y otros que esperan como agua de mayo sus nuevas publicaciones. Todos nosotros estamos de enhorabuena. Seguro que esta historia te suena, ofrece en un solo ejemplar sus 6 últimos poemarios y, a modo de recompensa, un apartado final donde el poeta nos regala un puñado de poemas inéditos. La posibilidad de poder llevar en un único libro toda la producción poética del autor es un regalo que no tiene precio para quienes acudimos de forma recurrente a sus poemas.
Seguro que esta historia te suena. La elección del título le va al libro como anillo al dedo. Es un buen resumen de lo que representa la poesía del autor. La melancolía, como materia prima de sus versos, toma múltiples formas a través de cada poema. Podría decirse que la melancolía tiene tantas formas como poemas es capaz de escribir el autor. Todas las historias son, en el fondo, la misma historia, igual que todos los poemas son un mismo poema que trata de esconder siempre la misma verdad: una pérdida irreparable. Ya sea de algo que creímos nuestro (un amor, una sensación, la infancia) como la pérdida irreparable de uno mismo o también la de algo a lo que creímos pertenecer. En definitiva: el efecto reversible de la ausencia.
La historia nos suena, en efecto, pero nunca es repetitiva, nos viene dada de distintas formas, con diferentes envolturas, desde diversos ángulos, aunque nos conduce siempre al mismo lugar: el reconocimiento. Los poemas de Karmelo C. Iribarren son espejos. De esos que están en el pasillo y uno se olvida de mirar, pero también de los que se llevan en el bolso por si es preciso hacer una confirmación de nosotros mismos en un momento decisivo. Te miras y, en efecto, estás ahí, eres tú y no puedes hacer otra cosa que admitirlo: “te lo dije”. Esa es la sensación que me produce la poesía de Karmelo. Te lo dije. Lees un poema de Iribarren y terminas admitiendo que tú también estás envuelto sin querer en las redes de la melancolía y que, además, eres el único responsable. Pero cuidado, esa melancolía encierra muchas veces otras realidades, más celebratorias: como la ironía o la aceptación de que cuando somos espectadores, agentes pasivos de nuestra vida, vemos más claramente la marioneta en que la inercia y la cotidianidad nos ha convertido. Quiero decir con esto que los poemas de Iribarren también nos permiten mirarnos desde la distancia como público de un guiñol que no pocas veces nos lleva a reírnos de nosotros mismos, reconocernos en situaciones a las que nos lleva la edad o la vulnerabilidad a la que nos vemos expuestos cada vez más fácilmente ante una realidad apabullante, que transcurre a velocidad de vértigo.
No he hablado de la lluvia, pero la poesía de Iribarren no sería la misma si no lloviera. En Seguro que esta historia te suena están todos sus charcos, los paraguas, las tejavanas, los columpios solitarios y los taxis. Asocio a Karmelo C. Iribarren con la lluvia. No solo por sus versos, es la imagen personal que me he creado del poeta. Solidaridad pluvial, podría llamarse. Los que sufrimos la lluvia como constante sabemos la parte de responsabilidad que tiene la lluvia sobre el pulso de nuestros poemas. Seguramente nada sería lo mismo sin ella. La lluvia también es algo que nos pertenece y a lo que pertenecemos. Debajo del paraguas, la vida se ve de otra manera y eso también está en los poemas de Karmelo Iribarren. Tienen algo de refugio improvisado, de lugar donde cobijarse de los desmanes del mundo, de la broma pesada en que se convierte a veces la vida.
Supongo que ha de afrontarse con vértigo estar delante de tu poesía completa. Es una forma de decir: el autor ha llegado hasta ahí, de momento. En estas 313 páginas está lo que es, su biografía poética, la forma en la que el poeta ha pasado por el tamiz de la lírica su periplo existencial, un espejo ante el que admitir “te lo dije” no es sucumbir a lo evidente sino reincidir en la melancolía, aun corriendo el riesgo de quedarse a vivir en ella. En estas páginas también está –además de lo que es- lo que pudo haber sido. Tal vez la poesía, al final sea un instrumento para ofrecernos esa otra alternativa que la vida nos ha negado y la lírica nos permite tejer en esa otra realidad que es la fantasía.
Como lectora comparto algo de ese vértigo que debe de sentir el autor al encontrarse delante de su poesía completa, pero me queda el consuelo y la esperanza de saber que toda poesía completa es una poesía que está por completarse. Esto no es todo, amigos. Habrá más, la historia se repetirá y seguirá sonándonos, como una melodía de película antigua que te lleva a un lugar conocido. Tarareas hasta que eres capaz de encajarla en un tiempo y un espacio que antes te pertenecía y ahora es otro. Sí, seguro que esta historia te suena, pero aún no está escrito su final.